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Miguel Ríos gana en casa
El cantante granadino se da un baño de cariño en una plaza de toros llena de público, buenos recuerdos y vibrante rock and roll
Juan Jesús García
Domingo, 8 de octubre 2023, 00:07
En el pasado concierto de Miguel Ríos, en el Palacio de Congresos, acústico por definición y decisión propia, hubiera necesitado un arnés de seguridad para ... sujetarse a la banqueta. Reventó las sisas del formato porque el cuerpo le pedía más, más implicación gestual, músculo, trapío y más energía física quemada. Obviamente no es aquel madurito interesante de treinta y tantos que en 1982 grabó el disco de marras (por cierto que muy mayor ya para los nuevaoleros y punks, que brotaban entonces por todo lados y no le estimaban gran cosa), pero a los casi ochenta se ha buscado la fórmula para desatarse en un escenario todo lo que el cuerpo aguante, que en su caso es envidiablemente mucho. ¿La excusa?: 'Rock & Ríos II (el regreso del titán)', como pudiera y debiera denominarse.
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Anécdota desconocida para la mayoría es que no es la primera vez que la marca 'R&R' intenta salir de paseo. Por 2007 ya hubo un intento de recuperar ese repertorio a iniciativa del grupo MClan (¡Tarque es un genuino Ríos 2.0!), que se ofreció al granadino para recuperar ese disco nuevamente en directo como banda de acompañamiento. La idea no prosperó, pero ahora, con la excusa de los dos 'únicos conciertos' conmemorativos en Madrid que (¡para que nos vamos engañar!) todos intuimos que Miguel iba a recuperar la alimentación a 380v para enchufarse en gira, dado que necesita devorar rayas continuas (de carretera),y respirar aplausos más que aire.
Semana grande de Miguel Ríos
Si no fuera por la competencia de la Cumbre europea, esta semana hubiera podido bautizarse con su nombre: la Universidad le dedica una cátedra, la ONCE un cupón, su Fundación diseña una semana intensa de próximas actividades, el concierto, la sesión de bodeguilla monclovita en el Lemon, y hasta se anuncia un juego de Trivial con sus andanzas musicales. Un Ríos, uff… ¡amazónico! Pero, sospecho, que lo que más le ha preocupado son los pormenores de su actuación, donde su responsabilidad profesional no le permite mácula alguna.
Félix Grande sentenció que «Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras regresar jamás». El poema sugiere el por qué, si bien algunos, varios miles de personas, seis o más, no compartieron anoche su opinión. Ni donde fuiste infeliz tampoco, que seguro que el protagonista se acordó de su fallida gira 'Rock en el ruedo'. Pero, será que a estas edades la memoria no es uno de nuestros fuertes, no solo volvieron los 'hijos del rock and roll', sino que lo hicieron con sus hijos y los hijos de su hijos algunos incluso. Así, cuando la doble batería (¡de nuevo!) empezó a restallar marcando la entrada del 'Bienvenidos', (¡y «bienvenidas, hijas del rocanrol»!) el 'exorcismo' se volvió a realizar y la sillas dispuestas dejaron de ser útiles. Volvimos a ser los mejores, negando a Loquillo la mayor. ¿Nostalgia? Nada de eso, simplemente buenos recuerdos y la alegría de seguir vivos.
Lo mejor de cada casa
Aquel Miguel Ríos de los 'Conciertos de rock y amor', e incluso el de 1982, hubiera soñado con ponerse delante de una infraestructura como la que ahora le acompaña, con racimos de luminarias por cientos desde una altura de rascacielos, una pantalla gigante de video trasera con realización en directo y efectos digitales, y unas torres de audio capaces de derribar la muralla de Jericó con un solo riff. Él, que siempre intentó ofrecer lo más avanzado técnicamente a su público, no se iba a privar de la tecnología punta contemporánea. Si bien la acústica fue mejorando progresivamente tras un arranque algo confuso que provocó las quejas de las andanadas más altas.
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Ni de los mejores recursos humanos. Si en Madrid rescató a algunos de los secundarios originales, ahora solo es John Parsons quien representa al elenco de época. A su lado parte del Black Betty Trío: el electrizante José Nortes, su mano derecha, confidente y vitaminador moral del último Ríos, y el genial Luis Prado; los segundos teclados los maneja Basilio Martí, y en los motores estuvieron el bajista Jorge Ruiz y la trepidante doble percusión de Danny Griffin y Pablo Narea (que dice llevar la batería que fuera del fallecido Paco Palacios) dentro de sus peceras de metacrilato. Bandón.
