Orcera vuelve a ser un refugio veraniego para menores ucranianos
34 niños y niñas de Dovdysh se alejan de la guerra por unos días gracias a 'Un respiro de esperanza', impulsado por Antonio Funes
Ascensión Cubillo
Orcera
Sábado, 19 de julio 2025, 13:26
El municipio de Orcera se convierte por segundo año consecutivo en un refugio de paz para menores ucranianos durante el verano. Aquí la guerra queda ... lejos y pueden disfrutar de las vacaciones como cualquier niño o adolescente: yendo a la piscina, al cine y haciendo excursiones con los amigos.
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La pequeña Sofía pidió el año pasado en su carta a los Reyes Magos que Antonio volviera y el deseo se ha hecho realidad con la segunda edición de 'Un respiro de esperanza', una iniciativa impulsada por el guardia civil jienense Antonio Funes.
El 4 de julio partió a Ucrania para recogerlos, llegaron a Madrid el día 8 y del aeropuerto cogieron un autobús para Jaén. Esta vez han venido 34 niños y niñas de Dovdysh con edades comprendidas entre los cuatro y los 17 años, acompañados por cinco tutores.
Se alojan en el albergue de Orcera y de ahí se mueven por la zona, ya que tienen una agenda completa de actividades de ocio, entre ellas visitas al castillo de Segura de la Sierra, la famosa piscina de Orcera, la plaza de toros, la capital jienense y Andújar. También tienen previsto ir al parque Selwo Aventura de Estepona y pasar unos días en la playa en Cádiz, entre otras actividades.
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El objetivo de esta iniciativa no es otro que sacarlos de la situación de guerra en la que viven, aunque sea por un tiempo limitado, para que tengan la oportunidad de disfrutar como lo que son: niños.
Aquí están relajados porque no suenan las alarmas antiaéreas. «En Ucrania tienen que bajar al búnker una media de quince veces al día. Además de vivir la guerra, son niños muy pobres porque viven en una zona deprimida. La inmensa mayoría no tiene agua corriente ni luz eléctrica en sus casas», explica Antonio Funes.
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El hecho de no recibir las alarmas por sms en el móvil hace que muchos recuperen la sonrisa que mostraban antes de la guerra. El estrés que les genera es tan grande que cuando aquí escuchan cohetes o petardos, corren para esconderse. «El año pasado fueron a ver la suelta de vaquillas en las fiestas del pueblo y al escuchar los petardos, salieron huyendo al albergue. En el Rincón de la Victoria pasó igual y se metían debajo de los coches», comenta Antonio aún con cierta sorpresa.
Al margen de esto, en Orcera se sienten como en casa porque es una zona rural al igual que la suya. Para comunicarse tiran del traductor de Google, una herramienta muy útil en casos como este: «Se acercan a ti, te dicen 'translation, translation' y te enseñan el móvil». No obstante, hay dos niñas que hablan español, lo que facilita el entendimiento.
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Cómo surgió la idea
La vinculación de Antonio con Ucrania viene de lejos. Cuando estalló la guerra, se desplazó con su coche a la frontera para ayudar. Se trajo a una madre y a su hija de tres años, a quienes acogió en su propia casa durante ocho meses -la mujer encontró trabajo y en la actualidad siguen viviendo en España-.
Más adelante, y a raíz de su colaboración con Radio María, estableció contacto con un orfanato de Ucrania. La directora preguntó si había posibilidad de organizar un campamento de verano para sacar a los niños de allí y Antonio, que reconoce que no sabe decir que no, empezó a mover los hilos. Si bien al principio pensó que era una locura, siempre tuvo claro que si era una locura de Dios, saldría. Y así fue.
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De toda esta experiencia se queda con la sonrisa de felicidad de unos niños que, durante unos días, escapan de la guerra, las alarmas antiaéreas y el miedo para disfrutar de Orcera y todas las actividades que se organizan para ellos.
Gozo en el corazón al ver que van a tener una oportunidad
A primeros de año, Antonio y su familia se pusieron manos a la obra para sacar adelante la segunda edición de 'Un respiro de esperanza' junto a la red de voluntarios que se ha tejido en torno al proyecto. La unión hace la fuerza y ellos así lo demuestran, ya que consiguieron reunir los 50.000 euros necesarios. Costó, pero la locura se hizo realidad un año más: «De camino a España veía su emoción y les decía: me duele el corazón del gozo de saber que van a tener una oportunidad».
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