Álex Villazán y Roberto Álvarez, en un escena de la obra. F. P.

Roberto Álvarez | Actor

«'Equus' ofrece al espectador un duro baño de realidad»

El intérprete asturiano es Dysart en la nueva versión de la emblemática obra de Peter Shaeffer, que llega hoy y mañana al Teatro Isabel la Católica

Sábado, 11 de marzo 2023, 00:32

Cuando en el cartel aparece 'Equus', los más veteranos del lugar recordamos el mayúsculo lío que supuso su estreno en España, con los dos jóvenes ... protagonistas desnudos sobre el escenario y Franco conectado a una máquina, apurando su vida. Casi cinco décadas después, esta obra, desprovista ya del barniz del escándalo, pero con su actualidad intacta, llega a Granada de la mano de un solvente reparto que encabeza el asturiano Roberto Álvarez (1956) como el doctor Martin Dysart. Las funciones, hoy a las 19.00 horas y mañana a las 18.00 horas, en el Isabel la Católica. Y quedan entradas.

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'Equus' es un título que se vende solo, sobre todo para quienes ya peinan canas. Para quienes no, ¿cuál es su punto de partida?

–Cuenta la historia de un psiquiatra que investiga por qué un chico hace la barbaridad de sacarle los ojos a un caballo. El psiquiatra utiliza todas sus herramientas, la hipnosis, las entrevistas a su entorno y a él mismo, para descubrir la verdad. Bajo este barniz, es un thriller que engancha al espectador, el cual quiere saber todo el tiempo cómo el chico llegó a hacer lo que hizo. Es una crítica profunda a un determinado tipo de educación, cómo influyen en nuestros hijos determinados conceptos sociales, religiosos, e incluso las redes sociales, ya que la versión de la obra se actualiza al momento actual.

Lecturas

Es una obra, sin embargo, que más allá de ese planteamiento, tiene otras lecturas.

–Por ejemplo, qué estamos haciendo con nuestros hijos. La cabeza de un niño está formada por eslabones, es una cadena de inocencias que la vida va rompiendo. Por eso, reflexionamos cómo un niño puede realizar actos terribles, como este que mostramos, o muchos otros. Cómo el tratamiento de las relaciones entre sexos ha cambiado. Cómo antes acariciar a una chica era pecado y hoy la pornografía, que es mentira, es quien dicta la educación sexual de muchos jóvenes. La obra incluye también otra reflexión profunda, la de mi personaje, el doctor Dysart, quien se da cuenta de cómo su vida ha acabado siendo un desastre por hacer caso a determinadas convenciones sociales. Ahí confluyen los dos personajes, desembocando en un epílogo conocidísimo que Anthony Hopkins, uno de los actores que incorporó a Dysart, ha catalogado como lo mejor que ha interpretado en su vida, y que a mí también me encanta.

Esta obra tiene algo de mística, también.

–Evidentemente, el despertar a la vida es un motor importantísimo. Y en este momento de cambio caben muchísimas desviaciones, que van desde el misticismo hasta la depravación más absoluta. Y es el espectador quien se acaba enganchando al posible descubrimiento de qué provoca la actuación de Alan.

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Se habla igualmente de las cambiantes varas de medir de la sociedad, cómo es posible que algo que hace diez años era normal hoy no lo sea, y viceversa.

–Así es, tratamos de mostrar de forma clara ese cambio que muchas veces aceptamos por pereza, y que en un momento determinado es capaz de afectar nuestras vidas hasta el punto de que no reconozcamos a quien tenemos frente a nosotros en el espejo. Y esto ocurre con más frecuencia de lo que imaginamos. La obra es tan sumamente genial, tan compleja, que yo, que llevo casi 5.000 funciones a mis espaldas en teatro, le puedo decir que nunca he hecho nada tan bueno.

«Granada ha sido para mí, desde siempre, una plaza muy difícil, por la exigencia del público»

¿Cómo reacciona el público?

–Cuando baja el telón, queda unos segundos en silencio antes de empezar a aplaudir, como diciendo: «Menuda bofetada me acaban de dar». Claro, acaba de recibir un baño de realidad de 20 minutos, con frases como la que dice Dysart: «Te casarás, tendrás dinero, tendrás hijos, serás un marido fiel, y se te pasará la vida. Pero nunca más volverás a galopar, Alan». La pérdida de la frescura, de impulsos, que deben ser doblegados por la vara del qué dirán y de la sociedad, es la realidad que subyace bajo la obra.

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¿Cómo cree que recibirá el público granadino este montaje?

–Granada ha sido para mí, desde siempre, una plaza muy difícil, por la exigencia del público, que tiene muy claro lo que quiere. Lo que nosotros ofrecemos, pienso, es muy bueno. Así que estoy seguro de que disfrutarán.

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