La historia del Corpus Christi en Granada: tradición y devoción
Hasta 1507, las ceremonias eucarísticas tenían lugar en la mezquita real de la Alhambra, y posteriormente en la iglesia de Santa María de la O, actual iglesia del Sagrario, un lugar sagrado que durante años albergó a la comunidad cristiana en un entorno marcado por la diversidad cultural
Álvaro de la Torre Araus
Granada
Jueves, 19 de junio 2025, 00:25
La celebración del Corpus Christi en Granada es un testimonio vibrante de la herencia cultural y religiosa que se ha gestado a lo largo de ... los siglos. Aunque las certezas históricas sobre su instauración original son escasas, se sostiene que la primera festividad tuvo lugar en el campamento militar de los Reyes Católicos en Santa Fe, alrededor de 1492. Este evento marcó el inicio de una tradición que, a pesar de los avatares del tiempo, aún se vive con fervor en la ciudad.
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Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, son comúnmente asociados con la frase que anima a la celebración a ser «tal y tan grande la alegría y el contentamiento, que parezcáis locos». Si bien esta atribución carece de un respaldo documental sólido, su eco resuena en el espíritu festivo que pervive en cada Jueves de Corpus. En aquel tiempo, la catedral todavía no había encontrado su sede actual; hasta 1507, las ceremonias eucarísticas tenían lugar en la mezquita real de la Alhambra, y posteriormente en la iglesia de Santa María de la O, actual iglesia del Sagrario, un lugar sagrado que durante años albergó a la comunidad cristiana en un entorno marcado por la diversidad cultural.
La dimensión de la celebración del Corpus en sus inicios fue ciertamente restringida. Las primeras procesiones se realizaban en el recinto amurallado de la Alhambra y en los palacios nazaríes, así como en el laberíntico barrio judío, donde la presencia de los rituales se hacía notar, aunque los vestigios de aquellas festividades han desaparecido con el paso del tiempo.
Tradicionalmente, el Corpus Christi se conmemora 60 días después del Domingo de Resurrección. Sin embargo, en 1989, se tomó la decisión de trasladar su celebración en gran parte de España al domingo posterior para adaptarse al calendario laboral, aunque en Granada se mantiene la tradición de celebrarlo el jueves. Este es un legado que refleja la profunda espiritualidad y conexión comunitaria que caracteriza a la ciudad. La fiesta del Santísimo Sacramento, instaurada en la baja Edad Media, asegura que cada Jueves de Corpus lleva consigo una carga simbólica que nos recuerda la importancia del sacrificio y la celebración de la Eucaristía.
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Un pueblo que celebra sus creencias con ardor y belleza
La Solemnidad del Corpus Christi se presenta como el clímax de la Fiesta Mayor de Granada. A medida que avanza el día, los granadinos se congregan en el corazón de la ciudad para contemplar la Solemne Procesión, que parte desde la Santa Iglesia Catedral. Allí, la Custodia, emblema del Santísimo Sacramento, es transportada en un cortejo que busca representar la unidad de toda la comunidad cristiana. Cada juncia, mastranzo y romero que alfombra las calles narra la devoción de un pueblo que celebra sus creencias con ardor y belleza.
Cuando se habla de la cera utilizada en la festividad, surge un debate interesante: ¿debería ser blanca o roja? La cera blanca se considera el color litúrgico por excelencia para la Eucaristía, simbolizando la luz y la pureza de Dios. En contraste, el rojo evoca el sacrificio y la sangre de Cristo, utilizado en otras conmemoraciones importantes de la liturgia. Aunque algunas hermandades optan por representaciones en rojo, la tradición sugiere que lo correcto es mantener la cera blanca como símbolo de esta celebración.
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En el contexto de esta lengua de historia se encuentra la Custodia de la Reina, la cual, según se ha confirmado, llegó a Granada en 1501. Antes de su llegada, se utilizaba una custodia de mano, cuya descripción desgraciadamente se ha perdido. Esta magnífica pieza, donada por Isabel la Católica, incluye un templete hexagonal que ha perdurado hasta nuestros días y ha sido objeto de admiración y reverencia. Su diseño, adornado con columnas y arcos, es un reflejo del esplendor artístico de la época y de la profunda religiosidad que caracterizó a la reina.
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