Alicia recuerda que Carlos era un hombre muy familiar y disfrutaba conversando. JUAN MIGUEL MORALES
Alicia Sánchez / Pareja de Carlos Cano

«Carlos creía profundamente en la bondad del ser humano»

Tal día como hoy el cantautor granadino Carlos Cano habría cumplido 75 años. Su familia y amigos lo celebran como si estuviera entre nosotros

jorge fernández bustos

Jueves, 28 de enero 2021, 00:54

Para su emblemático cumpleaños, Alicia Sánchez, la que fuera su mujer y su musa, responde a unas preguntas para mostrar la vigencia de su patrimonio.

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–Carlos Cano era un trabajador comprometido. ¿Cómo era el tiempo que dedicaba a su familia?

–Carlos era un ser humano comprometido con los demás, le dolía el sufrimiento de los desfavorecidos haciendo suyos sus problemas. En casa siempre estaba componiendo, su cabeza no paraba nunca, era un creador muy exigente y le daba mil vueltas a lo que componía, haciéndome partícipe de lo que escribía para que después le diese mi opinión. También le gustaba ver mis reacciones cuando me leía o cantaba algo. A la hora de escribir era meticuloso al máximo. Hacíamos una vida totalmente familiar, los cumpleaños los solíamos celebrar en casa ya que Carlos por su trabajo estaba mucho tiempo fuera. Recuerdo con ternura cuando Carlos llegaba de algún viaje, era una fiesta total, si era entre semana, las niñas no iban al colegio y lo pasábamos juntos en familia saliendo a pasear y comiendo en casa que era su refugio. Siempre que estaba fuera llamaba mil veces para hablar con sus hijas y conmigo, con lo cual la distancia desaparecía.

–¿Con qué disfrutaba Carlos Cano?

–Carlos era una persona familiar, disfrutaba conversando con nosotras y con los amigos que se pasaban por casa. Le gustaba pasear por el jardín, mirar Granada y la Sierra desde la Vega, arreglar las macetas y regar las plantas, estar con sus perros y gatos. Le encantaba cocinar e inventarse platos. Ponía música. Recuerdo especialmente los discos de Amalia Rodrigues, Violeta Parra, Edith Piaf y Billie Holiday, entre muchos. Leía la poesía que acumulaba en su estudio y que tanto le inspiraba. En definitiva, disfrutaba mucho de esa paz y tranquilidad que se respiraba en la casa.

–¿Se sentía más poeta que músico?

–No era persona de ponerse etiquetas. Yo pienso que le daría pudor definirse como poeta, aunque lo fuera. Primero componía la música y después venía la letra.

–¿Compartía en casa sus preocupaciones y su lucha?

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–Sí, y aunque quisiera esquivar los problemas del mundo, no podía hacerlo porque se hablaba de ellos. Nos imaginábamos lo bonito que sería hacer un reparto justo para que la gente viviera con dignidad.

–No estaba solo en aquellos años, también Paco Ibáñez, Luis Pastor, Antonio Mata, Lluís Llach, Martirio… ¿Siguen manteniendo relación con esos compañeros?

–Y Marina Rosell, Labordeta, Elisa Serna, María Dolores Pradera… Desgraciadamente algunas ya no están y a los otros no los vemos tan a menudo como quisiéramos, pero son amigos del alma y cuando hemos tenido ocasión, nos hemos encontrado.

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–Fernando Bellver decía que sufría la vida y sufría los problemas de los demás. ¿Era capaz de aparcar esos problemas y ser una persona alegre?

–Carlos era un optimista total que amaba la vida y creía profundamente, a pesar de todo, en la bondad del ser humano, por estas razones, tenía un sentido de la alegría especial.

–En su larga discografía comprobamos que tenía muchos frentes por los que luchar. ¿Cuáles eran sus principales espinas?

–Quizá una de sus mayores decepciones fue con la política oficial y muchos políticos que defraudaron las aspiraciones y expectativas sociales y culturales que le llevaron a ser un cantautor reivindicativo. Él soñaba con otro mundo que no llegó a ver. Que estuvieran abiertas todas las puertas, como cantaba, para que todo fuera de todos y el mundo anduviese mejor.

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–Es famosa su timidez, que lo hacía parecer algo seco, pero subirse a un escenario, desnudar su alma y cantar verdades no es nada vergonzoso. ¿Dónde radicaba realmente la valentía de Carlos?

–Carlos asumía mucha responsabilidad a la hora de enfrentarse al público y eso lo marcaba. Antes de cantar, sobre todo al principio de su carrera, vomitaba. En los últimos años decía que, cuando subía a un escenario, le poseía un bulto por dentro que se convertía en Carlos Cano. Esto lo aprendió del Pericón de Cádiz.

–Por otra parte, sabía de sus valores y de su poder. ¿De qué presumía?

–Nunca presumió de nada. Era un ser totalmente normal al que la fama no logró transformar su ego. En todo caso se sentía orgulloso de su coherencia, de que siempre llevó la misma chaqueta.

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–¿Hasta qué punto entendía —y se entendía en casa— su labor de remover conciencias de crear verdaderos himnos reivindicativos?

–Las canciones de Carlos salían tan de dentro que no estaban pensadas para ser himnos. Para él no había nada de extraordinario en trabajar por un mundo mejor porque eso estaba ligado a su forma de ser, no podía ser de otra manera, y así lo entendíamos también en casa. En este sentido, en mí encontró desde el principio a una cómplice que siempre creyó en su proyecto de vida y lo apoyó. Y mis hijas, desde que vinieron al mundo, vivieron y sintieron el trabajo de su padre de una manera natural.

–¿Cuáles eran sus sueños, sus anhelos más inmediatos?

–Que la gente fuera feliz. Él siempre decía que habíamos venido al mundo con la obligación de ser felices. Y esa era nuestra meta, pero también la fuente de sufrimiento cuando observas que no siempre es posible, que sin justicia, respeto y libertad la felicidad no existe.

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–Haciendo un poco de abstracción, ¿cuáles serían sus reivindicaciones de ahora?

–Desgraciadamente, las mismas cosas que cuando empezó: escuela gratis, medicina y hospital. Seguiría reivindicando la lucha del pueblo saharaui y la solidaridad con los inmigrantes, y mostraría su rechazo frontal al racismo y a cualquier tipo de discriminación. Cantaría por los que no tienen casa y sufren la exclusión. Y seguiría suspirando por una Granada y una Andalucía abiertas.

–En general Granada es mala madre para sus hijos. ¿Piensa que Carlos Cano tiene el lugar que le corresponde en el recuerdo popular?

–En la memoria popular, sí. Yo percibo que mucha gente de Granada se siente orgullosa de Carlos Cano como hijo de esta tierra. Existe un cariño y un valor a su obra y a su persona y Carlos forma parte del paisaje sentimental de sus gentes. Otra cosa han sido las instituciones públicas, las granadinas y las andaluzas, que siempre se han mostrado reacias y timoratas a reconocerlo como merece.

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–¿Qué pediría a las instituciones para mantener viva su llama?

–Les pediría que afrontasen de una vez algunos proyectos ya avanzados que no terminan de cuajar, como una gran exposición retrospectiva itinerante en la que ha venido trabajando mi hija Amaranta con otros profesionales desde hace años. O la señalización de lugares de su memoria que no existen y que mucha gente busca. Que se den cuenta de que Carlos Cano está vivo y su obra traspasará generaciones como uno de los grandes patrimonios de esta tierra.

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