Espacio
La NASA ficha a un investigador de GranadaJuan Fernández Salas trabaja en un proyecto que hará a los sistemas capaces de autodiagnosticar su estado, predecir su duración e, incluso, anticipar un fallo
La mesa está rodeada de grandes ventanales que dan a todo el valle. Desde ahí, sin apenas moverse, Juan Fernández Salas, de 34 años, puede ... leer perfectamente las enormes letras de Google, Microsoft, Apple y el resto de las grandes empresas que reinan en Mountain View, San Francisco. Entonces suena la campanita y, en la pantalla del ordenador, se abre otra ventana más pequeña pero capaz de llevarle a 7.000 kilómetros de distancia: a casa. «Hola, Granada», dice Fernández sonriente, desde su oficina, en uno de los edificios de los servicios centrales de la NASA.
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Como cualquiera puede suponer, ser investigador en la NASA no es, en absoluto, un camino sencillo. Es un logro extraordinario. «Estar aquí es muy emocionante, es la zona tecnológica más caliente del mundo», exclama el científico, licenciado en Ingeniería de Caminos por la UGR. «Soy Juan, pero por Granada todos me llaman Jerez, por Jerez de la Frontera, donde nací», apunta divertido. Fernández aterrizó en la NASA a finales de octubre pasado y permanecerá allí hasta el próximo mayo. «Es una oportunidad tremenda. Les interesó mucho mi investigación sobre redes neuronales y estoy trabajando con ellos en un proyecto de inteligencia artificial con drones muy relacionado con lo que hacemos en Granada».
«Ha sido muy difícil que otro investigador de la UGR esté ahí. La NASA se interesó en Juan por su trabajo en Enhance porque, a nivel metodológico, estamos incluso a mejor nivel que ellos»
Manuel Chiachío
Profesor titular de la UGR y miembro del Instituto Andaluz de Inteligencia Artificial (DaSCI)
Para entender el camino de Fernández a la NASA, hay que echar la vista unos años atrás. En 2012, ante la falta de puestos de trabajo en España, el de Jerez se marchó a Reino Unido, donde pasó siete años en una de las principales consultorías de ingeniería civil de Londres, Ramboll. «Trabajé en proyectos de infraestructuras, desde carretera y puentes hasta el nuevo tren de alta velocidad HS2». En los últimos años ascendió a lo más alto de la empresa, liderando uno de los equipos más innovadores. Sin embargo, en 2020 decidió unirse a Enhance, un ambicioso proyecto europeo coordinado desde la UGR. «Me pareció una oportunidad genial para aprender sobre investigación, formarme en tecnologías de inteligencia artificial, y doctorarme en este campo».
Así que volvió a Granada y, en un encuentro con científicos de otras universidades y laboratorios de todo el mundo, participó una delegación de la NASA. ¿Por qué? Porque el coordinador europeo de Enhance es Manuel Chiachío, profesor titular de la UGR y miembro del Instituto Andaluz de Inteligencia Artificial (DaSCI). Y Chiachío, conectado al otro lado de la pantalla, estuvo con su hermano gemelo en la NASA hace diez años, abriendo camino. «¡Diez años!», exclama el profesor, desde Granada.
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Tecnología de pronósticos
«Ha sido muy difícil que, diez años después, otro investigador de la UGR esté ahí. La NASA se interesó en Juan por su trabajo en Enhance porque, a nivel metodológico, estamos incluso a mejor nivel que ellos», subraya Chiachío. En la NASA hay cientos de grupos de investigación, este en concreto es la referencia mundial en tecnología de pronósticos. Esto es, literalmente, adelantarse a lo que va a suceder. ¿Y por qué Enhance llama la atención de la NASA? Enhance es un consorcio europeo formado por nueve socios de cinco universidades europeas, dos centros de investigación tecnológica gubernamentales y dos empresas de base tecnológica. Un equipo puntero coordinado por coordinado por el profesor Chiachío.
Enhance desarrolla tecnologías para estructuras ultraligeras inteligentes con capacidad de autodiagnóstico, principalmente en aplicaciones aeronáuticas y de energía eólica. Es decir, a través de sensores y algoritmos de inteligencia artificial, lograr que los sistemas sean capaces de diagnosticar el estado de sus componentes, predecir su duración e, incluso, advertir un fallo antes de que suceda.
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«Esto interesó en la NASA, donde trabajo en un proyecto sobre baterías de drones». Imaginen el caso: un dron tiene que ir del punto A al C, pasando por B. Pero en mitad del camino a B, el dron descubre un comportamiento anómalo que hace que consuma más combustible de lo esperado (por clima o por cualquier otra circunstancia), así que, de manera autónoma, decide ir directamente a C para evitar estrellarse por el camino.
«Una vez tengamos estos algoritmos totalmente operativos, los aplicaremos a datos de la industria aeroespacial»
Juan Fernández
«Una vez tengamos estos algoritmos totalmente operativos, los aplicaremos a datos de la industria aeroespacial. Desde el vuelo de drones, su tren de propulsión o el estado de sus baterías y sistemas electrónicos», explica Fernández. «El objetivo final –sigue– es poder hacer predicciones sobre el futuro, en tiempo real, con pocos datos, y cuantificando la incertidumbre de estas predicciones. Esta cuantificación de la incertidumbre es una de las principales ventajas que aporta los algoritmos que desarrollo, ya que nos informa de la certeza que tiene en sus propias predicciones. En otras palabras, nos dice si debemos de creérnoslas o, al menos, nos informa del riesgo que asumimos. Esto puede ser crítico en el proceso de toma de decisión».
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Una tecnología llamada a revolucionar nuestra vida. Un reto revolucionario que comparte una ventana abierta de par en par, entre la NASA, en Silicon Valley, y DasCI, en Granada, capital –oficiosa– de la inteligencia artificial.
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