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Magüi Mira, tras recoger (o arrebatar) la estatuilla de la Tragantía. J. L. G.
Magüi Mira recoge el Ciudad de Cazorla de Teatro tras encarnar a Molly Bloom

Magüi Mira recoge el Ciudad de Cazorla de Teatro tras encarnar a Molly Bloom

Ante un patio de butacas repleto, la actriz valenciana exhibió sobre el escenario sus magníficos 78 años

José Luis González

Sábado, 29 de octubre 2022, 23:16

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El Teatro de la Merced reverdeció laureles y volvió a la normalidad tras los rigores de la pandemia con una cita de gran altura teatral. Primero, con la puesta en escena de la obra 'Molly Bloom' y, a renglón seguido, con la entrega del Premio Ciudad de Cazorla de Teatro a su gran protagonista, la actriz valenciana Magüi Mira. Que lo recibió primero con un deseo irrefrenable de tener la estatuilla de la Tragantía en sus manos – sin dejar al alcalde, Antonio José Rodríguez, finalizar su alocución – , y después, con unas palabras emocionadas al público, a su público.

Comenzando por el final, por la entrega del reconocimiento, sobre el escenario estuvieron, además del alcalde y el director del FIT, Mario Olivares, los distintos representantes políticos de las administraciones públicas que apoyan económicamente este evento. Y, quizás para redimirse del afán con el que recogió el premio, Magüi Mira dejó caer que estos políticos, «además de hablar y hablar, como dice mi personaje en esta obra, también hacen cosas como esta, como apoyar este festival de teatro».

También se mostró «muy agradecida y feliz» de este trabajo que le regaló la vida y que, dijo, se ha «atrevido a enfrentar con 78 años, con esa complicidad y esa magia que se establece en esta maravilla que llamamos teatro». Finalizó reconociendo que este reconocimiento ha hecho que la noche fuera «muy especial». «Espero que para los espectadores también lo haya sido, porque, como dice Molly, las mujeres necesitamos que nos abracen 20 veces al día para tener ánimos, y yo necesitaba esos 20 abrazos del público del FIT», confesó.

Y el alcalde, antes de que la actriz le arrebatara el premio de las manos, ejemplificó la estatuilla de la Tragantía «como símbolo de la cultura como elemento transformador de la sociedad, sobre todo en este ámbito rural».

Molly

Antes de recibir su merecido reconocimiento, la actriz valenciana exhibió sobre las tablas del teatro de La Merced todo su talento y toda su experiencia como actriz a lo largo de seis décadas. Con un monólogo de hora y media al que le sobró media hora para alcanzar la perfección. Pocos espectáculos de un solo actor o una sola actriz soportan el escrutinio del público más allá de los 60 minutos. Este tampoco.

Aun así, si James Joyce levantara la cabeza, a buen seguro que la volvería a bajar con una gran sonrisa tras observar con agrado esta particular versión de su 'Ulises', publicado hace ahora justo un siglo. Porque Magüi Mira se mente en la piel de una mujer que siente y que habla como tal, sin tapujos, sin medias tintas, sobre lo divino y lo humano, sobre todo de lo humano.

De la libertad o de la ausencia de esta para una mujer de otro tiempo cuya sexualidad era un tabú. Porque las mujeres no tenían acceso a casi nada en aquellos tiempos de principios del siglo pasado. «Yo no he podido estudiar, soy una ignorante, ¡qué lástima!», repite una y otra vez Molly Bloom. Pero las mujeres de entonces sentían como las de ahora, deseaban como las de ahora. Podían ser adúlteras como sus maridos, a pesar de que a ellas se las juzgaba muy duramente por ello. Podían desear a hombres más jóvenes que ellas y fantasear con el sexo «limpio» que la juventud prometía. Deseos insatisfechos de otro tiempo para mujeres de otro tiempo. ¿O no?

Quizás no fueran pocas las mujeres del patio de butacas que se sintieran incómodamente identificadas con Molly Bloom. Señoras del siglo XXI insatisfechas, maltratadas o, acaso, ignoradas en lo más íntimo. Seguramente esa mujer de principios del siglo XX sobre el escenario no esté tan lejos de muchas mujeres contemporáneas. Quizás ese personaje, magníficamente encarnado por Magüi Mira, debiera ser atendido no como una reliquia del pasado, sino más bien como un ejemplo de lo que aun hoy debe formar parte del alegato feminista contra ese heterocentrismo que se niega a ser tan solo un fatídico recuerdo.

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