El examen de literatura
Mariángeles Martín Gallegos
Martes, 9 de agosto 2022, 23:39
Estimada profesora, estimada no, mejor señora, así, a secas.
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Señora profesora, mi intención era hablarte de usted, pero lo he pensado mejor y prefiero usar ... el tú entre iguales. Sinceramente, no me produces ningún respeto, aunque me han dicho que eres escritora. ¡Habrá que ver las cosas que escribes! Bueno, pues aquí me tienes. Soy tu primera lectora. Pero escribe sin rodeos. No divagues. De lo contrario, abandono la lectura antes de empezar. No me interesan tus neuras. Atente a los hechos. Que sepas que yo también los conozco, tanto o más que tú. Te los cuento yo, si quieres; mejor dicho, quieras o no. A ver, fue así, ¿no?
Primera hora de la mañana. Todos esperándote en la puerta del salón de actos. ¿Qué les dijiste?
–«No os preocupéis si empezáis algo más tarde. Os da tiempo de sobra. No tengo clase hasta las dos menos cuarto».
¡Qué forma tan elegante y arpía de justificar tu impuntualidad! Cincuenta criaturas temblando de nervios, muertas de impaciencia... y esta mujer que no llega.
Pero vamos por orden. Lo primero es el número. Demasiada gente, me parece a mí, para hacer un examen final de curso. Que si unos para recuperar una sola evaluación, que si otros dos, que si las tres, y hasta los había para subir nota.
–«Son quince preguntas. Debéis elegir cinco. Dos puntos por pregunta. Hay cinco por cada evaluación, pero sois libres de elegir las que queráis, siempre y cuando contestéis a cinco. En caso de que respondáis a más, me quedaré con las cinco de mayor puntuación».
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¡Menuda falta de profesionalidad poner el mismo y único examen para todos! La cosa es trabajar lo mínimo, buscar la forma de no dar un palo al agua.
Después está lo de los móviles. Aquí me llevan los demonios. Lo diré de forma más elegante: es que me enervo. Una también sabe palabras aunque no haya hecho carrera. Te lo recuerdo:
–«Hoy no vais a dejar el móvil en mi mesa. Sé que muchos lleváis dos. Así que guardad ambos en vuestras mochilas. A quien se arriesgue copiando lo primero que salga en 'Google', lo advierto: su nota será de un punto en el examen y deberá presentarse en septiembre.»
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Sí, señora. Mujer lista. Sin embargo, esto es pasarse de la raya. ¿Cómo van a controlar los niños el tiempo si no es con el teléfono y ya nadie lleva reloj? Tu obligación es vigilar, estar atenta para que nadie copie. Pillarlos 'in fraganti'. Así no hay excusa. Acusar de haber copiado una vez terminado el examen es indemostrable. A mí no me valen las coincidencias, por muy idénticas que sean las palabras. La lengua es de todos y tenemos derecho a usarla como nos dé la gana. Las palabras se repiten a diario porque hablamos el mismo idioma y usamos las mismas palabras.
El colmo fueron las preguntas. ¡Menudas preguntitas rebuscadas les pusiste! ¿Que si eran coetáneas unas tales María de Zayas, Ana Caro y Teresa de Jesús? Seguro que nadie había oído hablar de ellas. Por cierto, ¿no tendría algo que ver la pregunta con aquella exposición de escritoras que montaste al principio de curso? ¡Quién se iba a acordar a estas alturas!
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Y delante de mí tuviste la insensatez de cuestionar la validez de las respuestas. Las cinco preguntas contestadas y bien contestadas. Cada una de las tres mujeres con su fecha de nacimiento y de su muerte. Que ni tú misma te la sabes. Lo mismo que la respuesta de la diferencia entre San Juan de la Cruz y Fray Luis de León. Eso de la ascética frente a la mística y demás. ¿Que no reconoció su propia letra y no supo leer lo que había puesto? ¡Qué más da! El papelito que me enseñaste sacado de Internet no prueba nada. Los niños suelen estudiar de memoria y al día siguiente se les olvida. Es natural. Tienen muchas asignaturas. Si por cada cosa que estudian, encima deben comprender, se les va la vida. De ahí lo de la 'crítica acerba', con b. Así mismito lo dice el 'Google': «El Lazarillo es una 'crítica acerba'». ¿Acaso hay que saberse el significado de todas las palabras que uno utiliza? Por eso también lo de la 'dualidad' de la redondilla de los diez versos de Calderón de la Barca, con el rollo del sueño y de que «la vida es sueño y los sueños, sueños son». El hecho de no escribir la frase completa con los dos conceptos contrarios, como dices que ponía en la página –lo de «la dualidad entre el libre albedrío y la predestinación»– es solo un lapsus debido a los nervios. Las cosas se piensan deprisa y, a veces, a uno se le pasa escribirlas.
Para que veas, en lo único que te doy la razón es en el número de versos. No había cuatro. Había diez, es decir, dos veces cuatro, más dos, que es la mitad de cuatro. Bien puede tratarse de dos redondillas y media. Tampoco será tanta la diferencia con la décima esa, digo yo.
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Y con esto acabo, 'señora profesora', entre comillas, para que notes la intención. Pero antes quiero hacerte una pregunta: ¿No te da vergüenza, escritorzuela de tres al cuarto, de que sea una lectora quien escriba en tu lugar? Eres la pereza llevada al límite. Atrévete a responderme. Aunque no lo harás, sé que no lo harás, porque has tenido la mala fortuna de tropezar conmigo. Un uno, ni siquiera un dos, por una sola respuesta correcta de todo el examen, según tu muy discutible criterio. Por supuesto que esto no va a quedar así. Pienso reclamar y llegar hasta donde haga falta. De acuerdo con que solo has suspendido a uno, pero da la casualidad de que ese uno solo es también mi único hijo y si él me jura y perjura que se lo ha aprendido de memoria, yo me lo creo.
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