Los fantasmas del Museo de Bellas Artes de Granada
La institución expone una Inmaculada de Alonso Cano donde, tras el proceso de restauración, han aflorado un hombre y una mujer rezando que el autor decidió borrar
En el Museo de Bellas Artes, en la primera planta del Palacio de Carlos V, 'viven' los artistas granadinos más reputados de todos los tiempos. ... Alonso Cano, Pedro de Mena, Sánchez Cotán, Mariano Fortuny, López Mezquita... Pero también hay 'fantasmas'. Seres misteriosos que se cuelan en algunos de los lienzos y cuya visión resulta inquietante para el espectador. Se trata de los 'arrepentimientos'. Es decir, las correcciones que realiza el artista cuando, al ejecutar una obra, cambia de idea y opta por enmendar.
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Trazos que normalmente se ocultaban bajo una o varias capas de pintura y que, al acometer procesos de restauración o por simple degradación, salen a la luz como si se tratara de misteriosos seres espectrales. Es la otra cara del arte.La que muestra que detrás de los maestros del pincel, como el mismísimo Alonso Cano, hay personas que yerran y que replantean sus creaciones. 'Errare humanum est', que diría el ínclito San Agustín.
Sala II del Museo de Bellas Artes, dedicada a Alonso Cano. Justo al entrar, a mano izquierda, se encontrará en primer lugar una maravillosa Virgen del Lucero inspirada en el grabado de Alberto Durero de 1520 –se estima que Cano la pintó entre los años 1646 y 1648–. La sorpresa viene a continuación.
Donde hasta hace poco se hallaba San Juan Evangelista en la Isla de Patmos, la dirección de la pinacoteca, gestionada por la Consejería de Cultura de la Junta, ha colocado eventualmente una Inmaculada que unos atribuyen a Alonso Cano y otros a su discípulo Juan de Sevilla –esta confusión ocurre con relativa frecuencia–.Pues bien, observe con atención la esquina inferior derecha del cuadro y la izquierda. Sí, en efecto, no tardará en darse cuenta de que, como si se tratara de unos espectros, aparecen un señor y una señora que le están mirando.
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Son dos 'pentimentos' –la palabra italiana que utilizan los expertos para denominar esas alteraciones en la intención pictórica–. Un hombre y una mujer en actitud orante delante –o más bien debajo– de la Virgen de los Navegantes. A ella se le aprecian perfectamente unos pendientes de hilos de perlas, un broche y un relicario –incluso una leve sonrisa–. A él, algo más borroso, el típico lechuguillo de cuello blanco que llevaban los burgueses de la época –mediados del siglo XVII– y el cabello que le cae por los hombros.
¿Quiénes son? El director del Museo de Bellas Artes, Ricardo Tenorio, aclara que no existen datos que permitan conjeturar, al menos, la identidad de esos dos aparecidos –la principal fuente de información en estos casos suelen ser los contratos que se guardan en los archivos de protocolos–. Pero respecto a esta Inmaculada no existen papeles. Tanto es así que su autoría tampoco está clara y, por su estilo, unos se decantan por Alonso Cano y otros por Juan de Sevilla.
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¿Qué sucedió? ¿Por qué Alonso Cano o Juan de Sevilla decidieron borrarlo? «No dejan de ser hipótesis –dice Tenorio– pero yo me inclino por pensar que se produjo una desavenencia respecto a los honorarios y el pintor tomó la decisión de eliminar a los mecenas». Los tapó y después de que los restauradores rasparan el lienzo para devolverle todo su esplendor, los fallidos bienhechores han reaparecido.
Hablamos de pentimentos que para muchos no dejan de ser una mera anécdota, pero cuya exhibición resulta muy pedagógica. De hecho, esta ha sido la intención de los responsables del Museo al sustituir coyunturalmente un Cano por un supuesto Cano. «Estas cosas sirven para que los espectadores se acerquen, desde otra perspectiva, a los procesos creativos», indica Tenorio.Por lo demás, esta Inmaculada es realmente hermosa.
