La Catedral se desconfina para la música
El clásico ciclo Música y Tiempo litúrgico llena el aforo permitido de la nave principal, con la Cuaresma como hilo conductor del concierto
andrés molinari
Sábado, 20 de marzo 2021, 23:55
Los monumentos diocesanos siguen confinados. Ni el turismo, que nunca falta, ni la liturgia tan consuetudinaria ni las peticiones de los cofrades han logrado abrir ... de par en par las puertas de nuestra Iglesia Mayor. Sin embargo el clásico ciclo Música y Tiempo litúrgico logró llenar el aforo permitido de su nave principal, el día en que acababa de entrar la primavera y era víspera del quinto domingo de Cuaresma.
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Y precisamente el tema cuaresmal fue el hilo conductor del concierto sacro. Una muestra del quehacer musical y litúrgico de todo el conjunto cantoral al servicio de la sede granadina, es decir, la Schola Pueri Cantores en sus tres secciones: Angeli, Archangeli et Schola Cantoría. Para tan importante demostración un concierto en dos partes diferentes, pero hilvanadas por la sucesión de estampas de la historia sagrada, con dos directores distintos pero también amigados en un mismo afán.
Se echó de menos el programa de mano en papel, tan cuidado por el Centro Nuevo Inicio, con imágenes atinadamente escogidas, aquellos buenos textos de Román o de Cantón, y la admonición siempre oportuna del arzobispo, la tarde del sábado también ausente. Pero el texto leído desde el ambón por el director del coro aportó la información necesaria, esa que las normas antivirus escamotea de nuestras manos, como tantas cosas mermadas durante estas temporadas.
Polifonía y espacialidad
La larga primera parte rescató para nuestro tiempo una pasión encontrada por Julieta Vega en los archivos del Sacromonte. Sobre su esquemática y algo simplona urdimbre gregoriana el buen músico que es Héctor Eliel Márquez ha añadido escogidas incrustaciones polifónicas del Oficio de Semana Santa de Tomás Luis de Victoria, que ya son palabras mayores. De esta forma, el recitado algo plúmbeo del narrador, en un tono muy del pregonero de una plaza castellana, se acicala con las intervenciones del coro y de tres solistas que ayudan en lo que pueden.
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Un acierto el haber leído todo el texto de San Mateo en español con lo que podemos seguir mejor el grito del populacho pidiendo el canje de Barrabás o ese instante precioso en el que 'Todo está consumado' y el abulense suelta, siempre con contención, un bandada de fugas y de contrapuntos que conmueven hasta las piedras del calvario. Cómo hemos añorado algún grupo de cuerda que en ese momento hubiese subrayado, como lo escribió Haydn, el terremoto tras la muerte de Jesús.
Y otro acierto la espacialidad teatral de la propuesta, con intérpretes desde los púlpitos y alguna solista adelantada de la masa coral. De esta forma se compensan un par de entradas dubitativas del coro y la notable falta de voces masculinas entre estos jóvenes que, de seguir trabajando así, pronto recibirán críticas sólo laudatorias.
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Para la segunda parte del concierto, un texto clásico pero en una versión poco frecuentada: el Stabat Mater de Josef Rheinberger, ahora interpretado por el coro de adultos de la catedral, dirigidos por Pablo Gutiérrez, en un precioso dialogó con el órgano del evangelio, tocado por Conchita Fernández Vivas.
Una partitura algo ecléctica, todavía anclada en el romanticismo, pero atisbando ya las vanguardias del siglo XX. Ante esta sucesión de números, solo encuadernados por el célebre texto latino y por la tonalidad de la pieza, el coro se mostró mejor empastado que el de antes, con cierto dominio de la armonía y momentos rayando a cierta altura pesea algún que otro desencuentro con el órgano, tan lejano.
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Música que fue escrita con todo el amor por belleza, para afianzar la fe de los creyentes y acrecer su esperanza en una vida celestial tras estas asechanzas terrenales. Música, por tanto, idónea para estos tiempos de mudanza en los que son más necesarias que nunca la fe personal, la esperanza en lo venidero y el amor como única música veraz para seguir estando vivos.
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