Las inevitables contradicciones de la existencia, en el patio de los Arrayanes
El Mandelring Quartett revisita con la pianista Judith Jáuregui algunas de las lúcidas páginas de la música de cámara de Dmitri Shostakóvich
La muy tórrida y llena de mosquitos noche del lunes en el patio de los Arrayanes vino acompañada de uno de los recitales de cámara ... más interesantes del ciclo del Festival de este año. En primer lugar, abriendo fuego –aunque el fuego estaba en el ambiente– la muy elegante pianista Judith Jáuregui con los 'Aforismos', que, como su equivalente literario, fueron anoche frases sentenciosas –musicales en este caso– que colocaron rápidamente al público en situación. Jáuregui es una gran especialista en la obra del compositor ruso. Este mismo año, en marzo, interpretó 'Anti–formalist Rayok' ('Asamblea anti formalista'), con el Coro del Teatro Real, un alegato en contra de las directrices de Stalin, quien ordenó anatemizar la música experimental para imponer la popular «de buen sonido».
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Y buen sonido fue lo que salió en este primer ramillete de diez piezas cortas que Jáuregui interpretó con maestría. Desde el brevísimo 'Recitativo' inicial, el conjunto de diez números fluyó con facilidad por entre sus dedos. Ciertamente, no es esta la música preciosista que 'El padrecito' tanto admiraba, pero contiene entre sus notas toda una declaración de principios que, sin dejar de ser 'clásica', es capaz de romper, a veces con un dolor claramente expuesto, con el credo estético de la época en que vieron la luz. Guiños cómplices, preciosismo a ratos... En cualquier caso, una obra capaz de ofrecer al oyente, en menos de 15 minutos, una panoplia de evocaciones sonoras más que considerable.
El Mandelring supo llevar con paso firme los diversos 'saltos de tempo' que exigió el 'Cuarteto número 8 en do menor'
Unos minutos de retoque escénico –hubo que mover el piano para dejar sitio a los componentes del Mandelring– fueron el preludio de una obra mucho más tardía en su composición que la precedente, el 'Cuarteto de cuerdas número 8 en do menor'. Los cinco movimientos, ejecutados sin pausa, abren el debate sobre si esta es una creación antiestalinista o una condena de los crímenes del fascismo. En cualquier caso, desde el 'Largo' inicial, somos conscientes de estar ante una obra que 'suena' a Shostakóvich. En ella se mezclan detalles de su 'Primera sinfonía', de la 'Quinta', y pistas dejadas adrede para los 'muy cafeteros', que identifican la estructura con las iniciales del propio músico. El salto entre movimientos –del muy pausado 'Largo' inicial al vertiginoso 'Allegro molto', segundo movimiento– se realizó sin fallo, y las referencias casi folclóricas de este dieron paso al 'Allegretto' central antes de sumergirnos en los dos 'Largo' finales, recapitulativos y llenos de citas variadas.
Tras el descanso, el Mandelring y Jáuregui coincidieron todos juntos en el escenario para interpretar el 'Quinteto para piano y cuerdas en sol menor', op. 57, situado temporalmente entre la primera y la segunda de las obras, compuesto en los prolegómenos de la 'Guerra patriótica' soviética, tras la primera advertencia de Stalin a Shostakóvich, y tras, también, su primera condecoración. Como la propia vida del compositor, un continuo ir y venir con la emoción como testigo.
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