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El modelo iconográfico consiste en la representación de la Virgen como niña, siguiendo las recomendaciones de Pacheco, en cuyo taller sevillano aprendieron Velázquez y Alonso Cano, a los que unía una relación de amistad. La Virgen está sobre unas cabezas de angelillos y viste túnica blanca y manto azul. Tiene las manos unidas sobre el pecho y una larga cabellera. El paisaje es marino –de hecho, aparece un barco–. De ahí el apelativo de la Virgen de los Navegantes. Se colige que los 'donantes fantasmagóricos' pueden estar vinculados al continente americano.
Rayos infrarrojos
Abandonemos ahora durante unos minutos el Palacio de Carlos V y atravesemos la Alhambra para llegar hasta Nuevos Museos, el recinto donde se guardan los óleos y las esculturas que no forman parte de la colección permanente –en estas instalaciones también se localizan los talleres del Museo y las oficinas de administración–. Entre los aparatos que utilizan los especialistas para diagnosticar el estado de conservación de los fondos, una máquina que emite luz infrarroja y que permite una visión aumentada en un ordenador.
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En las últimas semanas se ha llevado a cabo un análisis exhaustivo de 'Alegoría mística de la Orden Mercedaria', uno de los múltiples Risueños que custodia el Museo de Bellas Artes de Granada. Y se ha podido corroborar lo que ya se intuía a simple vista cuando se quitaron algunos barnices. Encima de los personajes que se ubican en la franja derecha, San Francisco,Santo Domingo y San PedroNolasco, emergen unas manos de alguien que hubo detrás.
Hay otros pentimentos interesantes en el Museo de Bellas Artes. Algunos no están expuestos o, incluso, ya no obran en poder de la institución granadina. Es el caso de 'Mis amigos', de José María López-Mezquita, que estuvo en el Museo de Bellas Artes hasta el año pasado y que ya ha sido devuelto a su propietario, el Centro Nacional de Arte Reina Sofía, de Madrid. En la escena están los amigos de López-Mezquita. Delante retrató también a la hija de uno de estos con una muñeca. Don José María consideró finalmente que esta imagen infantil no era apropiada y tomó la decisión de anularla. Pero cuando se llevó a cabo la rehabilitación, la muchachilla, asida de la mano de su progenitor, afloró nuevamente.
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La Virgen del Rosario, de Pedro Atanasio Bocanegra, también merece un comentario. Primero por tratarse de una copia de uno de Cano que, según Gómez Moreno, podría ser un boceto para un encargo para la Catedral de Málaga. Bocanegra lo realizó a instancias de fray Alonso de Santo Tomás, prelado dominico e hijo natural de Felipe IV. Si se fija con atención, se dará cuenta de que la posición de las piernas de uno de los querubines está corregida.
A juicio de Ricardo Tenorio, los 'pentimentos' son relativamente usuales «porque todo el mundo, en su dinámica de trabajo, modifica cosas». Y lo normal es que nunca se pinte 'a la prima' –sin planteamientos anteriores–, sino que haya un procedimiento previo consistente en la conceptualización y en la elaboración de una serie de dibujos preparatorios sobre los soportes que, a veces, también brotan –y que resultan extraordinariamente interesantes–. Estos subyacentes servían de guía a la hora de aplicar los pigmentos.
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El arte es apasionante porque democratiza la belleza y porque conmueve, pero también porque muestra otras realidades, no visibles, que humanizan a los genios.
La tercera pierna de Felipe IV
Velázquez fue uno de los pintores más perfeccionistas de la historia del arte. Por eso realizó múltiples cambios en sus obras. Algunos, incluso, mucho después de haberlas finalizado. El deterioro progresivo de las capas añadidas han permitido que aflore, por ejemplo, una tercera pierna en el retrato de Felipe IV o las patas duplicadas de 'Felipe IV a caballo', ambos expuestos en el Museo del Prado. En las Meninas, el enano NicolasitoPertusato también aparece con extremidades inferiores dobles.
Hace cuarenta años, un análisis con rayos equis desveló que uno de los cuadros más conocidos de Vermeer, 'Muchacha leyendo junto a la ventana', ocultaba una representación de cupido en una de las paredes que conforman la estancia.
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