Los granadinos que cazan auroras boreales
Fotografía ·
Un grupo de fotógrafos de Granada viaja cuatro días al norte de Noruega para capturar las impresionantes luminiscencias que se producen entre noviembre y marzoTromso es una ciudad situada al Norte de Noruega. A trescientos cincuenta kilómetros del Círculo Polar Ártico. Es conocida por varias cosas. Por el sol ... de medianoche, por la Catedral del Ártico y su vidriera gigantesca, por su ambiente universitario... y por que entre noviembre y marzo se puede disfrutar de uno de los espectáculos más bellos que ofrece la naturaleza: el cielo se ilumina por la noche en forma de arcos y rizos de tonos verdosos, amarillos y rosáceos. Son las famosas auroras boreales. Y de allí, de Tromso, acaba de regresar un grupo de fotógrafos granadinos y jienenses que han pasado cuatro noches 'cazando' estas hermosas luminiscencias.Se traen un verdadero botín, decenas de imágenes cuya contemplación resulta absolutamente abrumadora. Al frente de la expedición,Miguel Gil, uno de los mayores especialistas en fotografía de paisaje de España. Su empresa, La Fotográfica, está especializada en la organización de viajes por España y Europa, buscando siempre emplazamientos que sorprenden por su belleza.
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«Pusimos nuestra base de operaciones en Sommaroy, al oeste de Tromso, una zona que dispone de pequeñas cabañas familiares para alojarse y que cuenta, además, con unos bajísimos niveles de contaminación lumínica, lo que permite que las auroras se puedan ver perfectamente», explica Miguel Gil. «Estamos en la mejor época del año para ello, y nosotros tuvimos la enorme fortuna de disfrutarlas en todo su esplendor porque en nuestras dos primeras jornadas la atmósfera estaba completamente despejada».
Para ello, para estar en lugar preciso a la hora adecuada, los siete fotógrafos de Granada y Jaén que se desplazaron hasta Noruega contaban con una aplicación que anticipaba una hora cuál sería la intensidad del haz lumínico y el lugar donde se produciría. «Las hay más y menos intensas, pero nosotros las aprovechamos todas», apunta Miguel Gil. A las tres de la tarde, cuando oscurecía en Tromso –amanecía a las 10.30 horas–, hacían un almuerzo cena en el hotel y salían con las cámaras y objetivos preparados para que no se les escapara ni una solo aurora, las que resplandecían más y las que resplandecía menos.
Pero antes de continuar ¿en qué consiste este fenómeno? Se produce cuando átomos y moléculas colisionan en las capas superiores de la atmósfera con electrones de alta energía. El viento solar hace presión contra la magnetosfera, la zona del espacio controlada por el campo magnético de la Tierra, y empuja las partículas cargadas a altas velocidades. El proceso es similar al que ocurre en los tubos de neón. El gas se excita por corrientes eléctricas y al perder su energía, se forma la típica luz rosa.
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Cambio climático
A pesar de la posición septentrional, los expedicionarios no soportaron un frío extremo. «Todo estaba nevado, eso sí, pero ningún día estuvimos por debajo de los cero grados», señala Gil. «Unas condiciones que evidencian que el cambio climático está ya haciendo estragos en zonas como esta».
La expedición, denominada Hunters Northern Lights, estuvo formada por Lidia María Sánchez, José Ángel Blanco, Antonio S. Fernández, Lucía Gámez, Dulcenombre Amate, Pedro Torres y María José González. Aterrizaron en el aeropuerto de Málaga el 23 de enero. Todos con una sonrisa de oreja a oreja y todos con la sensación de haber vivido una experiencia única. «No solo traemos instantáneas maravillosas que podremos compartir y que se convertirán en grandes recuerdos, sino también días de convivencia y de intercambio de conocimientos en torno a nuestra gran pasión por la fotografía», asegura Miguel Gil.
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No es ni el primero, ni el segundo, ni el tercero de los viajes que organiza Miguel Gil junto a Lidia Sánchez y Antonio Fernández, de la Asociación Darwin Eventur. En marzo de 2020 ya realizaron uno a Lofoten, también en Noruega, que no pudieron aprovechar por las inquietantes noticias que llegaban desde España debido a la covid. «Llegamos horas antes de que se declarara el primer estado de alarma, posiblemente en el último vuelo que hubo en meses entre Noruega y España», recuerda Gil. Ahora, con la exitosa aventura de Tromso, han saldado 'cuentas pendientes'.
Miguel Gil lleva media vida vinculado a la cámara. Empezó a disparar con tan solo catorce años, aunque es en los últimos veinte cuando dedica a ello la mayor parte de su tiempo –los últimos quince de forma profesional–. Es uno de los grandes referentes de la fotografía astronómica y, tal como se ha referido unas líneas más arriba, también de paisajes. Ha desarrollado múltiples viajes fotográficos a ubicaciones como el bosque mágico de Gorbeia, en el País Vasco, o emplazamientos más cercanos como el Cabo de Gata. También ha participado en exposiciones colectivas junto a Afogra e individuales, como 'La memoria del barro', que se convirtió en libro.
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La fotografía congela en una milésima de segundo instantes memorables que son, al mismo tiempo, auténticas lecciones de vida. A veces solo hace falta mirar al cielo... y fotografiarlo.
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