Gustavo Gimeno | Director titular de la Filarmónica de Luxemburgo
«Tras mi debut en el Festival, siento que Granada es desde ahora mi casa»El valenciano culmina dos noches de éxito con una formación que ya juega en la primera división europea de la clásica, con un sonido empastado y profundo
El valenciano Gustavo Gimeno (1976) y la orquesta de la que es titular, la Filarmónica de Luxemburgo, han tenido una excelente acogida en e Festival ... de Granada de este año. El jueves por la noche ofrecieron un gran concierto con la pianista pekinesa Yuja Wang, y anoche superaron con un sobresaliente una comparecencia en la que interpretaron 'Angelus Novus' de Tomás Marco y la 'Trágica' de Mahler. El maestro, que pronto tomará las riendas musicales del Teatro Real, y toda la orquesta, han disfrutado de la ciudad y de un espacio, el Carlos V, que les ha sorprendido gratamente.
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–Han sido ustedes muy generosos en su desempeño, ofreciendo varios bises, algo que muchas de las orquestas participantes en este Festival no han hecho.
–Generoso ha sido todo lo que nos ha rodeado en estos días. Esta es una tierra maravillosa, con un público fantástico; el marco, como se suele decir, incomparable. Tras mi debut en el Festival puedo decir que desde ahora siento a Granada como mi casa. El equipo nos ha tratado de maravilla, así que lo mejor que hemos podido hacer es ofrecer todo lo que teníamos.
–La complicidad que usted tiene con Yuja Wang se mostró claramente durante el concierto del jueves.
–Yuja ha sido la solista con quien más veces he trabajado. La confianza entre nosotros y con el resto de la orquesta es total. Ella accedió a venir a Granada porque, en cierta medida, la sedujimos... (sonríe).
–¿Qué hace un valenciano al frente de la Filarmónica de Luxemburgo?
–Valencia es mi tierra, pero ya he vivido más tiempo fuera que en mi ciudad natal. Es la vida la que te conduce, una aventura llevó a la otra, y ahora estoy feliz en Luxemburgo.
–¡Qué país tan particular...!
–Sí, y en cierta medida, me recuerda a Granada, y me explico. Estos bosques de la Alhambra se integran en el paisaje urbano como la propia ciudad de Luxemburgo lo hace. El Puente Rojo, que nos lleva al fantástico edificio de la Filarmónica, está rodeado de árboles. Es un entorno fascinante, muy inspirador.
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«Estoy contento haciendo lo que hago: tocar buenos repertorios ante un público agradecido»
–¿Cómo es trabajar en una orquesta en la que se vuelca todo un país?
–Es fantástico. En el pasado, el gobierno se esforzó para que Luxemburgo fuera conocido por algo más que sus bancos y sus empresas. La Filarmónica es una isla maravillosa en el centro de Europa, con un edificio increíble, de una acústica fantástica y con una arquitectura innovadora. El equipo es fantástico y la programación, de un nivel altísimo: grandes orquestas, grupos de cámara, recitales líricos... Es como si el Festival de Granada durase todo el año. Y en el terreno pedagógico, son pioneros en la organización de actividades musicales, incluso para bebés. Es un lugar estupendo, porque todos los grandes artistas están pasando por Luxemburgo.
–¿Cuál era su objetivo al llegar a esta orquesta?
–Primero, tuve que conocer el contexto, y cuál iba a ser mi papel. A partir de ahí, después de ocho años de trabajo, creo que el balance es bueno, porque hemos hecho grabaciones muy interesantes, interesantes giras, y ampliado el repertorio con autores germánicos, la segunda escuela vienesa... Y también música española, como la de Coll o la de Marco, que hemos tocado en el Festival. Creo que hemos desarrollado un trabajo diario, que se ha reflejado en estos conciertos, constante y consistente.
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–El jueves acabaron el concierto con Falla.
–Así es. Y desde mi primera temporada, le introdujimos en la programación. Enriquecer los programas ha sido desde siempre una prioridad para nosotros, y creo sinceramente que en estos dos días en Granada hemos ofrecido mucha y muy buena música.
Fondo y forma
–Son ustedes clásicos, en el fondo y en la forma. Con frac a pesar de las altísimas temperaturas... Y usted, dirigiendo con batuta, 'comme il faut'.
–Para nosotros, es una cuestión de respeto. De hecho, cuando se planteó la gira española, se habló de la vestimenta, y surgió la propuesta de aparecer en camisa, dadas las altas temperaturas previstas. Cortés pero firmemente, me negué. Igualmente, cuidamos mucho la entrada y la salida del escenario. Me siento orgulloso porque, también en este terreno, tenemos un sello propio. No tenemos quizá la trayectoria histórica de otras orquestas, pero creo que hemos ofrecido lo que el Festival de Granada merece: un nivel de implicación máximo.
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–Comparte la titularidad de Luxemburgo con la de Toronto. ¿Cuáles son sus planes futuros?
–La verdad es que mis planes pasan por cumplir los compromisos que ya tengo firmados. Es el tipo de vida que he escogido y el que me apetece tener en los próximos años. Cuando finalice mi compromiso con la Orquesta de Luxemburgo en junio de 2025, continuaré con la Orquesta Sinfónica de Toronto hasta 2030, e inicio mi colaboración como director musical del Teatro Real. Es decir, que mi tiempo entre 2025 y 2030 va a estar a caballo entre Madrid y Toronto, entre lo sinfónico y lo operístico. Lógicamente, esto dejará muy poco espacio para otras colaboraciones. Aunque el año próximo, por ejemplo, dirigiré en San Francisco y Los Ángeles, y regreso al Concertgebouw.
–¿Qué le hace feliz?
–Hacer justamente lo que hago. Estar con mi familia, disfrutar en lugares como este, hacer repertorios que me gustan con solistas de total confianza, ante públicos entregados que llenan la sala. Para mí, no existe otra felicidad que no sea esta. Y pienso que lo que hoy vivo es el resultado de años de trabajo serio, concienzudo, que afortunadamente, ha dado su fruto.
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