El cine y la historia, ¿disciplinas compatibles?
historia ·
¿Hasta qué punto el cine distorsiona la percepción que tenemos sobre los sucesos que acontecieron en el pasado?araceli pérez fernández
Almería
Domingo, 11 de diciembre 2022, 22:45
Todos tenemos a ese amigo con el que no se puede ver una película de temática histórica. A pocos segundos del inicio del film, oímos ... un gruñido, un suspiro, o cualquier otro tipo de expresión que denota disconformidad. Ya sea con los decorados, la indumentaria, o los anacronismos que en este tipo de largometrajes pueden darse.
Sin embargo, los historiadores también saben disfrutar de la belleza técnica de este tipo de películas a pesar de que su rigurosidad sea cuestionable. ¿A quién no se le eriza el vello cuando escucha frases como esta? «Mi nombre es Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del norte, general de las Legiones Fénix, fiel servidor del verdadero emperador Marco Aurelio. Padre de un hijo asesinado, esposo de una esposa asesinada y juro que me vengaré, en esta vida o en la otra».
Lamento decirles que un romano jamás se llamaría Máximo Décimo Meridio, aunque la actuación de Rusell Crowe nos parezca magistral. Los descendientes de Rómulo y Remo establecieron unas normas muy estrictas para los nombres. Este funcionaba algo así como nuestro primer, segundo apellido y nombre de pila. Así, el más famoso de sus generales se llamaba Cayo Julio César. El estadounidense Ridley Scott dio la vuelta a la estructura nominal de la antigüedad, siendo Décimo Meridio Máximo el modo correcto de denominar a este valiente gladiador.
No es el único «error» que podemos encontrar en la película si la examinamos con detalle. El asesinato de Cómodo, la muerte de Marco Aurelio o la presencia de Lucio Vero como un niño son algunas de las cuestiones que hacen a los historiadores «tirarse de los pelos». ¿Es por ello una mala película? Todo lo contrario, puesto que, a pesar de haberse estrenado hace ya veintidós años (algunos éramos poco más que bebés en aquel momento) se siguen rememorando sus icónicas frases y escenas.
Sin embargo, aquellos que estamos concienciados con la difusión de una historia rigurosa y científica somos conscientes de que el acercamiento al pasado de muchas personas está limitado a aquello que reciben en el cine y la televisión. Estos medios, con su poderosa capacidad de proyección y recepción son capaces de lanzar buenos...y malos mensajes.
Es emblemática la imagen de la emperatriz Livia interpretada por Siân Philips en la celebérrima serie «Yo, Claudio», basada en la exitosa novela de Robert Graves con el mismo nombre. A pesar de ello, esta serie británica emitida por la cadena BBC a finales de los 70 perpetúa una maquiavélica recepción de la primera emperatriz romana. En la serie aparece personificando el engaño, la manipulación y las ansias de poder, acabando con todo aquel que se pusiera en su camino y dominando al propio Augusto. Un recuerdo que viene a raíz del desagrado que generaba su influencia y poder entre quienes escribían la historia: hombres como Tácito o Suetonio, responsables de la buena y mala fama de los emperadores romanos. Hay muchos más ejemplos de la distorsión que generan las series y las películas en el imaginario colectivo de los espectadores, como el pensamiento de que la relación entre Patroclo y Aquiles era una «mera amistad» o que los 300 espartanos combatieron solos contra miles y miles de soldados persas.
A pesar de ello, la importancia que tiene seguir realizando películas y otras filmaciones de temática histórica es ingente. Quizás, la solución más adecuada para evitar alguna que otra úlcera a los profesionales sea contar con ellos a la hora de escribir los guiones. Es posible que así, grandes generales como Aníbal Barca dejen de tener que usar cascos que han sido fabricados tres siglos tras su muerte, con simbología ya cristiana y recuperen su habitual parche en uno de sus ojos.
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