10 parajes, rutas y senderos para disfrutar en pareja en Granada
La semana de los enamorados invita a caminar hacia almunias olvidadas, fuentes, bosquetes y paisajes en la mejor compañía
Juan Enrique Gómez y Merche S. Calle
Granada
Jueves, 13 de febrero 2020
El sonido del bosque empieza a cambiar en el ecuador del invierno. Los cantos de las aves rompen el silencio en bosques y umbrías. Pinzones, carboneros, herrerillos, las pequeñas aves insectívoras forestales, compiten con el tableteo de los picapinos y los silbidos de las rapaces. En la naturaleza, a mediados de febrero comienzan a oírse los primeros cortejos, los cantos de llamada para formar pareja.
No solo la fauna sale del letargo y vislumbra la primavera, en las laderas de la sierras que rodean la ciudad, el paisaje se viste de un verde invernal salpicado de millones de puntos amarillos de las flores de las aulagas, que intentan atraer a los insectos invernales para que las polinicen e iniciar su ciclo reproductivo cuando aún no hay demasiada competencia.
El fin de semana de San Valentín, cuando las ciudades se adornan con corazones y los sentimientos de pareja se aprecian a flor de piel, es el mejor momento para conocer como la naturaleza se prepara, acepta la llegada de un nuevo ciclo. Son días para descubrir en pareja senderos y parajes, lugares donde caminar en silencio dejándose llevar por la quietud de los ecosistemas y la belleza de espacios cargados de historia, lugares en los que es posible percibir leyendas de amor, donde la tradición de sus habitantes les confiere un significado especial en este tiempo.
Granada es un territorio que enamora. Ofrecemos una decena de parajes y rutas para disfrutar de la naturaleza, del paisaje de invierno, en compañía. Lugares con una significación especial para el fin de semana del amor
1. Arenales del Trevenque
Es un corto paseo que accede al corazón de la baja montaña nevadense, que permite conocer la esencia de los territorios dolomíticos, de los espacios donde los botánicos del Romanticismo catalogaron una gran parte de la flora endémica de Sierra Nevada. Tierras que invitan a la contemplación de los paisajes, parajes áridos que cada fin de semana son visitados por decenas de personas, muchas de ellas en pareja. Desde el aparcamiento de la Espartera, después de pasar el merendero del Hervidero, un carril asciende hacia el este, e inicia la subida al Trevenque (2.000 m), pero en solo 1,5 kilómetros, llega al Mirador del Trevenque, un paraje ideal desde el que contemplar, en compañía, los Arenales dolomíticos, el pico rey de la baja montaña y las altas cumbres ahora cubiertas de nieve.
2. Entre el cerro de las Pipas y la Espartera
Al otro lado del Trevenque, al suroeste del aparcamiento de la Espartera, parte el sendero de Haza Larguilla, un recorrido adaptado para personas con movilidad reducida, que se interna en algunos parajes interesantes, con vistas para compartir con personas queridas. Al terminar el sendero adaptado se inicia una senda que sube hasta la Boca de la Pescá, pero un simple paseo por esa senda despliega los ecosistemas de dolomías que caen hacia la Zubia y Dílar. Es posible subir a los picachos del cerro de las Pipas y contemplar el recorrido del canal de la Espartera, que lleva agua hacia la central de Dílar. Son picos cubiertos de vegetación exclusiva por lo que hay que caminar por las sendas.
3. La ruta de Pinillos del Genil
Más allá de la ruta del colesterol y la fuente de la Bicha, el río Genil oculta su cara más bucólica, sus paisajes de aguas calmadas sobre las que caen las ramas de álamos, tarajes y sauces que ya lucen los primeros brotes. Algunos álamos no han llegado a perder aún sus hojas secas del iniverno. Es una pequeña ruta que parte desde Pinos Genil, desde el puente sobre el río en la antigua carretera de Sierra Nevada y se dirige por la ribera izquierda, aguas abajo, en dirección Granada. Pasa entre vegas y alamedas, hasta llegar a un azud que controla las avenidas, por donde se puede cruzar para volver a Pinos por la ribera derecha, aguas arriba. Una pequeña ruta circular de 3 kilómetros frecuentada por parejas.
4. Puerto Lobo, Cruz de Víznar
Una ruta jalonada por bosquetes de pinsapos que ascienden hacia la Cruz de Víznar, una de las máximas alturas de la sierra de Huétor, es donde los enamorados sellan sus 'promesas' bajo los riscos de la cumbre, desde donde es posible contemplar el valle de Granada y bajar despacio, en pareja, por estrechas veredas que descansan en Puerto Lobo. La ruta puede ser circular. Desde el centro de visitantes de Puerto Lobo, parte el carril que comunica con la Alfaguara. Aproximadamente a dos kilómetros surge la vereda que por el barranco de la Umbría asciende hacia la Cruz de Víznar y comunica con zonas como la Cueva del Agua y la Cruz de Alfacar. La subida es sinuosa, entre pinares que invitan a la contemplación. En la cumbre, un cruce de caminos y el lugar donde sellar las promesas.
