El periodista Carlos Centeno publica 'Tela blanca', una novela escrita a 24 latidos por segundo
Es una ficción que nace de la experiencia y la memoria y por la que transitan personajes de la España de los años 50
ANTONIO ORDÓÑEZ
JAÉN
Sábado, 24 de junio 2023, 19:28
Leo es un niño en la España de los años cincuenta que vive la realidad de las ciudades andaluzas de entonces y sueña el mundo ... que observa a través de la cabina de proyección de un cine. El mundo mágico del espectáculo y «la atmósfera estrecha y opresiva de aquella España» sobresalen en 'Tela blanca', la primera novela editada del periodista Carlos Centeno, que ve la luz tras décadas de memoria y reflexión.
El escritor y periodista afirma que este libro «está escrito desde las entrañas» y aunque ha sido en los últimos cuatro años cuando se ha metido de lleno en su escritura, la ideas, notas y apuntes comenzaron a fluir en los años ochenta. Tiene otras novelas en su cajón, esbozadas e incluso avanzadas, pero esta era una necesidad que revoloteaba desde hacía mucho tiempo. Y ahora ha visto la luz.
La atmósfera de la España de los años cincuenta del siglo pasado, y especialmente la estrechez y opresión de una ciudad de provincias desconectada del resto del mundo; el reflejo de una generación que vivió aquella época oscura pero también ensoñadora; y el mundo del espectáculo, especialmente el del cine, son los cimientos de esta historia que necesitaba salir fuera.
Experencia y memoria
Como el propio autor describe, 'Tela blanca' es «una novela de formación (el paso de la niñez a la adolescencia) que se desarrolla en una ciudad imaginaria, Rusadir, trasunto literario de algunas ciudades andaluzas mediterráneas. La experiencia y la memoria son la percha para colgar una historia inventada, con docenas de personajes que recrean la atmósfera de los años 50». Rusadir es un escenario con muchas similitudes a la Melilla natal del escritor. En ese espacio, en la España de los cincuenta, crece Leo, un niño enamorado del cine, que comparte vida con sus padres, sus dos hermanas y su hermano Gael (operador de cámara en un cine). Leo descubre el mundo a través de las películas, y también en las conversaciones con su vecino Germán, un joven en muletas que está preparando una tesis sobre el mundo del espectáculo y con el que comparte confidencias y reflexiones. Por la novela también se asoman otros familiares de Leo, amigos como Luismi o Gabriel, sindicalistas, pintores, artistas de variedades, legionarios, coristas…
Aunque evidentemente hay notas autobiográficas de Carlos Centeno en la novela, y muchos recuerdos de esa niñez en su Melilla, el autor señala que pronto la historia se aleja de esas vivencias que son solo un pretexto, un punto de arranque para contar lo que realmente le interesaba trasladar. Y es que, como señala, la novela debe ser «experiencia, memoria y creatividad. Y si falta alguna de esas no hay novela». La creatividad y la ficción eran los recursos imprescindibles para destapar lo que encerraba el proyecto 'Tela blanca'. En este punto el autor reflexiona sobre cómo los periodistas, conforme maduran, tienen la necesidad de acometer el proyecto de una novela, «quizás para huir de esa realidad a la que estamos atados», incide.
La creatividad y la ficción eran los recursos imprescindibles para destapar lo que encerraba el proyecto 'Tela blanca'
Una de las realidades a las que quería el autor acercarse en 'Tela blanca' era esa España de los años cincuenta, la de la necesidad, la censura, la represión y la falta de libertades; aquella en la que se pasaba hambre. Y especialmente la realidad de una ciudad como Melilla, totalmente cerrada y de espaldas al resto del mundo, «y de la que uno no podía salir porque no tenía un duro para viajar».
Era esa España donde «en no todas las casas había comida; la de aquella situación tan terrible y que afortunadamente ha desaparecido, como era el estraperlo». Esa España del No-Do, «o la mentira veinticuatro veces por segundo», en la que algunos tenían que estar callados o temían ser escuchados. Aunque Centeno es contundente al afirmar que en todo momento ha querido en su novela «no ser sectario». «Mi intención era ser conciliador» y añade que en el libro hay buenas y malas personas, tanto entre los afines a ese mundo opresivo como entre los que eran contrarios y perseguían la libertad. Y es que para el autor de 'Tela blanca' la intención de reflejar esa época tan compleja y llena de dificultades es la de mostrar que en la actualidad, a pesar de las cosas negativas que pueda haber, vivimos en un mundo «infinitamente mejor», más libre, más poderoso respecto a aquella España sin luz.
