Acceso al mirador, ya con las barras de seguridad colocadas, tras subir los 237 peldaños de la escalera de caracol. PEPE MARÍN

Acaba la obra del gran mirador de Granada

La terraza de la Catedral, perimetrada con 300 barrotes, no se podrá visitar hasta dentro de un año, ya que aún falta el acondicionamiento de la escalera de caracol

Jorge Pastor

Granada

Sábado, 28 de junio 2025, 00:06

Doscientos treinta y siete escalones. Esos son, ni uno más ni uno menos, los peldaños que tendrán que subir los grupos de veinte personas que ... admitirá el mirador más alto de Granada. Estará en la cima de la torre de la Catedral y la noticia, la gran noticia, es que está completamente finalizado. La empresa constructora, Fortress, ya ha colocado los trescientos barrotes de 1,40 metros de altura que garantizan la seguridad ahí arriba, a cincuenta y siete metros. Pero cuidado, que esté acabada la terraza no significa que sea visitable, sino que habrá que esperar un año, hasta junio de 2026, cuando ya esté perfectamente acondicionada esa escalera de caracol que habrá que ascender, con paciencia, para 'ganar la cumbre'. Estamos hablando del equivalente a diecinueve pisos. Tomen resuello.

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¿Merecerá la pena? Si se fían del criterio del que suscribe –y de todos los que han vivido la experiencia–, ya les digo que sí. Que nunca habrán disfrutado de unas vistas así no solo de Granada y la Alhambra, sino de todo el casco urbano y el área metropolitana. Hay quien ha bautizado aquello como el Mirador de Granada.

La cuestión es que a día de hoy, la primera fase de la restauración de la atalaya ha llegado al ochenta por ciento, según confirma Diego Garzón, director de la obra y redactor del proyecto junto a Pedro Salmerón, felizmente jubilado después de muchos años rehabilitando algunos de los monumentos más importantes de Andalucía como la Alhambra o la Catedral de Jaén –también, por supuesto, la de Granada–.

El cabildo ha liberado inicialmente un millón de euros, de los que se han gastado ochocientos mil. Ahora falta algo muy importante, que en julio se formalice el 2% Cultural y el Gobierno afloje los 1,8 millones de euros que ha prometido. Con este dinero, ya sí, se completará toda la inversión, 2,8 millones de euros antes de impuestos, que se necesitan para dejar como nueva la torre de la Catedral por fuera –eso ya lo pueden ver ustedes sencillamente alzando la mirada–, pero sobre todo por dentro. Porque no solo se habilitarán como centros de interpretación las dos casas donde vivieron los campaneros –una de ellas fue estudio de artistas como Alonso Cano o José Guerrero–, sino que se ha arreglado todo el interior del tercer cuerpo, el de las campanas, donde el equipo de Julia Ramos y Dávila ha recuperado decenas de inscripciones y vítores con valor histórico. También elementos como un pequeño altar en el muro que da a la calle Pie de la Torre. Se identifica una pintura de estrellas blancas sobre un fondo azul. También la huella de las sujeciones de algún cuadro o retablo de pequeñas dimensiones.

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¿Qué se ha hecho hasta ahora? Vaya por delante que el arranque de los trabajos tuvo que anticiparse por dos motivos: por la necesidad perentoria de conservación por fragmentos que se precipitaron –y el riesgo de que cayeran otros más grandes– y porque la cubierta invertida que se realizó cuando se desmochó la torre daba un quebradero de cabeza detrás de otro. Las pluviales evacuaban por conductos internos que provocaban filtraciones.

Y así fue cómo en junio de 2024 comenzó la instalación de ese imponente andamio de cincuenta y seis metros que, desde el pasado mes marzo, se ha ido desmantelando de arriba a abajo conforme acababan los trabajos. Ya se ha descubierto hasta debajo del campanario y la previsión es que este verano se continúe hasta el primer cuerpo. La intención del cabildo catedralicio es que si llegan esos 1,8 millones de euros del Estado, el tajo no se detenga hasta que, a mediados de 2026, se dé por finiquitada la segunda y última fase.

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Si dividimos la torre en tres cubos superpuestos en altura, ya están listos el tercero y el segundo, tanto exterior como el interior de la coronación. Hasta septiembre se avanzará en el primero –hay margen de 200.000 euros hasta que el Gobierno transfiera el 2% Cultural–.

