Los observadores del comportamiento humano afirman que, cuando somos niños, usamos sobre todo los verbos en singular, y cuando maduramos, conocemos el amor y disfrutamos ... la amistad, ya solemos usar el plural. Espejeando esa pauta, dos singularidades muy peculiares, en forma de hombres maduros, nos van desvelando una pluralidad de afectos y de amores por una mujer en singular, a lo largo de la obra «La mujer de nuestra vida» que representó el jueves pasado la compañía Callejón del Gato en el teatro de CajaGranada. Reconforta ver esta amplia sala llena de granadinos que, con su donativo, aportaron medios económicos al Banco de Alimentos, beneficiario total de la función. Su presidente, Manuel Marchal, ya lo agradeció al comienzo, con una emotiva presentación en la que también incrustó, con acierto, la palabra amor, en este caso hacia el prójimo más necesitado.
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La comedia de Lionel Goldstein, sin ser un prodigio de trama argumental ni de literatura dramática, entretiene e invita al espectador a imaginar triangulaciones amorosas y situaciones pretéritas a través del relato en tiempo presente de dos hombres ya crepusculares. Enrique Girón y Juan García de la Concha, éste último también adaptador de la pieza original, extraen todo y más de la peripecia. Con su ajustada y circunspecta actuación, unas veces le aportan ternura al argumento, otras ira muy contenida y casi siempre un humor vivificante que siempre revolotea allí donde dos hombres estuvieron enamorados toda la vida de la misma persona. Para generar en el público esas suaves brisas que son sus sonrisas, no recurren al zafio naufragio en lo payasesco, ni siquiera durante los amagos de enfado, antes bien ambos se mantienen elegantes, incluso al merendar, discretos incluso al ir a mear, amigables, como se esperaba, al terminar.
En estos triángulos, al acercarse los dos ángulos contiguos pero opuestos, el isósceles aúpa su vértice superior haciéndolo más conspicuo. Es lo que ocurre con David y Edward que, tras desdeñar sombrero y kippá, y amigar ramo de flores con piedras blancas, que los separaban en creencia y atuendo, traban una cercanía que enaltece a Flo ante nuestra imaginación. Eso es teatro: crear un tercer personaje que no necesita actriz en escena.
Adecuada iluminación, pronunciación sin sílabas perdidas, decorado el justo, humo el necesario. Un triángulo amoroso abierto a otras guedejas laterales, de matrimonio o de romance pasajero, un plural muy singular.
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