El Albaicín más sorprendente en veinticinco fotografías

Y es que cada una de las veinticinco imágenes que conforman esta muestra, para la que Ureña ha contado con el apoyo de la Agencia Albaicín y el Centro de Estudios e Investigación del Arte y el Patrimonio al-Zawiya, no solo están cargadas de oficio, sino de conocimiento. El conocimiento de un señor que lleva el Albaicín en la sangre. Nació en la Cuesta de la Alhacaba y ayudaba a su abuela Ángeles a montar el puesto de golosinas y prensa en la plaza de la Merced. «La acompañaba todas las mañanas hasta la redacción de IDEAL, que entonces estaba en la calle San Juan de Dios, para recoger el fardo de periódicos; después me iba al colegio, la Academia Isidoriana», recuerda Andrés Ureña. Por eso sus capturas muestran el Albaicín desde la técnica, pero sobre todo desde la emoción.

«El hilo conductor de 'Albayzín, tesoro de al-Ándalus' es la luz y es el momento», asegura Ureña. La luz por tratarse de la materia prima de la fotografía. «Si es buena, las posibilidades de que la captura también sea buena son muy elevadas». «Me gusta el crepúsculo, cuando los últimos o los primeros rayos solares se confunden con el alumbrado público, por la proyección de las sombras y por la atmósfera que se genera», comenta el autor, quien también considera crucial el instante. Ese plus de dramatismo que aporta a cualquier escena, por ejemplo, un cielo cubierto de nubes amenazantes o una tarde lluviosa.

Pero para que una instantánea sea perfecta no basta tan solo con que tenga una buena narrativa y una exposición correcta –que la cantidad de luz que llegue al sensor de la cámara sea la adecuada–, sino que también todos los elementos que aparecen en la pantalla estén correctamente ordenados. Andrés Ureña es un verdadero maestro de la composición. De la localización de líneas y geometrías que faciliten la compresión por parte del espectador.

Si finalmente decide visitar 'Albayzín, tesoro de al-Ándalus', deténgase unos minutos, fíjese en la obra titulada 'Desde la ermita de San Miguel Alto' y comprobará una maravillosa superposición de cinco planos. Primero, el ocre de la muralla nazarí, segundo el verde de la Dehesa del Generalife, tercero el Tamboril, cuarto Sierra Nevada y el Pico del Caballo y, por último, el cielo de Granada.

Un cielo que es un verdadero tesoro. «Las puestas de sol hacen un barrido desde noviembre a julio por toda la franja de la Vega, con lo cual tienes muchas opciones para jugar con el patrimonio natural e histórico, siempre con la cara norte de Sierra Nevada iluminada como telón de fondo».

Aunque para lograr esas estampas tan hipnóticas del Albaicín y desde el Albaicín también es imprescindible la búsqueda de ángulos y rincones sorprendentes. Como adentrarse en el embovedado del Darro, en los túneles que conectan con la Alhambra o en alguna casa abandonada. «De ahí salen fotos poco corrientes», afirma Ureña. Tan poco corrientes como esa panorámica tomada desde la torre campanario de la iglesia del Salvador. 'Disparos' que, además, tienen el valor añadido de la autenticidad. «No tengo instalado el Photoshop y me limito a ajustar los niveles básicos», subraya.

'Albayzín, tesoro de al-Ándalus' ocupa una de las salas expositivas que hay en el patio de la alberca de la Casa de Zafra. Se compone de un total de veinticinco 'fogonazos' en color adaptados al espacio –se combinan los formatos de 60 por 40 y de 75 por 50–. «He buscado el equilibrio con este lugar lleno de encanto y de historia», resume Andrés Ureña, quien agradece el apoyo institucional y de personas como PedroLópez y Ángel Vallejo, de la Agencia Albaicín, y de Cristina Maldonado. Todos volcados con este proyecto.

El alma de Granada reside en las callejuelas del Albaicín. Las callejuelas donde jugaba un niño que se llamaba Andrés Ureña.