Otra comedia sobre el vestuario de la verdad
Andrés Molinari
Domingo, 15 de octubre 2023, 22:28
Mientras la Magna transitaba a paso lento entre Puerta Real y el embovedado, a unos metros de allí, en el teatro Isabel la Católica, se ... representaba 'Hechos y Faltas', una comedia ambientada muy, muy lejos del ambiente cofrade granadino pero también ansiando deshojar verdades escondidas tras las metáforas.
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El texto de Jeremy Kareken, David Murrell y Gordon Farrell, ha sido puesto en escena y dirigido por Bernabé Rico, respetando, en parte, aquella ubicación entre Las Vegas y Nueva York, aunque el meollo de la noticia bien podía brotar en un barrio esquinado de cualquier ciudad al uso. La obra reedita el viejísimo dilema entre desnudez y vestuario. Los museos de medio mundo están llenos de desnudos, en estatua o pintura. Mientras en otras salas se muestran atavíos, oropeles y uniformes. Aquel deseo de los griegos de esculpir y pintar a las deidades, por ser verdaderas, totalmente desnudas, se trasmuta en esta comedia en la pretensión juvenil de que las noticias sean escritas despojadas de todo vestuario literario, de toda rima numérica, de todo jeribeque seductor.
Poco a poco la función se va viniendo arriba, desde un comienzo muy esclavo de móviles que suenan a Wagner o mensajes de texto mal deletreados por paupérrimos luminosos de mero escaparate. El decorado, como una biblioteca totalmente desnuda de libros, podía leerse como un subrayado del argumento. Aunque sólo sirve para arropar a los tres actores, entorpecer algo sus mutis y ahorrarse dos ambientes pues lo mismo aclimata el despacho de ella que la casa de él.
Cuando amaina el parpadeo de luces y los móviles dejan paso a las discusiones, nos va complaciendo la comedia y su enjundia sobre la verdad, su existencia y si es mejor mostrarla desnuda o con trajes según el sastre. Gran parte del mérito está en los tres actores, que se creen su papel. Ángeles Martín, sobreactuando algo al comienzo, luego contenida, porque siempre fue una actriz demasiado en la sombra. Antonio Dechent manteniendo una gris ambigüedad entre el impasible inglés flagrante de ironía y el iracundo mediterráneo a punto de dar la bofetada.
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Y el estupendo Juan Grandinetti, capaz de exasperar al más templado, logrando él solo momentos de excelente teatro. A pesar de que la comedia no es una 'magna' y su final es precipitado y pobretón. Tras los merecidos aplausos, al salir de la sala, todavía seguían pasando cristos desnudos y vírgenes ricamente vestidas por la puerta del teatro.
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