La verdad de la gran pantalla
El mundo de la cultura y espectáculo —el teatro de variedades, la magia y sobre todo el cine— se convierten en otro de los argumentos importantes de 'Tela blanca'. Un universo que centró buena parte de la labor periodística de Carlos Centeno; y que en el caso concreto del cine está también estrechamente ligado a su niñez, pues como su personaje Leo, Centeno también tuvo un hermano operador de cámara.
Allí, en un cine, como el protagonista de la novela, el autor pasó horas y horas disfrutando de una manifestación artística que luego se convertiría en una de sus pasiones. Si Leo en la ficción calcula que en su vida podría llegar a ver unas 5.000 películas, Centeno cree que ya ha pasado de largo esa cifra.
Un cine que también ha cambiado con el paso de los tiempos. En aquella España de los cincuenta se podría decir que era 'casi terapéutico' porque, como se percibe en la novela, era un mecanismo para viajar, soñar e imaginarse realidades muy lejanas a las de ese escenario oscuro de la España de mitad del siglo XX. Hoy las cosas han cambiado, y fruto de esa transformación «el cine se hace por encuestas; preguntándole a la gente qué películas quiere ver. De hecho no se puede decir ni que sean películas, porque ya no lo son, ahora son audiovisuales», incide el autor.
Leo y Germán
Germán, el vecino que anda con muletas, se convierte en un gran referente para Leo y es el otro gran personaje de la novela. Sin duda era el recurso necesario, como afirma Centeno, para poder trasladar unos pensamientos, «unas reflexiones que en la voz de un niño de la edad de Leo no tendrían sentido».
A través de la madurez de Germán y de la curiosidad de Leo el autor da rienda suelta a las verdades que destilan la novela. La ficción se convierte en el hilo conductor de unas ideas que se afrontan desde la memoria a través del artificio de la escritura; y donde se puede encontrar incluso —aunque el autor no quiere caer en grandes conceptos ni parecer presuntuoso— una ontología del cine, una teoría sobre qué es y qué supone el llamado séptimo arte.
Otra de las verdades que nace de las conversaciones entre Leo y Germán es la eternidad de este arte y como las historias y los personajes, a través del artificio del cine, perduran por y para siempre. «Pasarán los años, pero siempre habrá un momento, en algún lugar del mundo, donde una pantalla proyecte la imagen de John Wayne, de Ava Gardner…», asevera Centeno.
Y entre tanto, se percibe la picardía y la inteligencia de aquellos artistas de variedades de los años cincuenta que con ingenio esquivaban a la censura
El lenguaje del cine se fusiona sin duda con la expresión literaria del autor, pues muchos de los pasajes, de las anécdotas, de las historias que suceden dentro de la trama principal aparecen como secuencias, destellos rápidos y certeros que hacen reflexionar, añorar, o que despiertan sonrisas o muecas. Todo ello salpicado con chistes, juegos populares, refranes, etc., que recuerdan a una época lejana pero no olvidada. Y entre tanto, se percibe la picardía y la inteligencia de aquellos artistas de variedades de los años cincuenta que con ingenio esquivaban a la censura; aflora el pundonor de sindicalistas que defendían con tesón sus ideas; y se revela la simpática complicidad entre vecinos o las relaciones ásperas que en ocasiones fluían entre familiares más o menos cercanos.
Todo ello como si estuviera proyectado sobre la tela blanca y a 24 fotogramas por segundo. O quizás, latidos por segundo.
Periodista, cinéfilo y viajero, bregado en la calle y la cultura
Carlos Centeno, nacido en Melilla y graduado en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, se inició profesionalmente en el semanario 'El Faro' de Motril. Fue redactor de los diarios PATRIA e IDEAL, ambos de Granada, permaneciendo durante años al frente de la delegación de IDEAL en Jaén.
Ha pasado por casi todas las secciones del periodismo y su preferencia profesional siempre ha sido ser redactor de calle o la sección de Cultura. Cinéfilo empedernido y con vocación de viajero, le gusta recorrer España, conoce casi toda Europa y ha visitado con especial interés Argentina o Israel. Tiene escritos varios libros, siendo 'Tela blanca' el primero que se decide a publicar (Editorial Líberman).
Melilla, Motril, Granada y Jaén están unidas íntimamente a su biografía y son las ciudades que lleva en el corazón.
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