Magisterio de ceremonias
Y en el centro un inconmensurable vocalista, con su peculiar chorro de voz, impecable, más grave que el de entonces pero igual de rugiente cuando aprieta los dientes, también mucho más comunicativo, locuaz, dicharachero y con un saludable sentido del humor (¡y autohumor!). De azul y sin aquel horroroso pantalón de rayas, jugaba en casa, con el público (aún más) a favor, en un ejercicio de realimentación de los que no hay muchos, ya que las vibraciones de ida y vuelta eran estimulantes para todos, se sentían en el vientre y en la emoción hasta la lágrima. «Que ganas tenía de llegar a casa», dijo en la primera pausa, y siguió: «gracias por venir a este espacio cósmico, a este recinto hoy de vida y no de muerte, para celebrar la pervivencia del rock and roll».
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El de Real de Cartuja (por cierto ¿su casa tiene ya una placa conmemorativa?) ejerció de máster de ceremonias de un cumpleaños en que cada vez que apagaba una vela se encendía otra nueva para que la fiesta siguiera. Hasta 30. Y él feliz.
Rock & Ríos en perfecto orden de revista
Los músicos sudan tinta para componer un repertorio de directo. No fue el caso, ya que el 'set list' estaba tatuado en la memoria colectiva desde hace cuarenta años y sonó en el mismo orden de la grabación histórica. Un 'muy grandes éxitos' absoluto, sin falta ni sobra, con ítems redondos que resumían entonces los '20 años desde el Price' y todas su habilidades cantoras: la del excelso baladista (aunque le pese, y lo sigue siendo) del 'Himno de la alegría', 'El río' o 'Santa Lucía'; las cabalgadas guitarreras de 'Generación límite', 'Un caballo llamado muerte' (esto: ¿fentanilo ahora?) o 'Banzai'; No faltaron las confesionales 'Blues del autobús' y 'Los viejos rockeros nunca mueren'; la espídica antinana familiar 'Lúa' y esos tiempos siempre de cambio del 'Año 2000'; tampoco el viaje andalusí de 'Al Sur de Granada, y más al sur aún 'Al Andalus', o el medley de homenaje a los 'compañeros de fatigas'. Una seguidilla que recupera a Moris (argentino, autor de las más bellas canciones dedicadas a Madrid), Tequila, Burning, Leño y Topo. Precisamente con 'Mis amigos dónde estarán', de estos últimos, se vivió un momento muy emocionante, ya que en la pantalla salieron los rostros de los músicos fallecidos en los últimos tiempos, desde Manolo Tena y Antonio Vega, a Pau Donés o Pepe Risi entre decenas de otros queridos ausentes. .
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Compañeros de camino
Y hablando de compañeros de camino, en cada concierto de esta gira ha subido al escenario, y de alguna manera ha recibido los respetos de numerosos colegas de varias épocas, desde coetáneos como Lorenzo Santamaría y Miki, a nombres de otras generaciones como Rocío Márquez o Mikel Izal. En Granada tenía mucho donde elegir, así invitó y albergó bajo sus alas a Lapido, «el roquero más grande de la ciudad», para compartir 'Rocanrol bumerang', con una estampa curiosa, la de un Lapido micro en mano y sin guitarra; 'Extraños en el escaparate' fue a medias con un entregadísimo Antonio Arias, al que reconoció su inquietud e imaginación portentosa: «Granada tiene tres ríos, Miguel, el Darro y el Genil», le regaló el Lagartija; mucho calor humano hubo con el doblete del Granada Rock Choir ('Buscando la luz' y el 'Himno de la Alegría'); con Carmencita Calavera se bañó en 'El río' llegando casi a los coqueteos de la letra, y aprovechó que Carlos Segarra andaba por aquí para un patillero 'Blues del autobús', por cierto que con soberbio trabajo stride de Prado al piano, auténtico 'honky tonk'.
«Hoy voy a dedicar esta canción a los que sufren las consecuencias de los que se quieren obscenamente ricos, los 'Masters of war' que dijo Dylan, los señores de la guerra», mientras en la pantalla se iluminaba en azul y amarillo y comenzaban a sonar las primera notas del 'Himno de la alegría', con una puesta en escena grandiosa con la veintena de miembros del mencionado Coro rock de Granada.
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Volvió a Granada
Una vez terminado el repaso del doble disco, tras dos horas de concierto en el que no se movió del escenario, un Miguel Ríos, visiblemente cansado y con las voz rozada, regaló 'El rock de una noche de verano', como cronológico colofón vital, y sacó fuerzas de flaqueza para complacer una petición. Cualquiera se niega cuando una plaza llena, ya con las luces encendidas, solicitó a coro 'Vuelvo a Granada', el himno oficioso de la ciudad, que propuso «cantarla todo juntos, como si fuéramos Mariola Cantarero», aludiendo a que los músicos no se la sabían, y así, a 6000 voces se cerró la noche con uno de los momentos que quedarán en su memoria y en la de los presentes. Volvió a Granada y volvió su hogar.
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