El Pregón de David Uclés fue un canto de amor a Quesada, su Jándula querida
Ataviado a modo de los protagonistas de la película 'Bienvenido Mister Marshall', el escritor comenzó dirigiéndose a sus vecinos: «Muchos de vosotros os estaréis preguntando «¿quién leches es este zagal?»
José Antonio García-Márquez
Lunes, 25 de agosto 2025, 20:04
David Uclés, el joven autor de 'La península de las casas vacías', el relato sobre la Guerra Civil rico en realismo mágico que ubica en ... Quesada, Jándula en la obra, convertido en el acontecimiento literario que marcó 2024 y que sigue haciéndolo en 2025, ofreció el pregón de las fiestas quesadeñas a la Virgen de Tíscar. El escritor, músico, dibujante y traductor nacido en Úbeda, pero vinculado a la ciudad de la sierra de donde son sus padres y toda su familia, estuvo acompañado por la alcaldesa Yolanda Marcos, que celebró el talento, entrega y humanidad de quien dijo ser «el mejor escritor español en la actualidad». Solemnemente rodeado por maceros, ocupó el balcón de la Casa Consistorial para, desde allí, al aire libre, bajo luna nueva, emitir su proclama ante las personas de Quesada, de la provincia y de los puntos distantes del país, que colapsaron como jamás se había visto la Plaza de la Constitución.
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Ataviado a modo de los protagonistas de la película 'Bienvenido Mister Marshall', David Uclés arrancó con fuerza su proclama: «Muchos de vosotros os estaréis preguntando ¿quién leches es este zagal?. Antes de que me gritéis ¡forastero!, os diré que al igual que hacen ahora vuestros hijos, yo mismo correteé todo el pueblo cuando era pequeño. No hace mucho, veinticinco años atrás, era un 'zagaluso' que saltaba por las antiguas baldosas rojas y blancas de este precioso jardín».
«Me presento: soy perchas por parte de madre y farragú por parte de padre. Todos los miembros de mi familia sin excepción nacieron en este pueblo, salvo yo, que lo hice en Úbeda. Me crié en la ciudad renacentista, pero solo de lunes a viernes. Los fines de semana nos veníamos al pueblo, y también los festivos y los largos veranos, y los inviernos para la matanza y los otoños para la aceituna; y en otros momentos del año para pelar pimientos frente al cortijillo de la huerta, esmotar almendras, quemar ramón, recoger las brevas o hacer caballones para sembrar las papas, si no acudíamos a celebrar los cumpleaños de los abuelos o acompañarlos durante los tristes días de enfermedad. Al cumplir la mayoría de edad, dejé Jaén, tanto Úbeda como Quesada, y me mudé cada año de ciudad por Europa y la península. Inglaterra, Francia, Suiza, Alemania, Galicia, Cataluña, País Vasco, Madrid… Fue gracias a eso, a sentirme extranjero, que pude valorar mejor la descomunal riqueza de mis dos patrias chicas. Y me sentí más de aquí que de ningún otro lado pese a estar a miles de kilómetros de distancia», relató a sus vecinos.
En su pregón se preguntó si se puede ser de un lugar sin haber nacido en el mismo: «¡Se puede! Y somos muchísimos los que así nos sentimos aun pisando tierra extraña. ¡Somos legión! Quizás más numerosos incluso que los que estáis hoy aquí. Somos miles los que tuvimos que emigrar o nacimos de padres emigrados, pero pensamos en el pueblo día sí, día también. Y esto es algo que he ido comprobando en cada una de las más de doscientas presentaciones que hice de mi novela: siempre había quesadeños en la sala, ya fuera en Gijón, en Barcelona, en Mallorca, en Suecia o en Irlanda. Si me lo permitís, os leeré una frase de don Antonio Machado que dice así: «uno no es de donde nace, sino de donde quiere morir».
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«Si de algo me he dado cuenta después de dedicar la mitad de mi vida a escribir sobre Quesada, mi Jándula literaria, es que, cuando llegue el día, querré yacer en paz aquí, junto a mis antepasados, ¡y junto a Zabaleta! Y me despertaré a medianoche y saldré de la tumba, cuando Jándula duerma, y pintaré de colores y formas circulares los nichos del camposanto y las rocas del cerro de la Magdalena, ayudado por Rafael. Volveré a la tierra que me vio crecer», añadió.
Antes de finalizar, David Uclés no dejó lugar a la duda en su declaración de amor: «Cuando muera quiero resucitar aquí, y que la vida eterna consista en ir a misa de la mano de mi madre y de mi padre, con la virgen detrás bajo un palio iluminado por pequeñas bombillitas y un cielo azul oscuro cubriéndonos, y el olor a albahaca fresca. ¡Que la virgen de Tíscar, para creyentes o supersticiosos, os guarde y os proteja la memoria! ¡Que sigamos honrando la memoria del pueblo y de nuestros mayores, y no perdamos las tradiciones! ¡Que nos llevemos bien en el pueblo y entendamos, instituciones y particulares, que somos más fuertes unidos que enfrentados, que ya sabemos qué ocurrió cuando las ideas nos separaron! ¡Que las cosechas venideras de la aceituna sean buenas y prósperas! Y, sobre todo, que durante estos días de fiesta nos olvidemos un poco de lo malo y celebremos lo bueno, por poco o mucho que sea. ¡Quesada y Jándula son lados de un mismo espejo, espejo donde yo quiero encontrarme de viejo! Pueblo al que estáis todos invitados. ¡Cuidad del pueblo, guardianes suyos, y este os dará la vida eterna! ¡Visitadlo más veces, curiosos y curiosas, y este os recompensará! Viva Quesada! ¡Viva Jándula!¡Viva la virgen de Tíscar!»
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