La capilla, ese lugar ansiado por los toreros y escondido al resto del mundo
Muy cerca del túnel que desciende al ruedo de Baza, se encuentra la pequeña capilla del coso, enclavada en una cueva de paredes encaladas
María Dolores Martínez
Viernes, 12 de septiembre 2025, 17:55
Dentro de sólo unas horas volverán a sonar clarines y timbales en la Plaza 'Dama de Baza'. Muy cerca del túnel que desciende al ruedo ... se encuentra la pequeña capilla del coso, enclavada en una cueva de paredes encaladas. Hoy nos adentramos en ella. Es tan tradicional y tiene tanto sabor como esta plaza centenaria. Su blancura sólo está rota por los mantones de manila de color grana que reposan sobre los reclinatorios junto a los rosarios, las pequeñas macetas de geranio, los claveles frescos y el verdor de las hojas y del romero, recien traídos por Maria del Carmen Soriano Sánchez. Esta entrañable y discreta vecina del barrio del Santo Ángel, muy cerca del coso, es la encargada de que este lugar sagrado luzca sus mejores galas desde hace treinta años, siempre acompañada por su marido Antonio. Cuenta orgullosa que en sus jardines «crecen unos preciosos romeros, muy altos» y le gusta traerlos en flor para esta cita tan especial.
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La capilla es ese lugar escondido tan ansiado por los toreros y escondido al resto del mundo, donde impera el silencio y ya sólo queda confiar en que la Providencia les eche ese capote que les libre del peligro o les lleve a la gloria soñada. Han rezado ya en la soledad del hotel frente a las imágenes de su devoción, pero volverán a hacerlo después en otros muchos momentos de la lidia. Unas veces, bajo el amparo de una Virgen o un Cristo bordado en su capote de paseo, mientras trazan una cruz en el albero con la zapatilla, cuando dirigen una última mirada al Cielo o se persignan recién abierta la puerta de toriles.
Maria del Carmen coloca con respeto y muchísimo cariño en el altar de la capilla las imágenes de La Inmaculada Concepción y de Nuestra Señora del Carmen de su casa y unas oraciones de hace muchos años para que protejan en esta tarde. También el espectacular rosario heredado de sus tatarabuelos, «que tantas cosas le ha contado de su familia» y que su madre le confió como heredera por «toda la fe que tenía« . Recoloca los claveles y enciende las velas mientras nos cuenta que el altar está presidido durante todo el año por dos imágenes muy queridas, la de la Virgen de la Piedad, patrona del municipio, y el Nazareno. Junto a ellos, estampas, cuadros, pequeñas figuras y fotografías que forman parte también de la devoción popular. Luego, permanece en silencio y se queda mirando todo su trabajo con una mirada de orgullo. «Que nos sigamos viendo muchos años», nos dice. La suerte está echada.
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