Palabras divinas, música humana
Andrés Molinari
Lunes, 24 de junio 2024, 00:08
Cuatro, siete, infinito. Cuatro instrumentos de cuerda para 'Las siete palabras de Cristo en la cruz', esa maravilla que escribió Joseph Haydn para la Santa ... Cueva de Cádiz y que ayer escuchamos en el San Jerónimo de Granada. De nuevo el Cuarteto Quiroga y una vez más el deleite de escuchar su música infinita, su conjunción precisa, su sonido limpio y a la vez rotundo.El crucero del templo dedicado a la Concepción, incrustado en el monasterio jerónimo, pareció fabricado por seres sobrenaturales. Porque su reverberación, ampulosidad pero respeto, añadió solemnidad a una partitura que Aitor, Cibirán, Josep y Helena leyeron, unas veces todo emoción y otras plena ceremonia, acorde con cada palabra pronunciada por Jesús desde la cruz. Puede que el pizzicato de la 'sed' sólo se oyese en las primeras filas, pero lo demás fue un dispendio sonoro sobre las dieseis cuerdas cantarinas. Difícil pillarle el tono a este Haydn, con su pluma acostumbrada a música de salón, cuartetos para las tardes de palacio, y ahora evocador de un calvario parlero, Gólgota evangélico. Pero el Cuarteto Quiroga sabe hacerlo.
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Miradas de complicidad, gestos acorde con cada arpegio que es una interjección desde la cruz, esmero en las repeticiones, alma y vida de esta obra en siete partes, que son ocho pero que añoran el infinito divino. Para que cada sonata logre entrar más diáfana en el laberinto de nuestra comprensión humana, Cibián Sierra, el violín segundo, fue introduciéndolas diciendo el texto evangélico concreto. Su lectura pausada, su buena voz, audible hasta el sotacoro, y su prosodia muy teatral seguramente agradaron mucho al público asistente que llenó por completo la nave del templo, este año menos usado que antaño. Música humana. Demasiado humana. Porque la pasión y la furia los transparenta a los cuatro como asaz humanos, a pesar de rasguear palabras divinas. Tanto, que su deseo de gustar en el terremoto final, por impetuosos y vehementes, les jugó una mala pasada: taburete que sonó al arrastrarse, precipitación innecesaria e hilo del arco por los aires. Pero es pavesa que en nada grisea una música portentosa, una entrega decidida, una minuciosidad encomiable. Sus tabletas electrónicas también usan la ortopedia del trípode. Ya no hay papel en sus atriles, pero el Cuarteto Quiroga siempre hace un buen papel cuando tañe en el Festival.
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