Wang al piano, y Gimeno, de espaldas, ante la orquesta. F. Rodríguez
Crítica

Luxemburgo: pequeño país, gran orquesta

Andrés Molinari

Sábado, 8 de julio 2023, 00:31

Luxemburgo no limita con Valencia. Pero su orquesta filarmónica sintió querencia por la ciudad mediterránea. No sólo su director, Gustavo Gimeno, es valenciano, sino que ... el inmenso grupo orquestal comenzó su estancia en Granada con una interpretación grandiosa y hercúlea de 'Aqua cinérea', del compositor Francisco Coll, paisano de Gimeno. Ahí las percusiones inauditas, ahí las interesantes disonancia del metal, ahí la imagen, casi cinematográfica, que palpita secuencias entre el estalactítico goteo y el volcánico estropicio. Agua sempiterna frente a un reguero de ceniza que deja aquella lava cuando se apaga, como pronto se apagaron los aplausos del público, reacio a esta música de audición primeriza.

Publicidad

El pequeño territorio y gran ducado centroeuropeo tampoco limita ni con Rusia ni con China, pero uno de los hitos de este festival fue la noche en la que se avinieron lo pequeño con lo grande. Si minúsculo parece el estado luxemburgués, comparado con la inmensa Rusia natal de Rajmáninov o con la nación asiática surcada por la Gran Muralla, de donde nos llegó la pianista Yuja Wang, más contrastes estaban por llegar. Ella es una mujer tenue en apariencia, minúscula a primera vista, frágil de parecido, pero de pronto se torna inmensa ante un piano no demasiado acorde con su espectacularidad. Y grande el conjunto que la arropó sin atajos. Pero no nos engañemos. El innegable atractivo de verla interpretar las variaciones de Paganini radica, más que en la pureza musical o en la perfección estética, que las rozó, en ese contraste entre la aparente debilidad de la heroína y el resultado rutilante de su lid. Si añadimos el gusto con el que el público siempre acoge esta romántica obra, el atavío plateado, casi hipnotizante de parpadeo, de la pequinesa, y su lectura más que extrovertida de la partitura, comprendemos el delirio del Carlos V puesto en pie, obligándola a los tres bises, ciertamente preciosos, a los que su gracejo nunca fue reacio, ganándose el éxtasis con justicia.

El vals diluyó sus fronteras austrohúngaras conforme cabalgaba en siglo XX. Un acierto del programa unir en la segunda parte del concierto la suite de 'El Caballero de la Rosa' de Strauss con 'La Valse' de Ravel, tan iguales y tan complementarias. Aquí Gimeno, gustoso de la batuta larga y del gesto ampuloso, demostró ser ya uno de los grandes. Sin arredrarse ni ante ni tras la pequeña gran figura de la noche, fue creciéndose ante un conjunto también grande, bien empastado, de peculiar disposición: con los contrabajos a su izquierda, los violines segundos a su derecha y un amplio abanico de metales vibrantes cuando debían y maderas acertada de timbre, enjoyadas entre los extremos cardinales definidos por las dos grandes arpas doradas y la pequeña pandereta jocunda, que de contrastes de tamaño iba la noche.

Tras un Falla regalado, tan correcto como vibrante, y dos noches de éxito de la Philharmonique en el Carlos V, nadie puede negar que Luxemburgo, desde ahora, ya limita al sur con la ciudad de Granada.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad