Las 24 horas de la alcaldesa de Almería al frente de una ciudad apagada
Piedras Redondas fue el primer barrio de Almería en recibir luz eléctrica, pasada la medianoche, tras una jornada de vorágine en la que la coordinación fue clave
Como un eclipse de sol, inesperada y silenciosa, la oscuridad tiñó de negro los despachos del ayuntamiento a las 12 horas y 33 minutos de ... la mañana de lunes. No fue una nube pasajera ni una tormenta repentina, sino un vacío eléctrico que se extendió como una sombra sobrenatural silenciando el zumbido constante de la vida hiperconectada del siglo XXI. En las Casas Consistoriales, donde la alcaldesa María del Mar Vázquez Agüero compartía la rutina del gobierno local con María del Mar García Lorca y los bomberos, el súbito apagón se sintió como un latido detenido, pero sin la más mínima sospecha de lo que iban a ser las siguientes 24 horas.
Ese primer momento de oscuridad no fue solo la ausencia de luz, sino la activación inmediata de un instinto de responsabilidad enraizado en el bastón de mando. Almería, una urbe vibrante con más de doscientos mil almas, yacía ahora en un silencio desconocido y distópico, vulnerable en su quietud forzada. La magnitud del desafío fue un mapa en la penumbra.
A las 12:45, cuando el apagón se alargaba, la alcaldesa descolgó el teléfono buscando la conexión con Antonio Urdiales, el concejal que custodia los hilos del suministro eléctrico urbano. La pregunta, cargada de urgencia, exigía respuestas a Endesa. ¿Qué había ocurrido? ¿Cuánto duraría esta noche diurna? La incertidumbre comenzaba a tejer su red de preocupación.
Los siguientes quince minutos fueron una frustrante danza de llamadas no respondidas. A las 12:50, la delegada de la Junta de Andalucía, Aránzazu Martín, y el delegado de Salud, Juan de la Cruz Belmonte, figuras clave en la gestión de cualquier emergencia, permanecían inalcanzables. A las 13:00, la alcaldesa convoca de urgencia a su equipo de concejales. La orden fue clara: debían ser los ojos y los oídos del Ayuntamiento en la oscuridad, evaluando el impacto del apagón en los pilares esenciales de Almería. La desaladora, vital para el suministro de agua; las depuradoras; el centro de acogida, refugio de los desamparados; las guarderías, donde los niños dormían ajenos al caos; los mercados, sumidos en una penumbra inusual. Y, sobre todo, los grupos electrógenos, la última línea de defensa contra el apagón total.
Con los regidores dispersándose en la negrura incipiente, Endesa descuelga el teléfono. La voz al otro lado de la línea hablaba de un problema de alcance nacional, una falla sistémica que había sumido en la oscuridad a vastas extensiones de la Península Ibérica. La promesa de un trabajo incansable para restaurar el servicio resonó con una mezcla de esperanza y escepticismo.
El reloj, implacable, seguía su curso lento. A las 13:10, la comunicación con la delegada de la Junta se hizo posible, permitiendo un primer intercambio de información y la promesa de una coordinación estrecha. Cinco minutos después, el subdelegado del Gobierno, José María Martín, se unió a la conversación a tres.
A las 13:30, José Colomina, responsable de Aqualia –la suministradora de agua en el término municipal– se convirtió en un aliado fundamental para que Almería mantuviera el suministro de agua ahora que casi el 100% depende de la desalación, un proceso energético. En las calles, la concejal de Seguridad y el jefe de la Policía Local movilizaron a sus agentes, desplegándolos en los cruces donde la ausencia de semáforos amenazaba con el caos circulatorio. En los edificios, la quietud eléctrica se rompía por las llamadas de auxilio, voces atrapadas en la inmovilidad de los ascensores. A las 13:35, la Jefatura de la Policía Local se convirtió en el centro neurálgico de la respuesta local, con María del Mar Vázquez liderando una reunión de coordinación con los responsables de seguridad y emergencias.
Alrededor de las 13:40, la fragilidad de la comunicación se hizo patente. Las líneas telefónicas enmudecieron, los mensajes digitales quedaron varados en el ciberespacio. Y la alcaldesa y su equipo se aferraron a las líneas fijas y a la tenue conexión con el 112, los últimos hilos que los unían al mundo exterior. En ese aislamiento, la noticia de la inminente llegada del subdelegado del Gobierno a la Alcaldía, con una convocatoria a una reunión en la Subdelegación se sintió como un rayo de esperanza en la oscuridad informativa.
A las 13:50, la alcaldesa se puso al volante por las calles ahora silenciosas en dirección a la Subdelegación. Antes, se dirigió a las oficinas de la Junta, encontrando a la delegada de la Junta inmersa en la coordinación de la Policía Autonómica desde el centro de mando del 112. Allí, un walkie-talkie se convirtió en un puente de comunicación entre ambas administraciones.
A las 14:31, la activación del Plan Territorial de Emergencias por parte de la Junta de Andalucía formalizó la integración de Almería en la respuesta regional. La alcaldesa visitó la Comisaría de la Policía Nacional, ofreciendo un canal de comunicación directo a través de un dispositivo de la Policía Local. De vuelta en la Jefatura, la prioridad se centró en los más vulnerables: hospitales y residencias de mayores, donde equipos municipales se movilizaron para evaluar sus necesidades. La búsqueda de combustible para los grupos electrógenos municipales se intensificó en las gasolineras que aún dispensaban, a menudo con restricciones.
A las 18:00, aferrándose a la precaria conexión a internet de la Jefatura, la alcaldesa convocó a los concejales a una reunión urgente. Media hora más tarde, la Subdelegación se convirtió en un crisol de autoridades y fuerzas de seguridad. El subdelegado informó sobre la activación del Plan de Emergencia Nacional. Las prioridades locales a esa hora pasaban por la autonomía energética de los centros críticos, el suministro de agua y la seguridad ciudadana en la oscuridad de la noche. La alcaldesa llegó a plantear el despliegue de la Legión, finalmente desechado.
De vuelta en la Jefatura a las 19:30, la alcaldesa dio orden de buscar recursos alternativos y de implementar medidas para ahorrar agua. El apagón duraba más de lo previsto. A las 21:00, una nueva reunión en la Subdelegación sumó a responsables de Telecomunicaciones y Defensa. «La falta de instrucciones claras desde el Gobierno Central generaba una creciente frustración», recuerda Vázquez días después.
Tras la reunión, la alcaldesa se permitió una breve visita a su hogar antes de regresar a su puesto de mando en la Jefatura. La noche se consumió en coordinar la seguridad y, con el titubeante retorno de la luz a algunas zonas pasada la una de la madrugada, la alcaldesa salió a las calles, recorriendo los barrios de Almería, verificando el despertar de la ciudad hasta bien entrada la noche.
Piedras Redondas se iluminó. Fue el primer barrio en ver la luz en una jornada en la que se mantuvo la tensión y en la que el civismo de la ciudadanía y la solidaridad de los propios vecinos fue una inestimable ayuda más allá de los centros de coordinación de emergencias.
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