Las granadinas que marcan el compás

Y allí, en este espacio tan lleno de significados, comienza y termina la historia de este reportaje que ve la luz un 8 de Marzo, pero que se podría haber publicado cualquier día del año. Un reportaje donde las protagonistas son ocho granadinas que, a base de curro y talento, se han convertido en referentes de la escena musical de Granada, ergo de la escena musical andaluza y española. Unas delante del micrófono, otras tocando el bajo eléctrico, otras a la guitarra, la batería o pulsando las teclas de un piano, otras dirigiendo coros y otras, también, produciendo grandes y pequeños eventos.

Se llaman Esther Crisol, Jihan, Myriam Sotelo, Las Dianas (María, Ana y Laura), Carmencita Calavera, Marisa Asensio, Teresa Martínez y Ahinara Egea. Son, sencillamente, las mejores. Sin distinción de género, raza y religión. Las mejores. «Pedimos que no solo se acuerden de nosotras el 8M, sino en cualquier momento», reclama Carmencita. El plumilla toma nota.

Esther Crisol ha encontrado su voz y su identidad en el flamenco, mucho más que un estilo musical. «Una forma de expresarse», afirma la artista. «Cada concierto, cada ensayo y cada momento en el estudio forma parte de mi camino».

Crisol, a la que recientemente disfrutamos en el espectacular concierto 'De la Antequeruela al Sacromonte' junto a la Orquesta Ciudad de Granada, nunca ha encontrado obstáculos por el hecho de ser mujer, «pero sí es verdad –reconoce– que ser madre y desarrollar una carrera relacionada con el arte y la enseñanza requiere tiempo y dedicación». «A veces –prosigue– te encuentras con miradas que no creen que puedas ser buena cantaora, buena maestra, buena madre y buena profesional». «Ha sido un reto que he tenido que equilibrar, renunciando a ciertos proyectos por mis circunstancias personales, pero que también me han enseñado que las cosas se consiguen únicamente trabajando», reflexiona.

Esther Crisol lo tiene clarísimo: encima de los escenarios no importan los géneros, sino la emoción, la conexión y la entrega. El «verdadero poder», el que radica en la unión entre ellas y ellos.

Myriam Sotelo no solo es la catedrática de Repertorio de Piano más joven de España. Ahora llena auditorios y triunfa por toda España con discos como el último dedicado a los compositores románticos Robert y Clara Schumann junto a su compañero de vida, el violonchelista Alberto Martos. «El mundo del piano no está masculinizado hoy día; todo lo contrario, se potencia muchísimo la figura de la mujer en los ámbitos de la dirección, la composición y la interpretación», asegura. «No existe un desequilibrio por razones de género; lo que prima es la capacidad del discurso y la integridad como músico».

Sotelo, que tiene entre sus grandes referentes a su maestra Moni Herrero, su madre Encarnita y su hija Leonor, afirma que las mujeres compiten en igualdad de condiciones con los varones en las pruebas selectivas, en festivales y en los concursos, «pero lamentablemente las mentes que tratan de zozobrar el talento femenino siguen existiendo, pero se trata de un mínimo porcentaje en la clásica que no merece mayor comentario frente a los que nos empeñamos en que la música sobreviva en estos tiempos de amenaza de lo superficial».

Carmen Caballero, Carmencita Calavera, se ha convertido en uno de los grandes referentes de la escena rockera granadina.Tres discos autogestionados y once años de carretera le avalan –lo celebra hoy con un bolo memorable en el Planta–. «Al igual que mis compañeros, quiero aportar calidad en las composiciones, un estilo propio y que la gente que nos escucha nos reconozca y se lo pase bien», comenta a modo de declaración de intenciones.

«Me fastidia bastante que no me traten igual que a los hombres», confiesa. «Por ser una chica delgada y con voz aguda, he notado algunas veces que me miran con condescendencia e incluso con algo de paternalismo». «¡Señores! –exclama– llevo veinte años en esto, he visto cosas que no creeríais y si sigo aquí, por algo será».

Respecto a la conveniencia de medidas de discriminación positiva, Carmencita no tiene dudas: «Quiero que se nos incluya en festivales por lo que hacemos, al igual que todos los que forman parte de un cartel». «Es cierto que sigue siendo increíblemente vergonzosa la diferencia entre hombres y mujeres dentro del gremio, pero poco a poco vamos metiendo cabeza haciendo valer nuestro trabajo».

Marisa Asensio lleva desde 1989 vinculada a la música, su 'modus vivendi' desde hace veinticinco años. Todo empezó en el Espárrago Rock, donde asumió diferentes responsabilidades en doce de las quince ediciones de un festival que fue pionero en España. En 2007 montó Farasha Producciones, con la que sigue desarrollando proyectos de primer nivel. Algunos tan interesantes como la próxima residencia artística que va a emprender en su pueblo natal, Chirivel (Almería). «Soy la directora de Farasha, pero en realidad lo hago todo, el márquetin, la contabilidad... y durante mucho tiempo compatibilizándolo con mi condición de madre», dice sonriendo. «Este mundo es un reflejo de la sociedad», responde a la pregunta de si se ha sentido en algún momento minusvalorada.

