El escritor jienense Luis Foronda reanuda en Castellar el Café Literario del Condado

Retornaba así de forma presencial una actividad cultural que, aun alterada durante la época de mayor virulencia de la pandemia, ni siquiera durante tales meses logró impedir que escritoras como Ayanta Barilli o Rafaela Cano, continuaran presentando sus últimas novelas, aunque en esos casos el encuentro con los pueblos de la comarca meridional de Sierra Morena se desarrolló vía 'online'.

60 personas procedentes de Vilches, Arquillos, Chiclana de Segura, Navas de San Juan, Santisteban del Puerto Sorihuela del Guadalimar, Montizón y Castellar se dieron cita en este café literario enmarcado en el convenio de cultura de Diputación, iniciativa que cuenta con la colaboración del Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda, que aporta obras históricas a los clubes de lectura y gestiona la presencia de escritores en los cafés literarios. No hubo la granizada de café prevista, había que evitar la manipulación de alimentos, pero sí agua y refrescos.

El protagonismo principal recayó en el escritor jienense Luis Foronda, que presentó su tercera novela 'Verde', «un retrato de la España de la Transición pintado en el mapa de La Mancha, garabateado en el papel de estraza de sus tenderos, pero por encima de todo un viaje por la vida, por esa vida frágil en la que necesitaba asobinarme», que así la definió el autor.

Acompañado por el alcalde de Castellar, Pedro García, y por el presidente de la Asociación para el Desarrollo Rural del Condado, Miguel Ángel Manrique, el novelista se centró en su relato, idealista y conmovedor, ambientado en los años setenta por los pueblos y comercios de la Mancha, un reflejo de la sociedad española de la época de transición.

En su obra, Yago Arentín es un adolescente retraído con un problema de cojera que ansía andar mundo, oportunidad que le llega de la mano de su tío Pepe, un optimista nato, bondadoso, de buen corazón y mala suerte. Ambos recorren en un Seat 131 verde azulado las llanuras de la Mancha vendiendo macarrones de pueblo en pueblo, hilvanando historias y sucesos al estilo quijotesco, un viaje que es el retrato de la España de la transición del 77, en medio de una democracia incipiente, tan verde como la ingenuidad de Yago para descubrir el amor secreto de su tío.

«Mi novela habla de la muerte, de la soledad, del amor imposible y de las ganas de ser libres. La historia la ubiqué en La Mancha porque cuando era niño viajaba por lugares a los que nunca iba, por tierras que arraigaban pronto en mi imaginación y que hacía mías sin haberlas visitado. La Mancha era mi Arcadia, así que cuando puse mis pies en ella encontré la tierra hermosa donde descalzarme y empezar a caminar. Desde entonces, quise escribir una novela que transcurriera por tierras manchegas, perderme en sus caminos, doblarme en sus llanos», manifestó el escritor.

Al final se abrió una tertulia en la que los clubes de lectura se mostraron muy activos y dejaron claro su idea de que sus asociados acuden al libro como un elemento de disfrute personal y como herramienta de actitud reflexiva y crítica ante las manifestaciones del entorno.