Las cinco claves del proyecto hotelero de la polémica

Está en el Campillo de Genoveses: la extensión de terreno que se inmersa desde la bahía hacia la Sierra del Cabo de Gata. Se sitúa, exactamente, a un kilómetro de distancia en línea recta de la orilla del Mediterráneo. 1.200 metros si se va por los caminos acondicionados.

Según incluye el proyecto, en la rehabilitación de una serie de viviendas, corrales y otras edificaciones, algunas de ellas en un estado deteriorado –otras, actualmente habitadas– y su acondicionamiento para uso hotelero. Se distribuirían las estancias para habilitar unas 30 habitaciones, lo que situaría el aforo del hotel en una media de 60 personas por noche. No hay nuevas construcciones ni se trasladan edificaciones porque el alto valor ecológico de la zona lo impide. Su apertura conllevaría mayor trasiego en la zona.

La Junta ya ha frenado las pretensiones de hacer dos parking de mayor tamaño y de construir 13 habitaciones en volúmenes nuevos. Además, el Gobierno andaluz obliga al promotor a solventar un permiso de reutilización de aguas y a utilizar en la rehabilitación del cortijo materiales tradicionales, así como respetar volúmenes, tipologías constructivas o incluso los colores en las fachadas de la cortijada.

Tanto PSOE como Podemos apuntan en la misma línea: este proyecto podría significar el primer paso para abrir la veda al negocio hotelero, hasta ahora concentrado primordialmente en los núcleos urbanos del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. El PP considera que el hotel es legal y que no ha lugar a discusión.

La familia Torres y González Díaz, propietaria de la cortijada y de toda la finca El Romeral, estima que no existe afección ambiental y que, por contra, el proyecto, en el lugar más bello de todo el parque, puede ser un revulsivo para la actividad económica sostenible y respetuosa con la naturaleza. No opinan lo mismo los colectivos ecologistas.