«Al final estás donde estás por tu capacidad, no tu por género», refiere Marisa Asensio, quien no oculta su satisfacción por no faltarle el trabajo –es la programadora de la sala Aliatar, por ejemplo, desde hace años–. «Esta es la mejor señal de reconocimiento al esfuerzo y la capacidad de discernir hacia donde quieres ir gracias a la experiencia». «Con una mala decisión puedes perder en unas horas todo lo que has ganado durante tantos años», reflexiona. Y critica la competencia desleal y que se haya impuesto en la música el dinero por encima del amor.

«Siempre he sufrido la presión de tener que demostrar que, como mujer, merecía estar donde estoy;creo que no sentiría eso si fuera hombre», reflexiona Teresa Martínez, fundadora y directora del Granada Rock Choir, además de violinista y profesora de pedagogía musical. «Desde que soy directora coral, creadora y productora de los conciertos del Granada Rock Choir he flipado con el hermetismo de un mundo muy masculino y muy machista, un mundo donde sientes que ellos desconfían de ti y arriman poco el hombro para enseñarte el oficio».

Respecto al equilibrio entre ellos y ellas en la conformación de una agrupación polifónica, Teresa Martínez explica que «tanto las voces masculinas como las femeninas tienen la misma relevancia, ya que lo importante es enriquecer el sonido armónicamente de forma conjunta». «El mundo coral es el lugar idóneo para convivir en igualdad;es garantía de trabajo codo con codo».

Cuando Las Dianas se suben al escenario no solo hacen un rock fresco y potente, sino un rock comprometido. Sus letras hablan de la situación de los jóvenes, la precariedad laboral o las dificultades para independizarse. Por todo ello, María, Laura y Ana se han abierto un hueco en el mercado. Un hueco muy grande. Han girado por México, están inmersas en un tour que las lleva por toda España y han teloneado a bandas como los mismísimos LoriMeyers en el Wizink Center de Madrid o en la Plaza de Toros de Granada.

«Ser jóvenes y mujeres en una industria tan masculina como esta pasa factura», aseguran. «Han llegado a decirnos que a quién conocemos para estar actuando en un sitio u otro, que solo nos contratan para cubrir las tasas paritarias o que no tocamos bien los instrumentos», denuncian.

Frente a ello, María, Laura y Ana consideran que es un paso muy importante que haya cada vez más compañeras encima de los escenarios y detrás de ellos. «Nos ha pasado muchas veces que vienen niñas pequeñas a nuestras actuaciones y a nosotras nos enorgullece un montón que ellas puedan tener referentes musicales femeninos».

Dicen que 'por sus apellidos los conoceréis'. Pues bien, a Ahinara Egea se la podría conocer por sus apellidos –es sobrina del gran Javier Egea–, pero no, se la conoce por su impresionante voz que, por momentos, evoca a Aretha Franklin, Erykah Badu y D'Angelo. Su banda Akiba Afrobeat es un auténtico espectáculo en directo y también en estudio. «Puedo decir con orgullo que Akiba es un proyecto increíble por el que me apasiona luchar», dice. «Cada uno de mis compañeros son como un maná caído del cielo», confiesa ante la expectativa del gran concierto en el que compartirá tablas con la mismísima Lima Negra. En un futuro cercano también espera colaborar con su gran ídolo, su hermano Javier, sin descartar lanzarse en solitario. Tiempo al tiempo.

Ahinara, que también es bajista profesional, asegura que a lo largo de su carrera ha sentido la discriminación. «Más como 'negra', aunque como mujer me llevo el pack completo», relata entre risas. Ahinara nació en Almería y creció en una familia multicultural en Granada. Un pasado que le sirve para construir un presente y un futuro mirándose en el espejo de grandes como Ella Fitzgerald, pero con ese sello de identidad propia más moderno vinculado al soul y al neo soul.

Jihan nació en Rumanía, de madre rumana y padre sirio. Llegó a España con seis añitos. Ella más que nadie representa la multiculturalidad. También el emprendimiento –ahora mismo está inmersa en la preparación del Festival Todos somos gitanos–. Se define como una artista multidisciplinar, aunque confiesa que ha encontrado en el flamenco «la forma más pura de expresión». «Está dentro de mi alma porque compartimos raíces, historias y fatigas», confiesa. Antes de la pandemia encontró su sitio en el Sacromonte y desde hace tres meses es la madre de Akasha, una cría que mira con los ojos de un ángel. «Estoy en uno de los momentos más maravillosos de mi vida, tanto en lo personal como en lo profesional».

Manifiesta que se ha encontrado con algunas piedras en el camino por el hecho de ser mujer, pero ninguna de ellas la ha parado. «También porque empecé bastante joven y hay quienes se fijan más en la apariencia que en el conocimiento», lamenta. «Falta mucho para la equiparación, pero al mismo tiempo estamos en un punto muy interesante de la historia que marcará un antes y un después», añade Jihan, quien subraya las múltiples iniciativas «para unirnos por el bien común, y por la igualdad de derechos y oportunidades».