
Yasmina Domínguez | Presidenta Colegio Oficial de Veterinarios de Almería
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Yasmina Domínguez | Presidenta Colegio Oficial de Veterinarios de Almería
«Nos sentimos vigilados y amenazados con sanciones de 60.000 euros»David Roth
Almería
Viernes, 25 de abril 2025, 23:31
Con motivo del Día Mundial de la Veterinaria, Yasmina Domínguez, presidenta del Colegio Oficial de Veterinarios de Almería, para conocer de primera mano la situación actual del colectivo, los retos que enfrentan y el papel esencial que juegan en la salud pública y el bienestar animal.
–¿Qué reivindica el colectivo veterinario durante este Día Mundial de la Veterinaria?
–Este año no es un buen año para celebraciones, sinceramente. Aunque es una profesión preciosa y sentimos mucho apoyo social, la realidad institucional y la práctica diaria se ven cada vez más ensombrecidas. Las últimas normativas, especialmente la Ley 7/2023 y el Real Decreto 666/2023, han colmado el vaso. Estamos inmersos en una situación crítica que afecta no sólo a los profesionales, sino también a la salud animal y, por tanto, a toda la sociedad.
–¿Cómo están afectando estas nuevas normativas a vuestra labor diaria?
–De forma muy negativa. Se limita nuestro criterio sanitario, se incrementa la burocracia y se menoscaba nuestra autonomía como profesionales. La nueva normativa sobre antibióticos, por ejemplo, nos obliga a notificar de forma extremadamente rígida el uso de medicamentos, lo cual es impracticable en muchas situaciones reales. Se nos exige justificar cada mililitro administrado, aunque la ficha técnica del medicamento esté desactualizada desde hace 30 o 40 años. Es un sinsentido que complica nuestra labor y pone en riesgo la salud.
–¿Qué ha supuesto esto para el colectivo?
–Nos sentimos vigilados, señalados, incluso amenazados con sanciones que pueden alcanzar los 60.000 euros. Y todo ello mientras intentamos aplicar tratamientos basados en la ciencia y el conocimiento actual, no en normativas obsoletas. No somos un colectivo 'quejica', pero esto ya ha llegado demasiado lejos. No vamos a quedarnos quietos. Hemos sido siempre profesionales discretos, centrados en nuestro trabajo. No hemos sido muy reivindicativos, cada uno ha trabajado en su parcela. Pero la realidad es que nuestra labor es esencial, sobre todo en salud pública, seguridad alimentaria y bienestar social. Lo que pasa es que, como trabajamos desde la prevención, nuestra presencia es invisible. Y eso nos ha jugado en contra. Ahora que las leyes nos perjudican directamente, estamos reaccionando, pero con dificultades porque son normas en vigor.
–¿Qué papel juega el veterinario en la salud pública y en la seguridad alimentaria?
–Un papel crucial. Nuestro lema lo dice todo: 'Igia Pecoris, Salus Populi' Es decir, la salud de los animales es la salud del pueblo. Mucha gente cree que vacunamos a las mascotas para que no se mueran, pero la verdad es que lo hacemos, sobre todo, para proteger a las personas. Enfermedades como la rabia, la leptospirosis o la equinococosis son transmisibles. Y no se trata sólo del animal, sino de toda la familia. Además, en clínica atendemos al animal desde que nace hasta que muere, e incluso practicamos la eutanasia cuando es necesario. Es un vínculo muy profundo con las familias, y eso también debe respetarse.
–¿Y cómo se ve afectado ese vínculo con el propietario por estas nuevas normas?
Se ve claramente afectado. Antes decidíamos juntos lo mejor para el animal, ahora tenemos que adaptarnos a normas externas que no siempre responden a la realidad clínica. El vínculo entre veterinario, animal y familia debe mantenerse. Esta legislación ataca esa relación directa, impidiendo que el profesional actúe según su conocimiento. Y eso no es justo.
–¿Cómo se está gestionando la dispensación de medicamentos, dentro de la profesión?
–Estamos totalmente a favor de trabajar en coordinación con los farmacéuticos. No queremos invadir su terreno, ni mucho menos. Pero también pedimos que se entienda nuestra forma de trabajar, porque no somos médicos ni farmacéuticos: somos veterinarios. En Europa esto se gestiona de otra manera, más flexible y realista. Nosotros suministramos la medicación justa, no queda sobrante. En cambio, en medicina humana sí que es habitual que sobren antibióticos. Esa es la diferencia.
–¿Cuáles son los hábitos que deben corregir los propietarios de mascotas en Almería?
–Almería tiene un nivel socioeconómico muy bueno, y la gente cuida a sus animales, pero todavía estamos por debajo de lo que deberíamos en cuanto a identificación y vacunación. El 60% de los animales que se recogen en la calle no están identificados. Y eso es gravísimo, sobre todo por nuestra cercanía con Ceuta y Melilla. En Melilla ya se han dado tres casos de rabia este año. El virus no conoce fronteras, y no podemos permitir que llegue aquí.
–¿Qué deberíamos estar haciendo como propietarios, entonces?
–Vacunar e identificar. Es lo mínimo. No podemos bajar la guardia. La rabia, por ejemplo, es mortal. No es como otras enfermedades que se pueden tratar: con la rabia te mueres. Y no sólo los animales, también las personas. Además, ahora estamos muy preocupados por la gripe aviar. La OMSA nos está pidiendo que alertemos sobre el riesgo de contacto con aves silvestres enfermas. Hay que estar muy atentos, tanto con perros como con gatos.
–¿Y qué porcentaje de propietarios cumple con las revisiones anuales y cuidados mínimos?
–Todavía estamos lejos del ideal. La ley, aunque muy avanzada en su redacción, está desfasada respecto al nivel cultural y de concienciación de la sociedad. Es la más moderna de Europa, pero también la más desconectada de la realidad. Nos obliga a todos, pero muchos propietarios aún no entienden que una revisión anual no es un lujo, es una necesidad. Y ahí tenemos también una labor de concienciación muy importante.
–¿Cuál es el mensaje que quieres transmitir?
Que los veterinarios somos esenciales. Que trabajamos por la salud pública, aunque no siempre se nos vea. Que estamos comprometidos con el bienestar animal, pero también con la sociedad. Y que merecemos leyes justas, adaptadas a nuestra realidad profesional. Porque, al final, cuidar a los animales es cuidar a las personas y al planeta. No somos muchos, pero somos imprescindibles.
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