El escritor y profesor José Calvo Poyato. F.P.

José Calvo Poyato | Historiador y escritor

«Hemos mirado a Portugal por encima del hombro, y eso fue un error»

El autor presenta en el Aula de Cultura de IDEAL su nueva novela 'Dueños del mundo', en torno almomento en que España y el país vecino se unieron con Felipe II como rey

Domingo, 12 de octubre 2025, 00:13

El historiador egabrense José Calvo Poyato (1951) se ha convertido, además, en uno de los más afamados escritores de novela histórica de nuestro país. Este ... año ha publicado en Harper Collins 'Dueños del mundo', un relato donde analiza el momento en que la monarquía hispánica y la portuguesa se reunieron sobre la testa de Felipe II. Calvo Poyato será protagonista de la próxima edición del Aula de Cultura de IDEAL, patrocinada por Fundación Unicaja, el próximo martes 14 de octubre a las 19.30 horas en el Auditorio de la ONCE, en plaza del Carmen.

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Aula de Cultura de IDEAL

  • Invitado José Calvo Poyato, escritor y profesor, que presenta su nueva novela 'Dueños del mundo' (Harper Collins)

  • Dónde y cuándo Salón de actos de la ONCE(plaza del Carmen), el martes 14 de octubre a las 19.30 horas.

  • Entrada Libre hasta completar aforo

–¿Cuál fue la gasolina que motivó el empeño hispánico por unir la monarquía española con la portuguesa?

–Una ambición histórica de Felipe II. Él entiende que al morir el rey Don Sebastián sin descendencia, dada la senectud del cardenal Enrique, tenía mejor derecho para heredar, otorgado por ser hijo de la emperatriz Isabel. Además, ya sus tatarabuelos, los Reyes Católicos, acariciaron la misma idea en la persona de su nieto, el príncipe Miguel, quien murió prematuramente y que, por cierto, está enterrado en la Capilla Real. Así que la gasolina era el deseo de incrementar sus territorios basándose en sus derechos históricos.

–No fue una operación fácil, porque teníamos en contra a dos mujeres: Isabel I en Inglaterra y Catalina de Medicis en Francia.

–Así es. Una de una forma más sibilina y otra de una forma más abierta, ambas apoyaron las pretensiones de Antonio, prior de Crato. Y ambas estaban asustadas. Si Felipe ya era el rey más poderoso del mundo sin haber incorporado aún la monarquía portuguesa, imagínese añadiéndola. No era sólo la metrópoli; Portugal tenía posesiones ultramarinas en tres continentes: América, África y Asia. Fue cuando en el Imperio Español no se ponía el sol.

Posiciones

«La unión de España con Portugal asustó mucho a Francia e Inglaterra, que apoyaron al prior de Crato, rival de Felipe II»

–¿Qué nos diferenciaba a hispanos y portugueses en ese momento histórico, además de la lengua?

–Teníamos más aspectos en común que diferencias. Portugal y sus marinos fueron tan importantes como los castellanos. Abrieron un camino a la ruta de las especias bordeando África e hicieron grandes descubrimientos. Ambas eran potencias con amplios dominios y ambas eran fervientemente católicas. Lo que nos separaba a españoles y portugueses era que ellos tenían sus señas de identidad, su organización, sus cortes y su forma de administrar justicia mucho más consolidadas que nosotros.

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La economía

–Desde el punto de vista económico, ¿sus arcas estaban más o menos surtidas que las hispanas?

–Peor. Portugal había fracasado en su incursión en el norte de África. Alcazarquivir había sido un desastre que se llevó por delante a buena parte de la nobleza y ejército.

–Entonces, la unificación de reinos, ¿fue para España una bicoca o una ruina?

–Ni una cosa ni la otra. España aprovechó las colonias portuguesas y las rutas abiertas por sus barcos para robustecer su posición. Además, desde el punto de vista cultural, compartimos muchos valores, todos ellos en torno a la religión. La publicación de libros, el arte, la arquitectura, estaban muy conectadas, aunque en Portugal nació un estilo arquitectónico propio, el manuelino, de gran calidad.

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–¿Fueron los portugueses súbditos dóciles?

–Sí, porque tenían sus propias instituciones, como digo. Era un reino integrado en la corona, pero con organización aparte, como Aragón. Buena parte de la población, alta nobleza y alto clero, vieron con buenos ojos la integración en la corona hispánica. El bajo clero y parte del pueblo fueron remisos. Con todo, la unión duró hasta 1640, cuando Portugal recuperó su independencia.

Carácter

–¿Hasta qué punto casos como el de Antonio Pérez cambiaron la corte e incluso la forma de ser del rey Felipe?

–El rey ejercía el poder de forma absoluta. Aunque Juan de Eguía, Vázquez de Leca o el propio Antonio Pérez gozaban, en calidad de secretarios, de mucho poder, en realidad no eran más que ministros. Lo que sí ocurrió con Antonio Pérez es que Felipe confió en él más allá, quizá, de lo prudente. Por eso, su traición le dolió tanto, y se volvió más desconfiado.

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–El carácter de Felipe II era uno de los 'caballos de batalla' de sus enemigos. Por ir de negro le tildaban de ser siniestro, y de ser poco menos que el diablo.

–Todo forma parte de la leyenda negra alentada por sus enemigos. Felipe II iba vestido de negro, pero con una tela única que se fabricaba en España con tintes especiales, brillante, y distaba mucho del negro de los hábitos monásticos, por ejemplo. Era un negro de lujo, una tela que se puso de moda en su época y que era tan preciada que se enviaba en las embajadas como regalo.

La corte

«En torno al rey había 'halcones' y 'palomas', partidarios de la negociación y otros que preferían la fuerza»

–¿Cómo era la corte en aquel periodo?

–Podríamos decir que había 'halcones' y 'palomas'. Halcones como el duque de Alba, dispuestos a conseguir sus objetivos por la fuerza, y personajes como Rui Gómez de Silva, el príncipe de Éboli, más partidarios de la negociación. Cada uno de los bandos obtuvo victorias. Pero la decisión final siempre fue del rey.

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–La novela reúne la historia real con la posible, en una trama de intriga y crimen.

–Así es. A partir del hallazgo de un cadáver en la costa de un boticario con fama de alquimista, se inicia una historia donde aparece el interés de Felipe II, que está comprobado, por la alquimia, la posibilidad de transformar metales sin valor en oro. Un alguacil, Diego de Paz, investigará su desaparición, en un relato que espero guste a los lectores.

–¿Estamos locos quienes hablamos de iberismo?

–No, no lo estamos, porque yo me incluyo entre ellos. El iberismo ha estado presente en algunos grandes pensadores españoles. Nuestra relación con Portugal no es todo lo buena que debería haber sido. Les hemos mirado por encima del hombro, como Francia a nosotros. Y esto ha sido un error absoluto. Esa unidad de la que hablaron Valera o Unamuno habría sido muy beneficiosa para ambos países, a la hora, por ejemplo, de negociar con Europa.

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