Falla, Lorca y Lanz en la fiesta infantil que cambió la historia
Mañana se cumplen 100 años del día en que los tres unieron su talento para pergeñar una función donde se utilizaron por primera vez los títeres planos y se estrenó en España parte de 'La historia de un soldado' de Stravinsky
Jueves, 5 de enero 2023, 00:22
El 6 de enero de 1923, a las tres de la tarde, la casa de la familia García Lorca en Acera del Darro, número 31, ... se produjo un hecho que, sin lugar a dudas, cambiaría la historia de la escenografía para títeres, con fuertes implicaciones en lo literario y lo musical. La excusa fue una función infantil de Día de Reyes, dedicada a la hermana de Federico, Isabel, que por entonces ya había dejado de ser una niña, pues contaba 13 años, pero que mantenía la ilusión por una fiesta que formaba parte del imaginario católico y tradicional en que se desenvolvía la familia. Aquel día, a aquella hora, se abrió en el gran salón de la casa un teatro que tuvo entre sus artífices a los tres genios más importantes de la Edad de Plata en Granada. Por un lado, Manuel de Falla, el más granadino de los gaditanos, quien fue la 'colorida mente gris' de aquel empeño, en el concepto y en lo musical. Por otro, Federico García Lorca, en aquel entonces un poeta en flor que, como recuerda Mora Guarnido, si Falla hubiera llegado a Granada unos años antes, hubiera sido más músico que escritor. Y en tercer lugar, el gran escenógrafo granadino del siglo XX, Hermenegildo Lanz, autor de títeres y escenarios.
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Como afirma el periodista y coordinador de la web Universo Lorca, Alejandro Víctor García, «desde el punto de vista musical, literario y escenográfico, aquello fue mucho más que una función infantil». Todo se cuidó al detalle, incluyendo la selección de los músicos: el laúd José Molina Zúñiga, que perteneció al Trío Albéniz, autor además de un método de aprendizaje para instrumentos de pulso y púa; el clarinetista Alfredo Baldrés, valenciano de Xátiva, que fuera miembro de la Banda Municipal y profesor del Conservatorio en los años 50, y el violinista José Gómez, de quien muy poco se sabe. Ante la ausencia de clave, Falla tocó en lo que luego se conocería como 'piano preparado', es decir, un piano cuyas cuerdas estaban envueltas en papel de seda, y que recordaba, aunque vagamente, al sonido del instrumento original. «Los logros musicales de esa fiesta fueron extraordinarios», comenta García. El programa, editado con detalle, incluyó el entremés 'Los dos habladores', el cuento 'La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón', y el 'Misterio de los Reyes Magos'.
«El maestro hizo una perfecta mezcla de la tradición musical antigua con la obra de sus amigos y contemporáneos», destaca Elena García de Paredes, gerente de la Fundación Archivo Manuel de Falla. El musicólogo Yvan Nommick, en su estudio sobre la música incidental compuesta por Falla para la función, recuerda igualmente la influencia de Pedrell, su mentor. La dedicación extrema que el autor puso en aquel empeño fue tal que no atendía ni las visitas. Entre los regalos que Falla hizo aquel día estuvo el estreno en España de dos danzas de 'Historia de un soldado' de Stravinsky. «En aquella fiesta, el maestro plasmó su ideario musical», comenta García de Paredes. Como también su deseo de preservar una tradición que le gustaba especialmente. No en vano, cuando regalaba libros en esta fecha, hacía mención a los Reyes Magos en sus dedicatorias.
Figuras planas
Enrique Lanz, director de la Compañía Etcétera, y nieto de Hermenegildo Lanz, guarda en su archivo algunos de los títeres históricos usados aquella tarde. Entre ellos, destacan por su novedad las figuras planas de 'El Misterio de los Reyes Magos'. Como recuerda, «hay tratados que cifran la introducción de este tipo de figuras en los años 80. Sin embargo, la primera vez que se vieron fue aquella tarde, seis décadas antes». Alejandro Víctor García señala, por su parte, que Lanz se inspiró en las figuras del 'Codex Granatensis' (siglo XIII), conservado en la UGR, para diseñar sus personajes. Tal cuidado y detalle se agiganta cuando, como sostienen los expertos consultados, todo se preparó en apenas dos semanas, durante el periodo navideño.
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En aquella fiesta, además, se pusieron las bases de futuras colaboraciones entre Falla y Lanz, que luego se reencontrarían en títulos como 'El gran teatro del mundo' o 'La vuelta de Egipto', autos sacramentales. «Los tres artífices de aquella función tenían intereses por el títere: Falla, porque conocía las actuaciones históricas de la compañía La Tía Norica y le gustaban mucho; a Federico le fascinaban desde que una compañía de titiriteros pasara por Fuente Vaqueros, y pidió a su madre que le comprara un teatrillo, y Lanz los había conocido a través de un titiritero italiano y otro indonesio, de Java, quienes fomentaron su interés por el género», afirma Enrique Lanz. Pero ese interés iba más allá del momentáneo, ya que los tres crearon una compañía estable, Teatro de Cachiporra Andaluz, un proyecto marrado quizá por la llegada de la dictadura de Primo de Rivera. También destaca que este proyecto fue el germen de La Barraca, concebida originalmente por la junta del Ateneo que su abuelo presidía, que no obtuvo ayuda pública en aquel momento, luego recuperada por Lorca en los años 30, en Madrid. «El títere en España, desde este momento, es vanguardista, pero hunde sus raíces en lo popular, a diferencia de lo ocurrido en otros países europeos», comenta Enrique Lanz.
La influencia de aquella función en 'El retablo de Maese Pedro', de cuyo estreno se cumplen 100 años en junio, es notable: «El maestro probó determinados aspectos musicales para ver la reacción del público», recuerda Elena García de Paredes. Más que una fiesta, fue la epifanía de una nueva estética.
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