Virginia Pinillos
La alta presión del tejido hortofrutícola hace que esta carrera sea una de las más valoradas y con más nivel de investigación
J. SÁNCHEZ
Almería
Miércoles, 29 de octubre 2025, 10:41
El arraigo familiar es en muchos casos lo que lleva a los alumnos a decantarse por esta ingeniería, pero otros lo hacen por el hecho ... objetivo que supone tener un puesto de trabajo de calidad garantizado antes incluso de terminar el grado.
–¿Cómo ha evolucionado el grado de Ingeniería Agrícola en la UAL?
–Ha cambiado mucho porque lo han hecho planes de estudio. Antes de la entrada en el espacio común europeo teníamos las titulaciones antiguas, que eran ingeniería técnica e ingeniería superior. Se especializaban en técnicos agrícolas en hortofruticultura o en explotaciones agrarias… y luego existía lo que era el ingeniero superior; ingeniero agrónomo. Desde que en 2010 se iniciaron los nuevos títulos todo cambió. Ahora es un grado en Ingeniería Agrícola, que son cuatro años, y luego hay un máster que sería lo equivalente a hacer ingeniero agrónomo de antes. De hecho, el grado en Ingeniería Agrícola habilita la profesión de ingeniero técnico agrícola.
–¿Cuál es el perfil del alumnado?
–Se puede decir que priman los hombres, si bien en los últimos años ha crecido la presencia de la mujer, pero últimamente las cifras se van manteniendo.
–¿Qué motiva a un joven a decantarse por esta ingeniería?
–Hay varias cosas. Hay arraigo familiar, porque muchos de nuestros alumnos están totalmente relacionados familiarmente con la agricultura. La mayor parte de los estudiantes son de la provincia de Almería; aunque hay de otras, pero son los menos porque hay que tener en cuenta que en Córdoba, Sevilla o Huelva también hay este mismo grado. Otros tantos estudiantes no cursan el grado por el arraigo familiar a la agricultura, sino porque ven que es una de las carreras de las que tienen mayores salidas profesionales directas.
–Pero eso contrasta con la nota de corte, que siempre es de 5…
–Desde luego que contrasta mucho. En la coordinación del grado a veces reflexionamos sobre que deberíamos restringir más, pero también es cierto que tenemos 150 plazas, que son muchas y en los últimos años se están llenando. A veces superamos las 150 matriculaciones. Nadie que quiera hacer el grado se suele quedar fuera.
–El Colegio de Ingenieros Agrícolas cuenta con unos 1.700 colegiados en la provincia. ¿Qué evidencia esta cifra?
–Es una cifra bastante alta y es un colegio fuerte, siempre ha sido muy fuerte aquí el colegio de ingenieros técnicos agrícolas, bastante más que el colegio de agrónomos. Aludiendo a la Agronomía, en los últimos años hay un incremento de los alumnos que están continuando con el máster de ingeniero agrónomo. Si en primer curso de grado entran cada año 150 estudiantes, el máster ya está rondando los 30. Una cifra alta porque hasta no hace tanto no pasábamos de los 15 y es que no se continúa con el máster en muchos casos porque hay salida al mundo laboral antes incluso de acabar el grado.
–Una figura muy demandada es la del mejorador genético, ¿se puede hablar de especialización dentro de la ingeniería?
–En Almería hay una presencia muy alta de empresas del sector de las semillas. Y nuestros alumnos las tienen como empresas que recepcionan a estudiantes en prácticas. Muchas de ellas cuentan con programa de becas dual. No se trata solo de hacer prácticas, sino que se pueden realizar parte de algunas de las asignaturas de tercero o cuarto en estas empresas becados durante un año. La del mejorador genético es una figura que está bastante valorada ahora mismo. Quizá se valora más a uno de estos profesionales que a los que trabajan simplemente como técnicos asesorando a pie de campo y que también suelen estar relacionados con cooperativas o con almacenes de suministros y fitosanitarios. Hace poco una alumna del máster me hablaba de que en estos últimos casos, aunque hay mucho trabajo, los sueldos son bajos con respecto a los que perciben los que se dedican a la mejora genética de las semillas. Los que no son mejoradores se sienten menos valorados.
