El cabaret de Javier Ruibal, un oasis entre las penas
El cantante gaditano llenó completamente el teatro Isabel la Católica con, como él mismo describió, un plano secuencia berlanguiano de dos horas
Juan Jesús García
Viernes, 21 de febrero 2025
Que Javier Ruibal es único e intransferible no es ningún secreto, aunque hubo épocas en las que lo era, y a voces no siempre escuchadas. ... Desde luego nunca mayoritariamente. Ya con aquel 'Duna' de 1982, cuando el ahora 'bienpeinao' lucía considerable pelaje marcó su terreno. Cerca ya de la séptima edad, el portuense le ha dado un par de vueltas a su fantasía y se ha convertido en un brillante cantante de un imaginario y nada decadente club nocturno de mediados del siglo pasado. La idea nació compartida con Santiago Auserón, y si lo visto y escuchado en el teatro Isabel la Católica ayer (con lleno absoluto) resultó deslumbrante hasta la ceguera, imaginarlo ya a medias con Juan Perro desborda todo posible calificativo del diccionario.
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La empresa propietaria del Cabaret Saturno montó todo un set de club de buena muerte en el escenario, orquesta de nueve músicos, velador y cuerpo de baile incluido, donde nuestro artista ejerce de maestro de ceremonias y vocalista titular. Siempre con esa voz tórrida y con una capacidad de maniobra infinita. Encantador en su función de animador, con habilidades poéticas de habilidoso rimador. Tan delicioso como agudo. Jugando con las palabras cual domador gramatical, de todos los tiempos, pues hace piruetas con el calendario hacia atrás como adelante, utilizando tanto un lenguaje de época, los años 50, como el más actual en su discurso, siempre con gracejo y simpatía. Y es que en los cabarets el reloj se detenía o estiraba al gusto, convirtiéndose en un irreal oasis entre borrascas. Los que estuvieron, lo saben, y a eso iban. Así se pueden escuchar anuncios de la inminente llegada del Seat 600 o del 'Día del trabajo' (¡con sus demostraciones gimnásticas, por supuesto!) como se trae del futuro a artistas que no habían nacido, caso de Marina Heredia, o eran tiernos bebés como Miguel Ríos. Ya digo, un feliz boquete espacio temporal.
Actor
A este polifacético músico, con notables y convincentes artes actorales ahora, siempre se le ha reconocido por su capacidad narrativa; sus canciones son historias completas, con planteamiento, nudo y desenlace en los tres minutos preceptivos. Por eso esta curiosa retro función le ha venido perfecta para definir en sus canciones la ambientación de lo que solo nuestros padres y abuelos pudieron vivir, y a nosotros nos ha llegado por el cine y los recuerdos. Cada tema tiene un destinatario en la fauna noctámbula, que él retrata con precisión, romanticismo, simpatía, cariño y ternura, porque sea el policía secreta, la chica de la vida, el picaflor garbanzo negro de buena familia, el marine testosterónico, el fauno, la diva venida a menos (o a más), la guapa cupletista y hasta el censor juegan un papel imprescindible en el reparto cabaretero. Las canciones, hiladas como en la grabación, describen a los personajes de ese ecosistema, de uno en uno, que como a él le gusta definir, es un plano secuencia berlanguiano de dos horas.
Mención aparte merece la pareja de, en principio bailarines, pero luego mutantes actores que rompen la cuarta pared y dan cuerpos y vida a muchos de los personajes cantados, poniendo en escena corporalmente las cuitas, amores o desencuentros relatados por el 'bienpeinao' y mejor vestido, hasta con zapatos slingback de época: Lucía Ruibal, su hija, y David Nieto. Como también hay destacar el imponente equipo musical que sustenta con todo tipo de recreaciones de ritmos vintage esta sesión; entre ellos su otro hijo Javi Ruibal con José Recacha y Dani Escortell (¡el trío de rock progresivo Glazz!) y seis músicos más (con el polifacético Nano Sánchez al piano) sin complejos dándole al swing, bolero, rumba, cuplé, bugui-bugui, zambra, tango, rock&roll, pasodoble etc. La Orquesta pone en el oído con absoluta precisión –y algunos espacios para la improvisación– unos exquisitos arreglos musicales que llevan la firma del fuera de serie Javier López de Guereña. Bocado sonoro de cardenal… ¡que sin sotana seguro que también se sentó alguna vez en el Saturno!
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Los ruibalista más cafeteros rumiaron las ganas de escuchar 'La flor de Estambul', 'Pensión Triana', 'Ay pelao' o algunas de las canciones más celebradas del gaditano, pero no estaban en el libreto del cabaret esta noche. Acaso cuando los grises clausuraron el club, en el último número, pudieran sonar en el Molino, donde se mudó la compañía al final. Pero eso sería en el futuro remoto. En el Saturno las penas –incluido Trump– se quedaron en la puerta.
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