AGranada muchas cosas llegan con retraso. Impresentable lo del tren, que no cesa, y discutible tener que esperar otro curso académico para que nuestra Universidad ... pueda impartir el grado de IA. Estos días, la ciudad prodiga música y danza por doquier. Y, a dicho derroche, nada le debe ser ajeno. De un tiempo a esta parte la Inteligencia Artificial se está avecindando entre nuestras aspiraciones de hacer bien las cosas, nuestras formas cómodas y eficaces de trabajar y, por qué no decirlo, también entre nuestros miedos a lo desconocido y manipulable en lontananza. En esencia, la IA consiste en dejar libre albedrío a una máquina para que redacte, elabore imágenes de apoyo y realice todo tipo de quehaceres que hasta ahora eran privilegio de la mente humana. Sin olvidar que de esta, nació ese nuevo Frankenstein,
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La música es una peculiar página de la cultura humana caracterizada por un lenguaje y una grafía propias con las que imprimirse y pasar a las siguientes generaciones, pero que también utiliza la textualidad para difundirse, explicarse y ser criticada. Por ahora pasaré página sobre la creación musical mediante IA y comentaré las excelencias y las asechanzas de esta herramienta para los críticos. Mediante tan moderno trebejo ya se redactan las caras impresas de los discos, las reseñas en las revistas del ramo y las notas al programa de un concierto.
La verdad es que se están logrando artículos y descripciones de gran apariencia lo que no desequilibra la balanza en uno u otro sentidos. Pero sigue el miedo. La IA es capaz de plantear una entrevista a un músico como lo haría el más avezado de los periodistas, aunque a la hora de valorar y justipreciar un concierto, la cosa cambia.
Ante la crítica descaradamente pespunteada con IA, caben varios parapetos y quitamiedos. El primero es la formación integral del lector. Sólo una cultura profunda, en música y en literatura, es capaz de distinguir la añagaza de la proeza, la mescolanza con apariencia, de la redacción con sentimiento y enjundia. El segundo es el llamado 'ojo clínico' del lector, esa suspicacia, no exenta de un átomo de malicia, para distinguir lo que ha escrito un ser humano con su emoción y sus equivocaciones, de la frialdad gélida, como la nieve de nuestra sierra, con la que hasta ahora se expresa la IA.
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Mientras tanto sigamos hablando de música hasta que medie julio y siga el calor,
A Granada muchas cosas llegan con retraso, sobre todo aquellas cuya gestión depende de ineptos, ladinos y zamacucos. Por suerte la música llega cada año puntual, engastada en el afamado Festival. Como ha llegado el verano con su afán de fuego y un día llegará la nieve cuya belleza seguirá ajena a toda inteligencia, natural o artificial.
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