Momento del recital de Ituarte en el Corral del Carbón R. L. P.
Culturas

Bravísimo Miguel Ituarte

El pianista ofrece una Tercera sinfonía de Beethoven antológica, sacando el máximo partido de una enrevesada obra

José Antonio Lacárcel

GRANADA

Viernes, 17 de julio 2020, 01:47

Anoche otro nuevo encuentro con Beethoven. No olvidemos que estamos en año Beethoven, en año de conmemoraciones, en año de efemérides. Pero claro la maldita ... pandemia nos ha descolocado en tantos y tantos aspectos, y el musical no iba a ser una excepción. Menos mal que el Festival ha tenido en cuenta tan importante tema y ha sabido llevarlo de manera ejemplar ofreciéndonos la posibilidad de degustar el mejor Beethoven, en este caso el Beethoven que resulta tanscrito al piano por otro genial compositor y pianista como era Franz Liszt. Jóvenes intérpretes, de una muy contrastada calidad nos están ofreciendo esta integral de las Nueve Sinfonías, vertidas al piano, algo que teníamos muchas ganas de poder saborear y que por fin se hace teniendo como marco el bello y, para mí, muy sugestivo Corral del Carbón.

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En esta ocasión dos sinfonías que, dentro de la unidad beethoveniana, ofrecen considerables contrastes. De un lado la elegante, exquisita y bien trazada Primera Sinfonía. Estamos como el día anterior en las sonatas para violonchelo. Hay muchos que han escrito y afirmado sobre la influencia mozartiana.

Con todos los respetos veo aquí bastante clara la personalidad de Beethoven, aunque es bien cierto que todavía no se ha desarrollado en toda su intensidad, todavía no es el Beethoven arrollador, excepcional, el genio cuya personalidad arrasa y enamora. Pero esta primera sinfonía podría muy bien ser calificada de primorosa, es elegante, con un toque de exquisitez. Una obra en la que, insisto, ya se ve con claridad al genial compositor.

Claro que después viene la Tercera, la Heroica y ya estamos hablando del gran Beethoven, del Beethoven inconmensurable, del excepcional autor, del genio. No tengo más remedio que personalizar porque la Tercera es una de mis obras favoritas. La veo como punto de partida, como punto de arranque del posterior desarrollo sinfónico de Beethoven. Quizá, y sin quizá, en su tiempo no fue suficientemente apreciada, pero es el punto de arranque de una creación sinfónica, única y excepcional. Y creo que es de justicia congratularse con la formidable versión que supo hacer Liszt, sin que se perdiese ni un ápice la enorme personalidad de Beethoven y que tan bien supo transmitir a su obra sinfónica. Vuelvo a insistir el piano habla con lenguaje orquestal, el piano es algo que trasciende de sí mismo y se produce una simbiosis mágica, enlazando estos dos nombres: Beethoven y Liszt.

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Y anoche hubo que añadir otro nombre: Miguel Ituarte. Sensacional, excelente, nos ofreció una versión de la Tercera antológica. Por mi carácter no soy de los que gritan bravo, pero en mi interior lo grité bien fuerte porque Miguel Ituarte, al que ya vimos hace pocos años en este mismo escenario, ha sido un afortunado transmisor de todo el mundo de belleza, de genialidad sonora que consigue Beethoven, que transforma Liszt y que Ituarte sabe plasmar en afortunada versión muy trabajada, venciendo las dificultades que tiene tan enrevesada obra en su versión pianística, sacando el máximo partido de la belleza, de la calidad, y de la profunda intensidad que Beethoven y después Liszt, ofrecen en tan hermosa obra.

Desde el primer movimiento, donde la concepción sinfónica ya es otra cosa diferente a lo que era habitual hasta entonces. El segundo, con esa enorme solemnidad, en el tercero, la versión de Ituarte nos hacía sentir la cercanía de las trompas. Y el cuarto, dechado de belleza, genial aportación a las páginas sinfónicas. Ha hablado el piano, Ituarte, el lenguaje único de la música. Ha sido la suya una interpretación de una gran altura. Qué bien ha hecho el Festival en ofrecer esta actuación de este pianista joven, pero de una calidad realmente importante.

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Y antes una versión limpia, exquisita, llena de sutil belleza, de ese primor que es la Primera Sinfonía beethoveniana. Qué bien la supo transcribir Liszt y qué bien la ha sabido interpretar Ituarte. Y como delicioso aperitivo esas Variaciones que nos preludiaban el majestuoso último movimiento de la Heroica. Para mí, un concierto, un recital para no olvidar.

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