Muletazo de embrujo de Morante al primero de su lote

¿Segundas partes nunca fueron buenas?

Puerta grande para Morante, ‘El Juli’ y Castella ante un encierro manejable de Zalduendo | Excelente respuesta del público que volvió a llenar los tendidos del coso taurino roquetero, por segunda tarde consecutiva

JUANJO AGUILERA

Lunes, 20 de julio 2015, 13:26

Dejemos a un lado lo de los aceros, que sí es cierto que son los que en definitiva dan los triunfos, pero muchas veces hay ... quienes se fijan sólo en el compromiso, en las formas, hasta en un detalle. Hay quienes, incluso, abandonan su localidad para no encontrarse con el atasco antes de que el tercero de la cuadrilla entre a matar al sexto de la tarde, como si lo que está por suceder no tiene valor ninguno.

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Puede que por culpa de quien es lo más importante de la fiesta, el toro, el festejo fuese ayer de menos a más. Después de un flojo primero, el ganado, sin ser un dechado de facultades, fue remontando la tarde y la terna consiguiendo su propósito, cada uno con sus formas, cada cual a su manera, más allá de puertas grandes, de silencios o de orejas. Lo importante en los toros, acudiendo a la frase de Curro Romero sobre las orejas decía el Camas que «las orejas son despojos», son el resultado interno, el de la satisfacción o insatisfacción del torero, el segundo protagonista de una tarde de toros. De estos, si alguno no lo está, siempre se puede acudir a lo que piensa el público, que en Roquetas de Mar se preocupa de dar premios, más justos o menos justos, pero que permiten disfrutar, que es a lo que la mayoría va a los toros.

Ayer, Morante de la Puebla, El Juli y Sebastián Castella salieron a hombros en gran medida por lo que pasó en la segunda parte, aunque también es verdad que alguno con exceso de bulto en el equipaje.

Genio contra genio

La faena que Sebastián Castella realizó a su primero tal vez sea la más notable de las seis que ayer se vieron en el coso de Las Salinas, pero al francés le sobró la espada en una actuación llena de electrizantes sensaciones en la que el diestro trató e impuso sus criterios taurinos. El de Beziers fundamentó el primer tercio con unas lucidas y arriesgadas cordobinas que trató de adornar en mitad del ruedo con una larga cambiada que le costó un leve revolcón.

Con la faena premeditada hay muchos toreros que también lo hacen, Castella espoleó al público en sus terrenos, esos que aseguran son los del toro, donde se atornilla y clava las zapatillas, en el centro de la plaza. Ahí comenzó a ejecutarla con su habitual pase cambiado por detrás para componer una obra con tanta suavidad como toreo largo en la ejecución, con pasmosa despaciosidad, con la difícil virtud de parar los relojes, con la distancia justa, la que necesita el toro y la que pide el público, para meterse a ambos en el bolsillo.

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Acortando las distancias, brillante toreo con la izquierda, con muletazos profundos y el epílogo de las distancias, otra vez, sobre la imaginaria línea donde cuelgan las llaves de la puerta grande o de la enfermería, pero sin firma con el estoque, con el que falló estrepitosamente.

Con el que cerró plaza, Castella quiso ganarse lo que perdió con la espada. No hubo demasiadas variaciones en la actitud, tal vez algo más de dificultad porque el sexto, que soltaba protestas en cada muletazo, fue una lucha entre el genio del diestro por querer hacer las cosas y el del astado por deslucir la faena ejecutada.

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Estoicismo marca Castella, como en el tercero de la tarde, para comenzar la lidia plantado en el centro del anillo, sin perderle pasos, que sí los perdía el animal en el viaje hasta casi protestarle el dominio que el francés consiguió, en una faena de difícil ejecución, en la que buscó las cercanías. Entregado para exprimir lo que el zalduendo tenía por ambos pitones, la faena acabó en las cercanías del animal, al que pasaportó de pinchazo y estocada, tras arriesgadas manoletinas o manoletinas con sello Castella.

Claroscuros o a la inversa

Morante no se empleó con su primero, un zalduendo falto de fuerzas, protestón y poco colaborador que tuvo la negativa aportación de entrar al caballo hasta dos veces, tras unos primeros lances de toreo a la verónica del diestro sevillano ejecutados con mucho gusto. Con la franela, pese a algunos detalles morantistas, la faena careció de emoción por la nula colaboración por parte del burel, al que mató de defectuosa estocada, después de lucirse con algunos muletazos por el pitón derecho.

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El triunfo del diestro sevillano lo consiguió este luchando consigo mismo. Tal vez, recordó lo que pasó en el primero y atrancó los dientes para llenarse toro, para hacer una faena con sus puntos de embrujo, de luces y de algunas sombras, porque el segundo de su lote se dejó dominar, pero dominó también a un Morante que se mostró sobrio con el percal, con el que se lució en el toreo a la verónica, con el adorno de alguna chicuelina con la prestancia que tiene casi todo lo que el autor hace.

Con la barbilla metida en el pecho, las zapatillas apartadas en un estribo, Morante toreó descalzo, cómodo, que no acomodado, atrincherado en su toreo lleno de enjundia y técnica, de mucho gusto en cada encuentro entre las intenciones del toro y los engaños del arte puro del diestro sevillano, que ya el año pasado dejó una faena para el recuerdo en el coso roquetero.

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Se gustó y gustó con esos detalles que sólo tienen los artistas, los que embrujan, que cautivan. Aunque pinchó, el estoconazo con el que buscó la segunda oreja le permitió abrir la puerta grande.

Poderío

A Julián López le salió un buen toro al que lidió siempre por bajo, el primero de su lote. Los lances de recibo, a la verónica, los planteó con elegancia en los trazos, muy abajo. Se le notó a gusto en cada uno de ellos, con los que fue construyendo una buena faena, a la que llegó tras un lucido quite de chicuelinas, tan bajas, que dejaron la sensación de ser cuatro medias.

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Con la franela, el madrileño se lució aprovechando el viaje del cornúpeta, que además tenía fondo y era más claro para torear al natural, pitón por el que compuso una faena ante un codicioso enemigo que le permitió lucirse, con gusto, a la media distancia, con buenos adornos al final de la faena.

Con el quinto, Julián López estuvo en esa línea de torero poderoso de la que hace gala casi siempre. En eso basó su triunfo, en ganarle el pulsó al toro, sólo Soberbio de nombre, pero áspero, generalmente, a la hora de entregarse, que salió rebrincado.

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Sin embargo, el madrileño le pudo, en base a mandarle, a ejecutarse tandas de mucho sometimiento, llevándoselo a sus terrenos, con mucha sobriedad, sin dar el brazo a torcer, tanto por el pitón derecho como por izquierdo. Faena de mucha entrega de un torero poderoso como el madrileño.

Mató de una buena estocada, tras un primer pinchazo que pudo restarle mérito a la hora de la concesión de un segundo trofeo en una tarde en la que la segunda parte fue, en conjunto, mejor que la primera y que pone el punto y final a una feria roquetera exitosa, por el conjunto de ambas tardes y porque el público, que da y quita razones, las da con su asistencia. Listón alto para 2016.

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