Lo primero fue la instalación de la colosal estructura de hierro, lo que precisó tres meses. También la colocación del montacargas, que ha sido de enorme utilidad –tardó unas semanas en entrar en funcionamiento por el robo de cables–. Mientras tanto, surgieron algunas contingencias como la poca presión del agua, por lo que hubo que montar un pequeño aljibe.

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Desmontaje del tejado

Después se acometió el desmontaje del tejado conflictivo, quitando las tejas una por una de forma manual. Acto seguido se procedió a la consolidación de los muros perimetrales y se desarmó la cornisa del lado noroeste, implementando unas prótesis metálicas.Lo siguiente fue el espectacular izado de las vigas de madera del nuevo forjado, con un peso de 350 kilogramos cada una de ellas, por una pluma que alcanzaba los ochenta metros. A continuación se trazó el plano horizontal y se efectuó un zuncho para coser el alero de coronación. Lo último fue la extensión del pavimento de la terraza y la colocación de las trescientas barras.

Como curiosidad, se han dejado dos piedras de quinientos kilos cada una que fueron usadas en su día como contrapeso de alguna grúa y también el poste del punto geodésico con una placa que reza: «Instituto Geográfico y Catastral, vértice geodésico, multa o prisión a quien destruya o dañe esta señal». Un 'punto geodésico' es una ubicación marcada en el terreno, generalmente con un monolito o un poste, que forma parte de una red de referencia utilizada para determinar posiciones exactas en un sistema geográfico o cartesiano.

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También se han detectado incidencias que han requerido soluciones sobre la marcha. En 1973, Prieto Moreno llevó a cabo una actuación con hormigón armado para fijar la cornisa del segundo tramo –por internet circulan algunas imágenes aéreas muy interesantes de ese momento–. Ahora ha habido que retirarlo porque el acero se ha corroído y, por el aumento de su volumen, estaba 'escupiendo' las prótesis, con todos los peligros que ello suponía.

Aunque, sin lugar a dudas, la restauración pétrea de las cuatro fachadas es la que está arrojando unos resultados más sorprendentes, tal y como están pudiendo comprobar los propios viandantes.La roca, la calcarenita bioclástica de las canteras de Escúzar, ha recuperado su precioso color dorado. Solo tiene que comparar con el grisáceo de la portada principal para observar la diferencia.

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La restauradora Julia Ramos, integrada en el equipo de Fortress, explica que las principales patologías son las pérdidas de cohesión, la aparición de grietas y fracturas y la arenización. Esto se relaciona con los propios problemas estructurales y la acción de los elementos. Hablamos del efecto de los contrastes térmicos o la exposición a la humedad –este tipo de calcarenita es muy porosa–. Pero sobre todo la 'costra negra', una pátina oscura que apaga el cromatismo primigenio y desencadena una reacción química que convierte la roca sólida en arena. Se trata del anhídrido carbónico que expelen los tubos de escape de los coches y también el gasóleo de las calefacciones. No hemos de olvidar que la Catedral de Granada está en un punto con alta densidad de tráfico y rodeada de edificios que usan este combustible para calentar las viviendas durante el invierno. Este mal, conocido como el 'mal de piedra', está haciendo un daño enorme en Granada, sin que ninguna administración tome medidas efectivas para evitarlo. No tiene más que ver la portada de la iglesia de San Matías, donde ya han desparecido piezas escultóricas y ornamentales.

¿Cómo se ha actuado? Según ha explicado la propia Julia Ramos, el primer paso fue la preconsolidación con inyecciones de resina y silicato de etilo. Después se atajaron los ataques biológicos con biocidas. Lo siguiente fue la limpieza con hidrolimpiadores y la proyección de micropartículas para erradicar los restos de suciedad. El proceso continuó con la consolidación en profundidad y la reintegración de los volúmenes con piedra traída de las canteras de Montealegre (Albacete) y con mortero hidráulico –en algunos casos pigmentado para que la apariencia sea similar–. Por último, se extendió una capa de hidrofugante para evitar las alteraciones que produce la lluvia.

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Aunque lo más trabajoso ha sido el saneamiento de las doce campanas y los seis esquilones, que ha requerido muchas horas de faena por parte de Julia Ramos y Fortress.

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