5. Los cipreses de la enamorada
Junto a la hacienda de origen nazarí del camino de San Antón, entre Ambroz y Belicena, en pleno corazón de la Vega de Granada, una doble hilera de 23 enormes cipreses bordean el sendero tradicional que une estos dos pueblos. Junto al octavo de ellos, una pequeña lápida recuerda la figura de Blanca Jara Seijas, una mujer que al cumplir 23 años, recibió un gran regalo de amor de su marido: un ciprés por cada año que cumplía. Los plantó en el camino de la hacienda que fue del bisabuelo de Blanca, Manuel Seijas. Esta mujer paseó bajo estos cipreses durante seis décadas, hasta su muerte en 2009. Pasear desde la carretera de Cúllar Vega, por el sendero que se inicia frente al mesón JR, es rememorar la historia de amor de Blanca y su marido, Rafael Dolz. Qué mejor lugar para caminar en San Valentín.
6. Dar al Arusa, el Palacio de la Novia
Alrededor de la ciudad hay un paraje de especial significado para las artes del amor desde hace casi siete siglos. Es el palacio de la Novia o de la Desposada, el palacete construido a mayor altitud en el reino nazarí (900 metros sobre el nivel del mar). Muhammad V, lo mandó construir en el siglo XIV como residencia de su esposa. Una almunia real de la que solo se conservan parte de unos muros y el estanque que adornaba su principal patio y sobre el que se abrían las estancias. Está en la zona más alta del cerro de Santa Elena, sobre la Silla del Moro, entre enormes pinos, en la cumbre de la colina sobre la que se divisa la Alhambra y toda la ciudad. Se llega por el carril que desde la Silla del Moro se interna en la Dehesa del Generalife. Tras unos 200 metros de ascenso, el primer carril a la derecha lleva directamente al paraje de Dar al Arusa. Un paseo para conocer los paisajes del sultán enamorado.
7. A los Cahorros en pareja
Es una de las rutas más clásicas de las que pueden hacerse alrededor de la ciudad. Una de las favoritas de las parejas jóvenes. Es fácil, cercana y se adentra en un territorio angosto por el que discurre el río Monachil. Dicen que las aguas que llenan las pequeñas pozas que se forman en las riberas, poseen la magia de afianzar el amor, e incluso de fomentar la pasión entre quienes se lavan la cara con ellas. Es un recorrido entre puentes colgantes y senderos entre rocas y acequias. Se llega desde el extremo este del pueblo de Monachil. Se puede ascender por el nuevo sendero del río, que parte desde el puente y tras pasear por Los Cahorros, volver por el mismo lugar o por la carretera que baja a la localidad. Poco más de tres kilómetros en su totalidad.
8. Fuente Agrilla, en el Avellano
El agua que manaba de la fuente era agria, pero en sus orígenes, era dulce y medicinal. Es el fruto de Fuente Agrilla, que junto a la Fuente de la Salud, se encuentran más allá de la conocida fuente del Avellano, en el camino que desde Plaza Nueva y el Rey Chico, discurre por la ladera de la colina de Santa Elena y el Cerro del Sol, sobre la ribera del Darro. Tras el Avellano, se inicia una senda entre un denso bosque de quejigos, álamos y sauces. A solo 200 metros, dos fuentes abandonadas. La primera es la Agrilla, la fuente del desamor. Era la fuente en la que hace cinco siglos manaba el agua que se filtraba desde la Alhambra, pero los amores de Muley Hacen con la cristiana Inés de Solís, hicieron que su esposa legítima, Aixa, madre de Boabdil, llorase lágrimas amargas, que a través de la tierra manan en Fuente Agrilla.
9. La torre de Cerro Gordo
El sendero que desde la antigua carretera de la Costa accede a la torre vigía de Cerro Gordo, se ha convertido desde hace unos años, en uno de los senderos del amor. Un paseo entre vegetación del litoral, en un paraje natural, con las mejores vistas que puedas imaginar del mar de Alborán y la quebrada línea litoral a levante y poniente. Es habitual encontrarse a parejas de todas las edades que acuden al pie de la torre para afianzar su declaración de amor, e incluso parejas de recién casados que acuden vestidos de novios para hacerse fotos para el reportaje de bodas. El sendero parte desde el antiguo chiringuito de Cerro Gordo.
10. La magia de La Caleta
Las calas y pequeñas playas han sido siempre espacios favoritos de quienes buscan la intimidad necesaria para sus juegos de amor. La costa de Granada posee parajes de ensueño, ideales para pasear en invierno: La Rijana, La Joya, Cabria, las Azucenas y otras muchas, pero el recorrido entre la plaza de La Caleta y los roquedos que miran a Poniente, bajo los acantilados posee una magia especial, al menos eso indican quienes lo hacen en pareja, entre las piedras batidas por el mar en lo que se denominan bancales marinos, terrazas sumergidas refugio de alevines. El sendero parte del extremo oeste de la plaza, que desde el pueblo se adentra en el mar.
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