–Pero desde el punto de vista social están muy bien valorados por parte de los productores; los ven como uno más de la familia…
–Sí, confían en los técnicos. Lo cierto es que el sector genera mucho trabajo para ellos y para la universidad resulta hasta algo problemático porque hay muchos alumnos que están empleados antes de terminar los estudios y esto hace que la carrera en lugar de acabarse en cuatro años se vaya a seis y a nivel de calidad académica las agencias de acreditación te dicen que por qué tardan tanto en terminar el grado. Algunos alumnos es que se eternizan para acabar. Empiezan a trabajar y no finalizan la carrera; no acaban el Trabajo Fin de Grado (TFG). Hay que tener en cuenta que cada año terminan la carrera una media de 40 estudiantes.
–¿Muchos tiran la toalla?
–No, hay algunos que lo hacen, son los menos. Más que tirar la toalla es que tardan más en acabar la carrera y se van a los seis años.
–Como consumidora, ¿cree que las casas de semillas apuestan más por la estética que por el sabor o calidad del producto?
–En la calidad está todo. Está la calidad organoléptica, pero también la calidad visual. Y claro, que un producto aguante, que tenga una postcosecha larga, que no se estropee, que dure todo el proceso de comercialización... eso suele ir en detrimento de la calidad interna, esto es, la calidad organoléptica, porque se prima más el aspecto externo. Aunque coordino el grano de Ingeniería Agrícola soy del mundo de la fruticultura, que en la provincia tiene menos impacto, pero al final ocurre lo mismo con las variedades de frutas. Melocotones, nectarinas… que se producen y no saben a nada y se venden carísimas. Me consta que las empresas de semillas trabajan en mejorar la calidad organoléptica, pero también pasa que hay productos que se cultivan fuera de lo que eran sus fechas, hay producción casi todo el año y eso hace que se apueste más por variedades más productivas, con mejor postcosecha y eso en muchos casos ha ido en detrimento del sabor. Mire se han recolectado nectarinas en mayo, con lo que se están produciendo en una época en la que no van a coger azúcar, no tienen tanta calidad como las que han pasado el verano.
–¿Qué aporta, además de ingenieros, la UAL con este grado al sector hortofrutícola almeriense?
–Además de ingenieros aporta mucho conocimiento. Contamos con muchísimos investigadores que trabajan en distintos aspectos que son interesantes para el sector. Hay cosas que a lo mejor no llegan directamente porque son publicaciones más científicas, pero hay muchísima participación. Se hacen jornadas a veces en las que participan investigadores de aquí de la Universidad de Almería y no se hace una extensión. También se realizan investigaciones en colaboración directa con las empresas. A veces las empresas tienen un determinado problema y contrata a los investigadores de la universidad para que se lo resuelvan. Son contratos de investigación, pero también tenemos proyectos en grupos operativos a través de la Junta de Andalucía.
–¿Cómo ha ido avanzando ese diálogo entre universidad y tejido productivo?
–Con los años ha ido aumentando. La propia Universidad de Almería tienen el Programa Transfiere que es anual y en el que se desarrollan también esos mismos contratos que se cierran con la empresa. Se trabaja sobre un determinado problema. En este caso pone dinero la universidad y también las empresas para desarrollar un determinado trabajo. Además de esto los investigadores participan en muchas convocatorias autonómicas, nacionales y europeas, donde también toman partido empresas.
–Como ingeniera, ¿ve solución con la lucha biológica a plagas como parvispinus o araña roja?
–Ojalá que sí, pero no me siento capacitada para decir si se va a poder controlar este trips con lucha biológica. La araña roja lleva mucho tiempo y hay lucha biológica para controlarla. Cuanto más intensivo sea el cultivo hay más riesgo de que exista un problema de trips porque hay que dar tiempo para permitir que los depredadores se instalen bien y cuenten con sus plantas reservorio a modo de casa.
–Ahora buena parte del sector están haciendo una fuerte apuesta por la incorporación de la Inteligencia Artificial. ¿Cómo afecta esto al grado que coordina?
–He de reconoce que tengo que ponerme con esto porque me estoy quedando analfabeta en ese sentido. Creía que no iba a llegar el momento y tenemos que estar formándonos también en Inteligencia Artificial y sobre todo porque es algo que los alumnos ya nos han tomado la avanzadilla Entonces tenemos que saber también qué posibilidades que nos da mucha para integrarlo en lo que es la en la docencia y no quedarnos atrás en ese en ese aspecto. Los alumnos están utilizando la IA y tenemos que adaptarnos a esta nueva tecnología, considerarla como una nueva herramienta.
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