Iván Rejas recibe a portagayola a su segundo de la tarde. Pepe Marín

Debut ganadero que fue todo un regalo para El Fandi

Iván Rejas y Pablo Fernández abren la puerta grande tras cortar dos orejas

María Dolores Martínez

Jueves, 19 de junio 2025, 00:25

En la novillada sin picadores que ayer inauguró el abono confluyeron muchos factores para hacer de la tarde algo inolvidable. Debutaba como ganadero en el ... serial David Fandila 'El Fandi' con su hierro de Trinidad, en la fecha de su 25 aniversario como matador, y la celebración no pudo tener mejor regalo que el del gran juego de sus pupilos, todos ellos aplaudidos en el arrastre.

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En el cartel se anunciaban los novilleros granadinos con más proyección del momento, pero en la presidencia y en los tendidos hubo también otros fichajes estelares: el del matador granadino Nicolás López 'El Nico' como asesor artístico y el de toda una legión de jóvenes aficionados, arrastrados por los canteranos.

Había mucha ilusión por ver a los novilleros y a los astados, de preciosa y variada presentación, y las expectativas no quedaron defraudadas. A Rafael Fandila le costó atemperar y encontrarle el sitio al primero. El astado tuvo casta y el lucimiento solo llegó de forma intermitente. La espada no le ayudó tampoco y el esfuerzo fue recompensado con una cariñosa ovación tras dos avisos. Desafortunadamente, tuvo que pasar en la enfermería tras quedar conmocionado al realizar un quite al sexto. El traumatismo no tuvo mayores consecuencias.

Iván Rejas lo tuvo claro. Salió como tiene que hacerlo un novillero, con rabia e ilusión desbordantes. Muy merecidas las dos orejas tras una estocada a ley. Pablo Fernández tampoco se quedó corto en cuanto a raza y entrega. Tanto, que hasta entró a matar en dos ocasiones desprovisto de muleta. Fue a por todas a toriles y con la misma disposición sacó su pellizco, su ángel y su sonrisa para meter al novillo y al público en el canasto y pasear dos orejas.

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Muy lucidos y vibrantes los tercios de banderillas compartidos por Fandila, Rejas y Fernández para mayor deleite de los aficionados.

Gustavo Martos encontró en la nobleza del tercero el material idóneo para afirmar la planta e instrumentar ese toreo que siente tanto y no vende nada. El único lunar fue la espada, que dejó en una oreja todos sus méritos.

El cuarto fue también otro astado de dulce, con humillación y fijeza. Lo vio pronto el albaceteño Nicolás Cortijo para desplegar una faena seria, de acusada personalidad y trazo firme. Incomprensiblemente sólo se le premió con un apéndice.

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Armando Bustos no logró acoplarse con el que cerró plaza y su labor solo se justificó por la vía del esfuerzo. Todo quedó en una ovación.

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