En nuestra catedral cabe el mundo entero. Si, hace una semana, fue la OCG la recibida en su crucero por tan monumental anfitriona, el pasado ... sábado, recibió la visita de la compañía teatral Mira de Amescua, que embelleció, aun más, nuestra seo con los versos de El gran teatro del mundo, del siempre admirado Calderón de la Barca.
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Nunca imaginó esta compañía de aficionados, fundada por Germán Tejerizo y ahora bajo la gerencia de Antonio Ubago, que un día habrían de prescindir de los imaginativos telones de fondo de Antonio Serrano, porque serían Diego de Siloe y Alonso Cano los encargados de enmarcar su trabajo. Ante el presbiterio trazado por el primero y con los maravillosos cuadros del segundo, discurrieron las casi dos horas de prodigio escénico y literario, mientras caía la tarde y casi se despedía la primavera.
Una representación elegante y bien timbrada de voces, a veces poniendo el vello de punta con ese: «Obrad bien, que Dios es Dios» cantado por Sensi Martínes, con interminables segundos de reverberación por las naves catedralicias. Las laterales vacías para la elegancia espacial, la central totalmente llena de público silencioso, atento, entusiasmado. No pocos asistentes, sobre todo jóvenes, seguramente, era la primera vez que veían y escuchaban a Dios padre crear el mundo en verso y a los seres humanos discurrir en romance de la cuna a la tumba.
Francisco Bueno bordó este autor. Antonio Pérez Casanova, salió de su esfera armilar para su largo parlamento como el mundo. Macario Funes, estiloso rey. María Solórzano, la discreción en persona. Esther Rodríguez, cada día mejor actriz, unas veces presumida y otras plañidera. Armando Ordóñez y Ramón Hidalgo, certeros como el rico y el pobre. Y graciosísimo Juan Antonio Rodríguez como el labrador, ese donaire imprescindible en las obras serísimas de Calderón.
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Como dijo Edrado García, deán de la catedral, en la presentación, es bueno que esta casa espiritual de todos, se abra a las distintas manifestaciones de la cultura cristiana. Y más ahora que se acerca la festividad grande del catolicismo que es el Corpus. Sin olvidar que esta representación también forma parte de los actos de conmemoración de los 500 años de nuestra iglesia mayor. Más o menos los mismos años que sumarían las edades de los veteranos actores que, con su juventud inmarchitable, hicieron girar «el Mundo» dentro de la catedral, al son de los versos de Calderón.
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