Ecos de una vida dedicada al órgano
Música litúrgica. Alfonso Medina, a sus 83 años, lleva 45 siendo el organista de la Catedral de la Asunción y asegura que se siente un privilegiado por ello
«Nada en esta vida se obtiene sin sacrificio». Así concluye su relato Alfonso Medina Crespo que, a sus 83 años lleva 45 siendo el ... organista de la Catedral de Jaén. Este sacerdote, natural de Sabiote, cuenta que la suya es una vocación prácticamente extinta en la Iglesia. «Llevo dando misa en Jaén capital desde 1961 y la verdad es que siempre había sido un autodidacta de la música. No fue hasta que terminé mis estudios en el Seminario cuando, ya siendo sacerdote en San Bartolomé, cuando pude estudiar en el Conservatorio de Jaén», cuenta Alfonso, que terminó su carrera de piano en Córdoba.
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No había tocado un órgano nunca pero su gusto musical se había extendido entre sus colegas de vocación, aunque no tenía apenas tiempo para ello por sus funciones pastorales especialmente entre los jóvenes. «Cerca del año 1975, el obispado se organiza y empieza a buscar un sustituto para Don Guillermo, que era el organista de la Catedral pero se estaba haciendo mayor, y fue entonces cuando pensaron en mí», cuenta entre risas.
No tendrá ese relevo natural Alfonso, pues él mismo desvela que no hay ningún otro organista entre los sacerdotes de la provincia y que él se considera uno de los últimos organistas eclesiásticos pues es una profesión que se está extinguiendo. Él lo comprende pues aún recuerda los seis años que tuvo que pasar compaginando sus funciones como sacerdote en San Eufrasio (después fue adscrito en San Miguel y en Sal Ildefonso) con sus estudios de organista en Madrid. «Cada 15 días tenía que ir a Espeluy, dejar el coche allí e irme para Madrid. Comía bocadillos en el tren y la mayoría de las veces me volvía en el mismo día y acababa llegando a casa de madrugada», narra este sacerdote que acabó sus estudios en la Escuela Superior de Música Sacra de Madrid, un centro que hoy en día ya está cerrado por falta de alumnos.
Pero su formación no acabó con los estudios en la capital de España. Alfonso se considera un privilegiado porque durante años ha tenido las llaves de la Catedral de Jaén para poder ir a practicar con un órgano que conoce mejor que nadie. Es él quien cuenta que la caja exterior del órgano es de 1780 pero que en su interior ha pasado por varias etapas. «En 1926 el órgano era de tipo español, con trompetería a cada lado y más de 3.300 tubos pero se le hizo un reforma bastante desastrosa en ese año que lo transformó en uno romántico, con 1.600 tubos y también pasó de tener tres teclados a tan solo dos», aclara el sacerdote apostillando que, en su opinión, la Catedral de Jaén tiene condiciones para tener en su interior un órgano más potente. «En los días en los que hay mucha gente dentro, aunque ahora no se pueda por las medidas de seguridad, el murmullo lo ahoga un poco», añade.
Recuerda con especial ilusión esos días en los que el templo se llenaba para misas como la de Pascua o con motivo del Corpus. «Son días en los que el órgano suena de forma especialmente grandiosa», cuenta con emoción en la voz. Y es que aunque para algunos podría ser un hobby o una profesión, Alfonso entiende que tocar el órgano es la mejor forma que tiene de alabar a Dios.
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Sin relevo
Por eso se lamenta de que cada vez haya menos sacerdotes que sigan con su trayectoria. «Yo entiendo que hay que dedicarle mucho tiempo y que las nuevas generaciones prefieren invertirlo en otras actividades. Hay personas que saben tocar el órgano eléctrico pero no es lo mismo. Por eso ya apenas queda ninguno», especifica sobre los motivos que han llevado a que no haya relevo generacional, al menos de momento, al frente de un órgano tan icónico. También achaca el hecho de que tampoco queden organistas seglares a que haya muy pocas catedrales en España que se puedan permitir tener uno en nómina.
«Yo mientras pueda seguiré y de hecho todos los días intento tocar al menos una hora porque la edad no perdona y las manos van perdiendo su agilidad. Esto es como el atletismo, que es muy ingrato, y si dejas de tocar pierdes mucha habilidad», explica sobre el 'entrenamiento' que tiene que hacer a diario. Pero su intención no es seguir hasta su último día en el puesto por eso espera que sus «palabras sirvan como un pequeño estímulo para que las nuevas generaciones se interesen y empiecen a estudiar» un instrumento que a él le acerca a lo más puro de su vocación sacerdotal.
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