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Juan Roig, presidente de Mercadona, en el acto de Aguadulce, con algunos empresarios.
«Houston, tenemos 800 problemas»

«Houston, tenemos 800 problemas»

El acto empresarial del miércoles ha servido para avisar al Gobierno de que la patronal no quiere un Corredor sólo hasta Almería sino completo y hasta Algeciras. De ahí depende su éxito estratégico. Pero en el discurso local ha sido, además, el punto de inflexión para sacar el tren del lodazal. El PP ya no tiene excusas: el ferrocarril no es desde hace tiempo una cuestión de lucha partidista

Miguel Cárceles

Domingo, 14 de mayo 2017, 01:27

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Al Partido Popular se le ha abierto una brecha ante la que no encuentra un tapón. El motivo son cinco años y medio de largas, de excusas aleatorias, de «primero Murcia y luego Almería» para negar la mayor: que el dinero escaso no iba a venir a Almería sino a otros proyectos prioritarios para el PP como el AVE a Galicia. Cinco años es tanto tiempo que incluso en la impasible y caribeña Almería la sociedad en general, toda, incluso quienes no son de romper la baraja, han perdido la paciencia. «Bienvenidos a la isla de Almería», recibía Diego Martínez Cano, presidente de la Cámara de Comercio, a más de 800 empresarios de todo el arco mediterráneo. Los 800 motivos que más preocupan al PP. Mucho más que la Mesa del Tren, a la que han intentado deliberadamente restar peso específico y que, sin embargo, y pese a todo, ha sido la verdadera causante de que en Almería la sociedad civil esté dando respuesta vehemente a la exclusión secular y sopesada de Fomento.

En el PP, cubo en mano, no dan con la estrategia para achicar aguas. Difícilmente hay una herramienta dialéctica para apaciguar un escándalo que, en el mejor de los casos -si no hay retrasos, si no hay nuevos recortes y si no hay nuevos pactos presupuestarios con País Vasco o Canarias que mermen la tarta- tardará en dársele respuesta al menos dos legislaturas. Lo de Almería no tiene parangón en el resto del país. Sólo hay 80 kilómetros de vías de hace dos siglos. Es menos, incluso, que las que hay en Guipúzcoa o Vizcaya, cuyo territorio, sumado, es menos de la mitad del almeriense. Vías del siglo XIX, «inauguradas cuando los ingenieros vestían levita», rememoraba Cano frente al empresariado mediterráneo. «No es posible que de Valencia a Almería se tarden nueve horas en tren», reflexionaba Juan Roig, presidente de Mercadona, uno de los empresarios con más reputación de todo el país.

No obstante, cabe recordar, lo de Almería es el resultado de una visión infraestructural basada más en los votos que en la dimensión estratégica económica y social. Y ahí reside su problema. El gobierno ha buscado tener a mucha gente contenta con el AVE en Castellón, Zamora, León o Palencia, a donde se podía llegar en cuatro años, más que resolver problemas enquistados, latentes y que confiaban en controlar en el barro de la discusión política.

Hasta el acto del miércoles. Ahí está su punto de inflexión. Organizado por la Asociación Valenciana de Empresarios, ha servido para situar la discusión en su punto justo, lejos del lodazal: España no tiene estrategia infraestructural, sino planes a cuatro años. En Almería no hay solución de ingeniería que pueda solventar el retraso de siglos del ferrocarril en cuatro años. Y gastar para no lucir -en votos, es obvio- no es a políticamente rentable.

Sin embargo, la batalla almeriense es mucho más crucial de lo que la ciudadanía de este rincón se imagina. Porque Almería, pese a la vergüenza de sus infraestructuras, en un mapa estatal es sólo es uno de los puntos del Corredor Mediterráneo cuyo éxito está en unir Algeciras con Europa. En un plan a la desesperada, el Ministerio de Fomento anunciaba hace un mes una alternativa ante la que los empresarios han enseñado los dientes. El plan de De la Serna de parar dos años más, recortar el proyecto inicial del Corredor Mediterráneo de Almería a vía única y después, sólo después, retomar las obras pudiera ser aceptable para la ciudadanía en general, la que lleva décadas tardando una jornada laboral en llegar a Madrid. Pero no lo es para el empresariado.

De forma tácita, con él sobre la mesa el Corredor Mediterráneo no circulará jamás entre Almería y Algeciras. Los trenes no irán desde el puerto más importante de la península hasta Francia por la costa. Y es ahí donde el grueso de la infraestructura se juega su papel preeminente. Sin la suma de Algeciras, el Mediterráneo pierde fuelle, Almería sigue siendo la esquina, la estación término. Y en su lugar, el papel más relevante lo seguirá manteniendo la Meseta, Castilla, Madrid. Ahí está la guerra. Y Almería es solamente su escenario. Aunque la mitad de esta guerra, el PP, decidiera no presentarse en el campo de batalla.

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