Edificio 23, el bloque más peliculero de Granada
El joven director Miguel García Bernal rueda una serie de ocho cortometrajes en ocho apartamentos de un inmueble imaginario «que podría estar en Granada o en cualquier ciudad del mundo»
Miguel tenía tan solo ocho añitos y la mirada inocente cuando jugaba a ser director de cine. «Veía las Tortugas Ninja y luego me inventaba ... películas con los muñequitos», recuerda. «Mi preferido era Raphael, el más carismático», dice sonriendo. Aquel chavalín que fabulaba en Marbella con las Tortugas Ninja se ha convertido ya en uno de los realizadores con mayor proyección de Granada. Un carrera forjada a base de claquetazos, talentazo y exitazos. Su último cortometraje en distribución, 'El poder del diálogo', ha logrado hasta la fecha 56 selecciones oficiales en festivales de todo el mundo y la friolera de 39 premios. No está nada mal.
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Miguel García Bernal nació allá por Málaga hace 26 años, pero en 2017 tomó la acertada decisión de venirse a Granada para estudiar Ciencias del Deporte. Y aquí se quedó porque en Granada ha encontrado la paz y la tranquilidad, el amor de Ylenia, su novia de Alquife, y un 'ecosistema' propicio para ganarse la vida como supervisor de natación en las piscinas del Patronato de Deportes y desarrollar su carrera como cineasta.
Una carrera en fase de despegue gracias a proyectos tan atractivos y tan ambiciosos como 'Edificio 23', una serie de ocho cortos rodados «en un edificio de Granada o de cualquier ciudad del mundo que narran relatos independientes». «Los localizamos en ocho pisos distintos del Edificio 23», aclara Ruiz Bernal, quien comparte esta aventura con J. H. Allely, que ejerce como guionista de algunos de estos capítulos –los otros los escribe él–.
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De esta 'factoría' cinematográfica han salido por ahora 'Liberación', 'El poder del diálogo' y 'Nada sin ti'. Pero también una serie de cómics como 'Las puertas del altruismo', 'El amor que detuvo el tiempo' o 'Simbiosis'. «A mí lo que me gusta es contar historias», confiesa García Bernal, quien también ha acabado varios libros –algunos publicados en autoedición–.
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Una cabecita en permanente estado de creación de la que salió en 2023 una joya de dieciséis minutos en forma de filme protagonizado por los actores Genís Campillo, Diego Chinchilla e Irene Moreno. Narra la crisis de una pareja que se tambalea por falta de comunicación y que recibe la ayuda de un anciano con un don especial. «Nos dieron un Premio Lorca por la innovación en la forma de narrar y por el planteamiento de un viaje del pasado al futuro», asegura Ruiz Bernal.
Cinéfilo
Miguel se considera cinéfilo. «No paro de ver películas». Se ha visto toda la filmografía del maestro Martin Scorsese, del que le encanta la forma en que plantea los diálogos y la evolución de los personajes a lo largo de la trama. También le apasiona la visión onírica del gran David Lynch.«Soy autodidacta; aprendo en cada uno de los rodajes y ahora mismo estoy en un curso de creación y desarrollo de series de ficción en Televisión Española», afirma.
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Más allá de las Tortugas Ninja, Raphael y Michelangelo, la fascinación de Ruiz Bernal por el séptimo arte empezó siendo zagal, en Marbella, cuando adaptaba a su manera 'pelis' como 'La máscara' o 'El show de Truman'. «Aunque recuerdo perfectamente el día se encendió la chispa», rememora. Él y su primo representaron una parodia del videojuego GTA en el que ambos terminaban muriendo. Cuando se sentó en la mesa del ordenador, repasó las escenas y empezó el montaje, no tardó en darse cuenta de que aquello les había salido redondo. Después se inscribió en la Escuela de Cine de Málaga, donde aprendió todos los conceptos y cómo había que grabar un cortometraje.
Su género predilecto es el thriller, pero no en estado puro, aderezado con un poquito de noir, otro poquito de ciencia ficción y otro poquito de fantasía. Aunque su debilidad son los zombies. «Me atrae su lucha por la supervivencia y la psicología de cada personaje».
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Su mirada como cineasta está influida por grandes maestros como Martin Scorsese o David Lynch
Miguel García Bernal es feliz en Granada junto a Ylenia y sus sueños. Sueños que, poco a poco, se están convirtiendo en realidad. Ahora está totalmente enfrascado en el guion de lo que será, si nada se tuerce, su primer largometraje, ambientado en el siglo XX. «Estoy con todos los documentos previos para la búsqueda de financiación», refiere.Un doble salto mortal respecto a lo que ha hecho hasta ahora. Sus equipos, formados por técnicos de Granada y de Madrid, han ido avanzando en compromiso y profesionalización. En total, unas treinta personas entre directores de departamento y auxiliares. «Valoro mucho las aptitudes, pero también las actitudes, ya que el trabajo solo sale adelante con fluidez si todo el mundo se apea de sus egos, muy frecuentes en este mundo», reflexiona.
Miguel García Bernal mantiene intacto el espíritu de aquel niño de las Tortugas Ninja. También la mirada inocente. Quizá por ello sus películas son tan bonitas.
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