Ver fotos

El grupo inglés The Sixteen interpretó anoche en el Palacio de Carlos V de Granada música editada en Venecia en 1610. ALFREDO AGUILAR

Música antigua: Corazón del Festival

Memorable actuación del grupo The Sixteen en el Palacio de Carlos V, con música del siglo XVII

ANDRÉS MOLINARI

Granada

Miércoles, 26 de junio 2019, 02:30

El acercamiento de la gente a la música clásica suele serpentear por un recorrido muy diferente al que ha seguido la historia de este quehacer ... artístico del hombre. Por regla general uno se va aficionando a escuchar este tipo de música oyendo piezas románticas, valses, danzas, obras concertantes de Mozart, la quinta de Beethoven... Más tarde pasa al barroco: Vivaldi, una pieza de Albinoni. Llega al Bach más sencillo, y de ahí el salto más importante: Descubrir la música antigua, la gestada en los siglos XVI y XVII, e incluso antes. Entonces es cuando se descubre, de verdad, el corazón de la música. Que es un latido que ya nunca cesará.

Publicidad

La música inmediatamente anterior al barroco posee un atractivo arcano que pocos han logrado descifrar pero muchos seguimos disfrutando. Sobre todo si se oye interpretada por grupos como The Sixteen, que aúnan el mejor criterio historicista con el arte de la interpretación y la tenue, pero palpable, pasión que ponen los ingleses en casi todo lo que hacen. Ya sabemos que explicar la belleza es pasatiempo de necios y subempleo de pedantes, pero de alguna forma hay que interpretar lo escuchado anoche en el impertérrito anillo del Palacio de Carlos V. La maravilla gravitó sobre los tres océanos señalados: Rigor con la historia de la música de comienzos del siglo XVII, perfección en la vocalización que siempre encontró su adecuado empaste en la calidad sonora en la pequeña orquesta unas veces acompañante y otras protagonista, y cercanía en lo estético, amparada por la teatralidad.

Un teatro que quedó insinuado desde el primer acorde del concierto. Porque a Monteverdi le ocurre lo que luego a Verdi, que hagan lo que hagan siempre suena a ópera. Pero de forma más tácita el director jugó al teatro de los espacios del palacio y los acomodos de sus compañeros, con un dúo de tiorba y soprano incrustado entre el público, como raro camafeo, parejas de tenores por las andanadas, como los diáconos se esparcían por los triforios de las catedrales, tríos de mujeres en lo más alto de la escena... Lo que a Monteverdi le hubiese gustado de haber estado anoche corpóreamente en Granada.

Un teatro que quedó insinuado desde el primer acorde del concierto

La hora de vísperas

Vísperas es el nombre que recibe la penúltima de las horas canónicas del día. La comunidad de religiosos la reza tras ponerse el sol, por eso a veces va precedida del tercer rezo del Ángelus. En su texto, y a veces en su música, suele exaltar y parafrasear la festividad del día, de forma que muchas vísperas con entidad propia llevan el epíteto hagiográfico. En este caso de La Virgen María. Al ser una miscelánea entre las deprecaciones y las alabanzas, en las vísperas se pueden mezclar responsorios, motetes, salmos, letanías, solos musicales ortográficos, himnos, etc. Es lo que hizo Claudio Monteverdi y lo que comprendió perfectamente Harry Christophers: variedad sin desmerecer la unidad y sin descomponer la armonía. Dirigiendo un grupo en el que lógicamente brilla más el conjunto que las individualidades. Lejos aún está el romanticismo y su descubrimiento de los personalismos.

Un director de grato recuerdo cada vez que ha pisado nuestro Festival. Siempre circunspecto, siempre actor a la vez que director. Expresivo con su balanceo de hombros, manos abiertas para convencer, pulgar e índice en rosco para aquilatar en lo justo, sembrador de entusiasmo y cosechero de lindezas.

Publicidad

Así se comprende que este Vespro della Beata Vergine haya conseguido tantos instantes de grandeza, cuando los tenores, henchidos de melismas, dialogaban con el bajo continuo o las dos sopranos son amadas tiernamente por el arpa.

Lo pequeño siempre es grande

El grupo inglés The Sixteen, es decir 'los del dieciséis', interpretaron anoche en Granada música editada en Venecia en 1610, es decir del primer decenio del siglo XVII. Triángulo de lugares y de tiempos. Lugares como Inglaterra para ser esmerados músicos, Italia para haberla compuesto con tantísima exquisitez y Granada para acogerla entre las páginas más notables y brillantes de su Festival. Y dos tiempos: este final de la segunda década del siglo XXI, en el que la música antigua está siendo mimada como se merece, al menos por nuestro Festival, y aquellos años de la primera década del siglo XVII que vieron, por ejemplo nacer el Quijote y morir uno de nuestros músicos más insignes: Tomás Luis de Victoria.

Publicidad

Monteverdi, que vivió entre ambos siglos, casi por igual, ha pasado a la historia de música como esmerado compositor de madrigales y creador del drama lírico que devendría en ópera. Pero anoche escuchamos su faceta más cercana al mencionado Victoria. Su faceta de compositor sobre temas de la liturgia católica. Y todo en las voces y los sones de un grupo reducido en cantidad pero gigante en calidad, como es el que creó y dirige Harry Christophers.

Voces abiertas, más naturales que las que luego almidonará el bel canto y la ópera engolada, menos mujeres pero conspicuas, una orquesta atípica con muchas maderas, algunas de ellas singulares, empaste sonoro bien coordinado por el órgano como continuo. Para qué seguir. Una vez más lo pequeño era una apariencia, lo grande un resultado.

Publicidad

A la hora de vísperas le seguía la de completas. Era la forma de cerrar, de forma cabal y sin olvidos, la jornada, dedicada por entero a mayor gloria de Dios. En nuestro concierto, las vísperas escuchadas no necesitaron de ese estrambote, de esa última hora del día. La noche ya fue completa gracias a que la música antigua es lo más moderno que puede ofrecer un festival.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad