El periodista y escritor Héctor Barbotta. Diego Lobato

Héctor Barbotta | Periodista y escritor

«La dictadura argentina abrió heridas que son imposibles de cicatrizar»

El corresponsal de IDEAL en Sevilla publica 'El tío francés', un relato testimonial que cruza un drama familiar con el que vivió su país de origen

Lunes, 19 de junio 2023, 00:24

Héctor Barbotta (San Isidro, Argentina, 1963), corresponsal de IDEAL y escritor, cuenta una compleja historia familiar en 'El tío francés' (Ediciones del Genal), un libro ... que es un fresco de la historia reciente y la aún fracturada sociedad de su país de origen.

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–¿Por qué tantos emigrados tienen cuentas que saldar con Buenos Aires? ¿Es mucho más que una ciudad, un símbolo?

–Hace 35 años que me fui de Buenos Aires, y sin embargo sigue siendo parte de mi vida, a pesar de que la ciudad en la que viví no tiene nada que ver con la actual. Cuando se emigra, la pregunta acerca de dónde es uno lleva siempre a lugares dolorosos porque se acaba siendo de ningún lado. Sobre todo cuando te das cuenta de que lo que echas de menos ha cambiado tanto que ya no existe y que por más esfuerzos que hagas por integrarte en el lugar donde vives siempre hay alguien que te pregunta por tu acento o por tu origen.

–Sabemos muy poco de la historia de su país de origen, más allá de que el argentino hoy es el resultado de un aluvión de sentires y planteamientos. ¿Cuál cree que es la materia de la que está hecha Argentina?

–Creo que no puedo responder a esta pregunta. Como dije en la respuesta anterior, hace mucho tiempo que me fui y por eso lo que yo piense no tiene ningún valor. Lo que sí es verdad es que en España se conoce muy poco de la historia de los países latinoamericanos. O dicho de otra manera, España conoce muy poco de su propia historia.

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–¿Qué le debe a usted Argentina? ¿Y usted qué le debe, hacia dónde se inclina esa balanza?

–Argentina no me debe nada. Y la deuda que yo podía tener, espero haberla saldado con este libro.

–En una época en que todo está en cuestión, ¿la familia es siempre el último asidero al que podemos recurrir en un mundo cada vez más desquiciado?

–No creo que sea así, y la historia que cuento en el libro es una buena prueba de ello. Para alguien puede ser su familia; para otro, su pareja. Yo pongo en el máximo nivel a los amigos, que son los hermanos que uno elige. Ellos siempre aportan certezas.

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–A veces el silencio es un refugio para no gritar. ¿Cree usted que lo que no se grita, en esta época de tanto ruido, se pierde, porque la razón bien construida a veces no tiene cabida?

–En el caso real que relato en el libro, el silencio fue un recurso para la supervivencia. Cuando yo era pequeño, mi familia estaba bastante politizada. No era una excepción, sino algo bastante habitual en la Argentina de la época. En alguna ocasión, la maestra llamó a mi madre para reclamarle que yo, con diez años, dejara de hablar de política en el colegio porque adoctrinaba a mis compañeros. Una noche, no recuerdo la fecha pero sí la escena como si fuera hoy, mi padre nos sentó a mi hermana y a mí, que teníamos 14 y 12 años, y nos dijo que se había acabado hablar de política fuera de casa. Aquello fue unos días antes del golpe de Estado que dio paso a la dictadura de Videla y ya podía respirarse lo que se venía encima. A partir de aquel momento, en mi casa se dejó de hablar de política y eso dio lugar a un agujero negro de memoria. A ello se sumó una situación familiar. Un hermano de mi padre que estaba ausente, del que no sabíamos nada desde muchos años atrás y que sin embargo constituía una presencia incómoda y permanente, aunque suene contradictorio. Ambas historias, la general de la dictadura y la particular de mi tío, están íntimamente relacionadas. El libro intenta tapar esos agujeros generados por la amnesia elegida y esa ausencia que provocó un gran sufrimiento en mi familia

Fractura

–¿Se ha superado la fractura que supuso la dictadura militar en su país, o hay familias que, como la suya, aún arrastran secretos o verdades difícilmente asumibles?

–La dictadura abrió heridas imposibles de cicatrizar. Por ejemplo, además de los miles de desaparecidos, de los torturados, de los asesinados, de quienes se fueron y murieron sin poder volver, hay cientos de personas nacidas en cautiverio o secuestradas siendo bebés que hoy se acercan ya al medio siglo de vida y que desconocen su identidad. Son víctimas de un delito terrible que se sigue cometiendo 40 años después de la recuperación de la democracia, una situación que una sociedad sana no se puede permitir. Argentina ha hecho un gran ejercicio de memoria, ha sido un ejemplo en ese sentido, y lo hizo pese a la indiferencia de una parte de la sociedad. Por eso, la memoria tiene que ser un esfuerzo permanente y sobrevivir incluso a gobiernos que posiblemente en el futuro apuesten por el olvido.

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Portada del libro. IDEAL

–¿Alguna vez piensa en cómo sería su vida de no haber dejado Argentina?

–Me lo pregunto de vez en cuando, pero no hay respuesta para eso. Lo que sí sé es que no tendría ni a mi compañera ni a nuestras dos hijas y por lo tanto mi vida no sería ni la mitad de luminosa.

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