El aspecto que presentó anoche el Patio de los Mármoles del Hospital Real. PEPE MARÍN

Andrè Schuen cuenta en el Hospital Real la bella historia de amor de Magelone y el conde Pedro

El gran poder evocador de la música de Brahms trascendió un patio de los Mármoles incompleto en la calurosa noche del último miércoles del Festival

Jueves, 7 de julio 2022, 00:57

Qué lástima que la entrada de anoche en el Hospital Real fuera una de las más flojas del programa clásico del Festival. Y ojo, esto ... implica que no hubo un lleno, y que tanto en las butacas numeradas como en las sin numerar había huecos. Pero no implica que el aspecto general del patio fuera poco acogedor. De hecho, el concierto comenzó de día un miércoles, y eso también hay que tenerlo en cuenta.

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Y decimos que fue una lástima porque sobre el escenario estuvo, y muy bien, Andrè Schuen, un barítono italiano criado en esa zona norteña donde las vacas parecen las del chocolate Milka y que mantuvo oculto durante milenios el cuerpo helado de Ötzi, muerto, por cierto, en violentas circunstancias. No es la violencia, sin embargo, el hilo conductor de la historia que relatan las quince canciones integradas en el 'corpus' sonoro de Johannes Brahms que anoche cantó Schuen secundado al piano por el especialista Heide, sino que el nexo común es el amor. Eso sí, un amor a ratos arrebatado, desatado, nido de reacciones no muy recomendables, pero que, al fin y al cabo, retrata la relación entre Magelone y el conde Pedro, tal y como reza el título completo de este ciclo poético de Ludwig Tieck, quien también describe el vínculo como una «bella historia de amor».

La sobreimpresión de la letra, nítida, y mucho más nítida cuando el sol se ocultó, permitió al público seguir, y reconocer, las complicaciones que toda relación amorosa lleva consigo: desde el deslumbramiento inicial hasta las dudas sobre si uno será digno de esa consideración. «Si tu amada no te ama, lo único que resta al enfermo es la muerte», cantó Schuen en 'Liebe kam aus fernen Landen' ('Llegó el amor de lejanas tierras').

Daniel Heide y Andrè Schuen, durante su actuación. PEPE MARÍN

En cuanto Schuen calentó la voz –el ambiente era caluroso de por sí–, el recital se convirtió en un estimulante relato de hechos que a todos, en una u otra medida, nos atañen. El rápido paso de las «zancadas del tiempo» cuando la dicha es completa, la breve duración de los mejores años de la vida, cuando las flores aún crecen en la orilla regadas por la corriente del deseo, y la aventura de salir de lo que hoy llamaríamos «la zona de confort» en la confianza de hallar un amor que no se apague sino con la muerte. Todos podemos ser o la bella Magelone o el conde Pedro, en definitiva. Y dormirnos encantados con la 'Canción de cuna', también de Brahms, que ofreció Schuen como delicioso segundo bis, para dejar buen sabor de boca.

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