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El cuerpo según Martha Graham, entre el ángel y la furia
La famosa compañía de danza recordó anoche a la artista de Pensilvania con cuatro de sus más brillantes coreografías
ANDRÉS MOLINARI
GRANADA
Domingo, 23 de junio 2019, 02:40
Noche de bríos y de recuerdos. De estética limpia y emociones sin empalago. Noche de danza blanca y de cierta distancia estética en lo abstracto, ... bajo un cielo oscuro, sin luna, que cubría los cipreses del Generalife, mientras una brisa fresca comenzaba a hacerse dueña de Granada.
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Un reencuentro feliz con la forma americana de entender el arte del cuerpo humano en movimiento. Primera noche de danza en nuestro festival granadino para admirar el legado de la grandísima creadora de Pensilvania, que sigue vivo a través de la compañía que lleva y conserva su nombre. De la estatuaria blanca a la languidez del desamparo, de la tersura en los músculos masculinos sólo cubiertos por una piel brillante, hasta el vuelo etéreo de las faldas femeninas, del solo melancólico a la furia propuesta por la música de Igor Stravinsky: instante inolvidable.
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Artistas Compañía de Martha Graham. Coreografías de Graham, Pagarlava, Paul y Keigwin.
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Programa 'Diversion of angels', 'Ekstasis', 'Lamentation variations' y 'The rite of spring'.
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Ambiente Teatro del Generalife. Lleno.
Noche completa empapada de remembranzas pero henchida de actualidad, porque el ballet, como la música, es una de las formas mediante las cuales la creación humana lucha contra el denodado tiempo, con sus mismas armas de fugacidad y laconismo, pero nunca de olvido. La memoria siempre vence a lo efímero. Por eso anoche saludamos la vuelta a Granada de Martha Graham, en la vida permanente que le da la compañía que lleva su nombre y que hunde sus orígenes en aquellos felices años veinte del siglo que hace ahora diecinueve años que dejamos atrás.
Miscelánea Graham
Aquella elegantísima señora, con su inmenso moño entre étnico y japonés, volvió a revolotear por el Generalife. Entre los cipreses enhiestos, entre el público entusiasta. Dos coreografías clásicas de la norteamericana arroparon tres Lamentaciones de Bulareyaung Pagarlava, Nicolas Paul y Larry Keigwin.
Todo comenzó con 'Diversion of angels', una pieza cercana y sutil, con música de Norman Dello Joio. El suelo fue yacija de caminares y de dejadeces, hombres sin camisa y mujeres de falda vaporosa se dejan seducir por la horizontalidad ambiciosa de gravedades. Al suelo caen y desde el suelo renacen. Esas faldas blancas, rojas o amarillas, desdeñosas del plisado, esos pantalones color tierra, ese ir sin más rumbo que volver, a veces me parecen los vilanos evanescentes que dentro de poco poblarán el campo andaluz, salidos de un vegetal inhóspito y extravagante, de un suelo seco pero no infértil, que danzan ansiando ser dirigidos por una genialidad llamada Martha Graham.
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Anoche vimos un amor intuido, una geometría de piernas en casi ciento ochenta grados. Como el vuelo sigue siendo quimera para el hombre, ellas levantan sólo uno de sus pies por encima de todo el cuerpo, con una técnica impecable y una preparación gimnástica evidente pero nunca demasiado patente. Aves trasmutadas en mujeres, alas que llegan a ser brazos, tan paralelos al cuerpo que emocionan. Cómo logran que ambos pies diverjan en tanto extremo es un precioso secreto: uno al cielo, otro casi ni toca el suelo. Un par de revolcones, muchas uves con los brazos hacia arriba. En realidad, uno comprende el título de la pieza. No sólo los ángeles se divierten hablando de amor, también los hombres disfrutamos imaginando.
'Ektasis' es un solo coreográfico, interpretado por Virginie Mécène, sobre música de Lehman Engel. Pero decir solo es errar la denominación. Mil sugerencias acompañan el cuerpo solitario de esta mujer en el escenario. Ahora todo el brío que hizo famosa a Martha Graham se convierte en embeleso casi estatuario, discusión entre hombros y cadera, despertares de gestos nuevos, melancolías subrayadas por el vestuario también diseñado por la coreógrafa que nos dejó tan huérfanos de belleza un primero de abril de 1991.
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Primavera bien consagrada
'Lamentations' gozó de la presentación del vídeo antiguo. Y a mí me recordó a Jeremías. El profeta ya avisó a Jerusalén sobre sus desmanes y excesos. Y aquí tres coreógrafos expresan su lamento por un aciago once de septiembre en Nueva York. Jeremías estaba casi desnudo cuando anunciaba la que sería la destrucción de Jerusalén a manos de Nabucodonosor. Aquel dolor, aquella congoja, nos la trasmiten los tres coreógrafos resumidos en once minutos, precedidos por un solo cuerpo de mujer que se retuerce de mudez. Un tejido color cuaresma cubre todo el cuerpo agitado y doliente de esta mujer proyectada sobre la pantalla, danzarina sin ballet. Luego más temblor, más cuerpos caídos, más dolor por un cielo manchado de aviones.
Para la 'Consagración de la Primavera', de nuevo torsos masculinos desnudos y toda la riqueza tisular en la parte baja de los cuerpos. Una coreografía grupal que prende y sorprende, con elegantísimos oleajes de hombres ritmados a base de rigideces casi castrenses, gran amor al círculo que lo es todo en la música de Stravinsky, pequeño desarrollo vertical con un altar trasero para la inmolación. Precioso aleteo final de la mano del chamán sobre el espasmo facial, portentosa Charlotte Landreau, tan actriz como bailarina.
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Ayer estrenábamos el verano astronómico de este año, pero fue la primavera de Graham y Stravinsky la que se adueñó de la primera noche del Festival. Y todos nos dejamos llevar por la suplantación, porque hay disparidades que gustan y enriquecen, que colman de encanto una velada de ballet, ya de por sí mágica por ocurrir en el Generalife, noches que nos dejan ese buen sabor a arte y a obras bien hechas, que siempre ha sido el rastro de la Martha Graham Dance Company, allá donde es recibida.
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