El emperador del flamenco
Festival ·
El cantaror Israel Fernández levanta de sus asientos al público del Palacio de Carlos V con un recital en el que reinterpretó al piano temas de su repertorio y demostró por qué es uno de los grandesLa gran virtud del arte flamenco es que apasiona a los entendidos y emociona a los profanos. El Palacio de Carlos V se llenó anoche ... de los primeros y también de los segundos. Oficiaba nada más y nada menos que Israel Fernández y las dos mil entradas duraron menos que un sugus de fresa en la puerta de un colegio. Porque los primeros, los que saben, ven en este señor un perfecto dominio de los cantes, mientras que los segundos notan, desde la primera estrofa, que una fuerza desconocida les araña el corazón.
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El toledano, uno de los grandes referentes de la nueva hornada de flamencos, trajo al Festival un regalo en forma de reinterpretación al piano de algunas tonadas de 'Por el amor al cante', su último y exitoso trabajo discográfico (2024) junto al gran Antonio El Relojero. El espectáculo, titulado 'Mi cante al piano', fue tan hermoso y evocador que pareció que durase cinco minutos. Gozada total.
Para una ocasión tan especial como esta del Festival Internacional de Música y Danza, Fernández se rodeó de un cuadro de virtuosos que rayaron a su misma altura. Impresionante su amigo del alma Diego el Morao a la guitarra e impresionantes también Ané Carrasco a la percusión y El Jali y el Pirulo a las palmas. Un recital técnicamente impecable en el que Israel Fernández, al que se le vio disfrutón y entregado, consciente de donde estaba, repasó desde la silla de enea en el primer acto y luego con la maravillosa resonancia del piano temas de su repertorio, arrancando con una preciosa malagueña. Qué bonito sonó.
Cómo sobrecoge, por cierto, la sonoridad del Palacio de Carlos V con voces tan portentosas como la de Israel Fernández. El Festival no se entendería sin el Palacio y, después de setenta y cuatro ediciones, el Palacio ya no se entiende tampoco sin el Festival. Suenan increíbles orquestas y cantantes. No había más que fijarse en las caras del respetable –qué alegría ver gente tan joven en el Festival– y escuchar esos olés tan sentíos con cada remate del cantaor que, a sus casi treinta y seis años –los cumple dentro de unos días–, está llamado a marcar una época, si no lo está haciendo ya.
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Ocasión especial
Una ocasión especial, esta de Granada, porque Fernández encandiló con su voz dulce y doliente, pero también con las ochenta y ocho teclas del piano, un instrumento rico y versátil que aprendió a tocar en la iglesia de su pueblo de forma autodidacta –él mismo reconoció sus limitaciones e incluso pidió disculpas– y que aportó un punto íntimo. «Hay cosas que no apreciamos hasta que se van», confesó el propio Israel Fernández en la previa. La actuación de Israel Fernández, su primera vez en el Palacio de Carlos V, donde sí ha estado en alguna ocasión como espectador, tuvo mucho de improvisación. La velada se había anunciado que se vertebraría en torno temas que conforman 'Por el amor al cante', donde muestra esa mirada al ayer, pero también al hoy y al mañana. Como lo demostró cuando se fue por granaínas, «toda una responsabilidad estando en la tierra en la que estamos».
La ovación, con el público levantado de sus asientos, fue atronadora. Hasta los pajarillos se unieron a la fiesta. Una noche para el recuerdo.
Como posiblemente sea la de hoy, con 'La diva enamorada' de la soprano norteamericana Sondra Radvanovsky acompañada al piano por Anthony Manoli en el Patio de los Arrayanes.
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Señoras y señores, esto es el Festival de Granada.
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