Bernard Foccroulle recorre Europa subido en el órgano de San Justo y Pastor
El intérprete belga hizo anoche un viaje musical entre la Italia de Girolamo Frescobaldi y la Alemania de Bach con paradas en España, Francia y su país
Miércoles, 23 de junio 2021, 01:01
Bernard Foccroulle (Lieja, 1953), es lo que podríamos calificar como un «artista total»: intérprete, compositor y gestor –tuvo en sus manos La Monnaie y el ... festival de Aix–. Su escuela se remonta a los tiempos del Barroco, su periodo musical preferido. En la noche de ayer, se colocó ante un remozado órgano de la colegiata de San Justo y Pastor para ofrecer un programa de los que le gustan, ya que algunas de las piezas interpretadas forman parte de sus grabaciones más exitosas con y al margen del Ricercar Consort.
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Comenzó con Frescobaldi y su muy colorida 'Toccata quinta sopra i pedali per l'organo, a senza', apropiada para hacer entrar en calor tanto sus dedos como al auditorio, que casi llenó la colegiata. Esta, junto con 'Capriccio sopra la bassa fiamenga' fueron una estupenda introducción, debido a la particular habilidad de Frescobaldi para romper los cánones de su época. La expresión de Foccroulle sobre el instrumento fue abierta, casi festiva, como requería una obra que remite a una época de flores y diletantismo.
La expresión de Foccroulle sobre el instrumento en las obras de Frescobaldi fue abierta, casi festiva
Tras este prólogo profano, entró directamente en la música religiosa, con el 'Salve Regina', del inglés refugiado por sus pecados en Países Bajos, John Bull. Es esta una obra que exige al organista obtener el máximo partido al fuelle, dado que sus cinco números, 'Salve', 'Ad te clamamus', 'Eia ergo', 'O clemens' y 'Pro fine', recorren los estados de ánimo del creyente ante la divinidad:la adoración, la constatación de la pequeñez humana, la súplica y finalmente, la alabanza. Brillante Foccroulle en los pasajes más introspectivos, con el 'tempo' justo, con la sobriedad necesaria. Y luego, en el 'Pro fine', sacando todo el partido a la sonoridad del órgano.
Muy distintas a las dos anteriores son las obras de Francisco Correa de Arauxo, la representación española –una de las mejores posibles– en el programa de ayer. Los 'tientos' del sevillano constituyen una de las cumbres de la música barroca de nuestro país. En los cuatro que interpretó el belga se funden las armonías más complejas del sobrio 'Tiento 51', con juegos tonales que apuntan la influencia del estilo renacentista, con otras como el 'Tiento 2 de segundo tono', que muestran su sensibilidad hacia los jóvenes intérpretes y su empatía –no existía el manido concepto, pero ya se practicaba, disfrazada de misericordia– con quienes comenzaban su carrera, al ofrecer melodías hechas para el lucimiento, capaces de ofrecer a sus ejecutantes un premio en el arduo camino del aprendizaje.
Explosión a la francesa
Louis Couperin, tío de Couperin 'El Grande', puede ser tachado con muchos adjetivos, pero uno de ellos nunca puede ser el de aburrido. Sus 'Deux fantasies', pertenecientes a su periodo cortesano, reflejan un interés por agradar, convirtiéndose en la música de fondo de simulacros galantes. Un adecuado puente musical hacia la recta final del concierto, con el inevitable –para bien, siempre– Dietrich Buxtehude, autor de una producción tan monumental y de una influencia tan brutal que hoy cualquier organista le tiene como referencia. Su ascendiente sobre el más grande, Johann Sebastian Bach, quien le tomó como referencia, hizo al público disfrutar con la conexión entre ambos.
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Fue el momento idóneo para volver la cabeza hacia el coro, donde Foccroule atacó la 'Fuga sopra il Magnificat, BWV 733' con tanta decisión como delicadeza. Más que interesante inicio para el ciclo del órgano del Festival.
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