El Cuarto Real de Santo Domingo exhibe una mirada histórica a los jardines del sur

Como afirma Manuel Casares, «en Andalucía y el norte de África tenemos algunos de los jardines más antiguos del mundo. En el momento en que el hombre deja de ser nómada y se asienta nacen las ciencias, las Matemáticas, las clases sociales, el trabajo y el descanso, el rico y el pobre. Los jardines son, en cierta medida, el recordatorio de aquella arcadia feliz, perdida en las nieblas del tiempo».

Egipto, Babilonia, Grecia, Roma, el Medievo... Son etapas en la concepción de estos espacios que nos llevan hasta la naturaleza del ornato vegetal de hoy, muy influido por el paisajismo moderno y la concepción romántica.

La exposición tiene tres partes: una dedicada a los jardines del sur de España, en la que se han buscado tres imágenes de cada uno de los espacios, primando que fueran curiosas e ilustrativas, y que muestran la evolución de cada uno. Una segunda parte ilustra los jardines del norte de África –marroquíes, en realidad–, con una miscelánea organizada por temas, y una tercera supone un recorrido por los elementos concretos del jardín granadino.

Hay dos elementos singulares, además de las propias fotografías, que hacen la muestra muy atractiva. Una de ellas es la colección de documentos bibliográficos y postales, y otra, la más valiosa según el profesor Casares, es la colección de maquetas, que permite conocer detalles ignotos incluso para muchos granadinos, como por ejemplo, la evolución de los jardines del Generalife, la cual se muestra en tres momentos distintos: a la llegada de los Reyes Católicos, en la restauración romántica y en la última remodelación de Torres Balbás. O la de Alcázar Genil, capturada en dos épocas: la Edad Media y el año 1934.

Entre las curiosidades de las maquetas del Generalife destaca una torre de quita y pon, como recuerda José Tito: la Torre del Caracol. Una construcción aneja al muro norte que en el Renacimiento tuvo la forma helicoidal que le da nombre, derrumbada a finales del XVI a consecuencia de un terremoto, y que aunque luego se reconstruyó en forma cuadrada, conservó en su base la forma redonda. O el surtidor de 14 metros que regalaba el arcoiris, o los mirtos tallados a la altura de los balcones, que describe Navaggiero diciendo que «no parecían copas de árboles, sino un igualísimo prado».

El visitante puede observar la evolución vegetal de los distintos espacios, las modalidades plantadas en ellos, e incluso comprobar que bajo el Camino de Ronda se encuentran los restos de la inmensa alberca del Alcázar Genil original, frente a la cual había un palacio muy similar al Partal. Los jardines donde hoy se halla la Escuela de Estudios Árabes, el Carmen del Agua, los laureles perdidos del Cuarto Real, el patio de los naranjos de Córdoba, y por supuesto, los suntuosos jardines de Agdal, de Marrakech, se muestran ante nuestros ojos.