Un momento del concierto ayer en la catedral de Granada. Pepe Marín

Catedral cerrada a diario, jardín abierto a la música

Crítica ·

El coro que dirige Pablo García Miranda mostró sus ganas de agradar y su esforzado quehacer, basado en una buena afinación y unas entradas limpias

Andrés molinari

Granada

Domingo, 25 de abril 2021, 00:55

Por Pascua florida la música, arte de principio a fin, parece buena compañera para el cirio catedralicio, que permaneció encendido todo el concierto, enarbolando su ... alfa y su omega, metáfora de todo en lo que creemos. Para dicho encuentro nada mejor que la música vocal y a cargo de uno de los coros más prestigiosos de nuestra ciudad, merecedor de que, para él, se abren las puertas de la catedral, cerradas para todo lo demás.

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Pocos años antes de que Alonso Cano pintase la capilla mayor granadina, que anoche hizo de telón de fondo del concierto, Claudio Monteverdi publicaba en Venecia su 'Messa da capella' obra central del recital, cuyas partes fueron entreveradas por motetes de des Pres, Hassler, Guerrero y Victoria, para dar agilidad al pétreo bloque litúrgico. En ambos casos el coro que dirige Pablo García Miranda mostró sus ganas de agradar y su esforzado quehacer, basado en una buena afinación, unas entradas limpias, un empaque suficiente y un esmero en los finales que aprovechan la excelente sonoridad de la seo granadina con varios segundos de reverberación serpeando por sus naves. Ciertamente este coro, como otros hogaño, adolece de una cuerda masculina de bajos algo flácida y también le ocurre que las sopranos superan en algunos pasajes a las contraltos, pero es un coro ansioso de homogeneidad, dentro de sus comedidas aspiraciones y de su sencillez estética que nunca roza la mediocridad.

Los pasajes de la misa y los demás motetes del barroco contaron con el apoyo del órgano moderno, a ras de suelo, ante cuyo teclado siempre estuvo discreto el organista Sylvio Salado. Fue un acierto disponer de atril para las nueves mujeres y los ocho hombres, ya que la laxitud de los brazos, sin tener que sostener la partitura, agiliza mucho la respiración, a pesar de que la mascarilla siempre es una sordina indeseable pero imprescindible en los tiempos que corren.

Pablo dirige con minuciosidad y prudencia, tratando de esquivar la enorme dificultad de dirigir y cantar a la vez, cosa que hace para rellenar la escuálida cuerda masculina. Porque emitir la voz y a la vez agitar los brazos con aspaviento para marcar el compás, hurta no poco la necesaria serenidad pulmonar que requiere una voz límpida y precisa.

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Una vez más el coro que luce como blasón el nombre del compositor abulense llenó nuestra catedral de sones de resurrección, con sus motetes fugados y sus misa plagada de instantes de gran belleza. El Centro Nuevo Inicio, como organizador, y la Fundación Caja Rural, como patrocinadora, fueron las dos hojas de la puerta que abrió nuestra catedral para tan interesante cita artística.

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