'Cayetanos' de todas las Españas
Líneas discontinuas ·
Pedir libertad, en un estado libre y democrático, suena a insulto en boca de los que no tienen mayor preocupación en tiempo de confinamiento y pandemia que comprobar si su patrimonio sube más o menos ceros. Mientras, mueren centenares de personas en otros barrios de las 'Españas'Ernesto Medina Rincón y
Sábado, 23 de mayo 2020, 00:09
Ernesto Medina Rincón
Palos de golf
Los actores se han crecido en sus papeles. Tanto, que sobreactúan. Pablo Iglesias sugiere protestas ante las casas de los reyezuelos de Vox.
Un aspecto ... que no se ha contemplado con la debida prudencia es que el instigador de las manifestaciones de los pijos en Madrid y de las caceroladas sea el propio Gobierno y sus socios gubernamentales de Podemos. Es innegable que en la calle hay muy mal rollo. El confinamiento, las muertes y los errores han soliviantado al personal. Aunque haya una tendencia muy española de ponerse de lado del débil –«en estas circunstancias nadie lo haría mejor es la cantinela de los partidarios de Sánchez»–, otra parte de la población busca un muñeco para descargar sus frustraciones. En el Palacio de la Moncloa alguien practica aikido de manera que ha decidido usar el ímpetu del contrario para transformarlo en su propia fuerza, «como es impepinable que habrá protestas, convirtámoslas en cosa de niñatos y fachas. Al españolito de a pie seguro que le repele y no se mezcla con esa chusma».
Hay que alimentar la operación con combustible dialéctico no exento de hipérboles poéticas. Echenique, portavoz de Podemos en el Congreso ha dicho «ridículas manifestaciones … golpeando las señales de tráfico con palos de golf y cucharas de plata». En la trinchera de la oposición esta sutil maniobra táctica los ha pillado desconcertados al punto de que la presidente de Madrid, la dolorosa o inmaculada Ayuso -impagable su foto de El Mundo- pide poder manifestarse 'un ratito'. Para completar la escena de sainete sólo le restaba acotar que entre el té de las cinco y el bridge de las ocho.
Los actores se han crecido en sus papeles. Tanto, que sobreactúan. Pablo Iglesias sugiere protestas ante las casas de los reyezuelos de Vox. Abascal lo reta, «ven tú». Le ha faltado a uno añadir «te envío mis matones» y al otro replicarle «si tienes huevos». Ustedes pensarán que menuda mente calenturienta tengo hoy. Lo lamentable es que no me he inventado ni una frase. Así está el corral de comedias español.
Lo cual nos impide valorar el aspecto metafísico y trascendental de la cuestión. Los pijos, ¿son personas? Y en cuanto tales, ¿tienen posesión de la calle lo mismo que quienes no se llaman Borjamari o Cayetano? Dilucidada la cuestión, habrá que establecer si el tope de la vestimenta para manifestarse es Zara o ropa de mercadillo. Risible todo si no fuere trágico. ¿Se puede caer más bajo? No pierdan la fe. Monedero ha convertido 'hemofílico' en un insulto.
Antonio Agudo Marín
Manifas Lacoste
No me gusta la caricatura, la simpleza del mensaje de estos políticos que quieren tener la razón, aunque se hundan con ella por no asumir sus errores.
Qué malos son todos menos los míos. Este podría ser el breve resumen de la política en España. Yo Tarzán y tú Jane. Tú malo, yo bueno. Monólogo de una peña que ni atina a ponerse las mascarillas que ellos mismos acaban de declarar obligatorias para todos los ciudadanos. Deben pensar que están por encima o por debajo del resto, pero nunca a la altura de la realidad ciudadana que demanda lo mejor de cada uno. Pero ya lo dijo Malthus «parece que es una de las inevitables leyes de la naturaleza que algunos seres humanos sufran de miseria» y ahí los vemos, querido Medina, discutiendo si usar un polo Lacoste o una camiseta Fruit of the Loom te da más o menos legitimidad para manifestarse contra el Gobierno. Me gustaría que estos próceres me explicaran por qué vivir en una zona, tener una renta determinada, leer y escuchar ciertos medios de comunicación o poseer un carné pueda ser más determinante que los derechos fundamentales del individuo. Los derechos no son del colectivo. Los derechos son de las personas. Estamos volviendo al viejo conflicto entre niveladores y cavadores mientras los topos se hacen con la tierra fértil. No me gusta la caricatura, la simpleza del mensaje de estos políticos que quieren tener la razón, aunque se hundan con ella por no asumir sus errores.
Manifestarse. Dar la opinión. Discrepar es un asunto que no podemos dejar que reduzcan a usar tal o cual marca de pantalones o si las señales de tráfico se golpean con un stick de hockey o una azada de la bellota. Si los dejamos, en breve nos abocarán a la manifestación censitaria, a la protesta ponderada, a la cacelorada delegada, a la pancarta de economía de escala. Ya lo escribió Adam Smith: «No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés». En esta situación somos un poco todos ellos. Hay que recordarles que ejercitar el poder no te da la razón, tampoco usar alpargatas, castellanos, botas de tacón cubano o unas Airjordan. El hábito no nos hace monjes más tontos y por mucho que quieran estabularnos por barrios, falansterios, mónadas, distritos o áreas siempre podemos ejercer el derecho de la duda. Lo seguiremos haciendo vestidos con chaqueta con cuello mao, tuxedo, jersey de mohair o camisa de tirilla. Faltaría más ¡osea!
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